martes, 27 de abril de 2010

PUERTA REAL 27 - IV - 2010

Un cementerio de animales

ANIMALITOS DOMÉSTICOS

Cementerio de animales en Dúrcal. Ahora que quemamos a nuestros muertos, un cementerio para chuchos. ¡El abuelo, que arda! Pero el perrito, animalito, enterrado como Dios manda.


Las generaciones futuras no encontrarán los muertos de hoy, sino sus animales. Nuestros antepasados, tan católicos, creían en la resurrección de los huesos y, por ello, enterraban a sus cadáveres. Hoy ya sólo creemos en la resurrección de las bestias.

No confiamos en el de arriba, pero sí en los alienígenas. No vamos a los templos, pero abarrotamos los hipermercados. No rezamos, pero repetimos los eslóganes televisivos. Lo que le pedíamos antes a la Providencia, se lo exigimos hoy a los políticos.

Tiempos de inversión. Cuando una cosa se pierde, otra inferior ocupa su lugar. Como el sentido de lo sagrado ha desaparecido, sacralizamos lo insustancial. Ya no miramos al cielo en busca de respuestas, sino que se las pedimos a nuestro perro. Ya no creemos en el destino, pero pensamos que fabricamos nuestra propio destino. Y los ves ahí, luchando a brazo partido contra la realidad, angustiados, temerosos, heridos, desconsolados, porque consideran que pueden construir su vida, pero lo que les ocurre es que la vida los construye a ellos. Y piensan que debe de haber un error. Y van a los gurús, a los psicólogos, a los psiquiatras, a los terapeutas, a los políticos, a que les digan dónde está ese error. Y siempre salen timados.

Sociedad de insatisfechos. ¡Y son los demás quienes tienen la culpa! Por eso no inhumamos a las inicuas personas, sino a los pobrecitos animales.

Los egipcios enterraban a sus mascotas, pero es que para ellos la muerte era un viaje. Vida y muerte se enmarcaban en una cosmovisión que confería existencia eterna incluso a la más pequeña brizna de hierba. Nosotros, por el contrario, sólo creemos en el cambio, la entropía y lo efímero. Por tanto, lo que para los egipcios era numinoso, para nosotros resulta ridículo. Lo que era espíritu y misterio para los egipcios, para nosotros es esnobismo.

Hemos cambiado lo invisible por ingenuos sucedáneos. No tenemos religiosidad interior, pero sacamos ídolos en procesiones. No le concedemos poder al pensamiento, pero los medicamentos atestan nuestros armarios. No nos conocemos a nosotros mismos, pero juzgamos inmisericordemente a los demás. No creemos en el amor eterno, pero consumimos eternamente un cuerpo detrás de otro.

Éramos hombres, pero décadas de bienestar nos han hecho animales. Por eso enterramos a los perritos y a los mininos. El cementerio mascotero de Dúrcal florecerá y dará pingües beneficios, como los está dando “El último parque” de Madrid. ¡Nichitos para llorar a las mascotas!

Cuando siglos después, la construcción de una autopista descubra alguno de estos cementerios, los seres de entonces sabrán en qué se han convertido los españoles de hoy: en chiguguas y micifuces. En animalitos domésticos.

Diario IDEAL, 27 de abril de 2010

martes, 20 de abril de 2010

ARTÍCULO CENSURADO DE JOSÉ Mª PÉREZ ZÚÑIGA

Debido a las censuras que ha sufrido en la web, reproducimos solidariamente y en defensa de la libertad de expresión el siguiente artículo del escritor José Mª Pérez Zúñiga

José Mª Pérez Zúñiga

BIBATAUBÍN


La prueba de que en España no hemos vivido aún una Transición plenamente democrática la tenemos en el auto de procesamiento al juez Garzón, cuyo delito ha consistido en investigar los crímenes del franquismo. Es además una prueba de que buena parte de la clase dominante en la dictadura sigue hoy en el poder, y de que aún son capaces de mover los hilos para silenciar a aquellos que no se conforman con pasar página o creer que la España del régimen es la de series edulcoradas como Cuéntame. La verdad es que muy poca gente quiere contar aquí lo que pasó realmente, pues para demasiados significaría resucitar los fantasmas de sus pecados. Los crímenes del franquismo son crímenes contra la humanidad, así que no puede haber amnistía posible, aunque la revistamos de ley: la Ley de Amnistía de 1977, en la que se basa Luciano Varela para acusar a su “colega” de prevaricación. Pero quien prevarica es quien dicta a sabiendas resoluciones injustas, y lo que ha movido al juez Garzón ha sido una cuestión elemental de justicia. Porque a día de hoy, no condenar esos crímenes y rehabilitar a las víctimas equivale a admitir que algo así pueda volver a suceder y que podría entrar dentro incluso de la lógica democrática. Es lo que les estamos enseñando a nuestros hijos, demasiado acostumbrados a ver cómo la política es un juego en el que lo raro parece ser la honestidad. Pero algunas políticas e ideologías conducen a la muerte. Y el juez Garzón puede ser condenado por las demandas interpuestas por unas agrupaciones políticas (Manos Limpias, Falange Española y Libertad e Identidad) que lo último que representan son valores democráticos. Partidos que, por definición, deberían estar fuera del sistema político al igual que los terroristas, y al igual que cualquier organización que promueva valores contrarios a los derechos y libertades fundamentales consagrados en la Constitución. Lamentablemente, nuestra “memoria histórica” es muy distinta. Y todavía es palpable, visible e incluso “sólida” en ciudades como Granada, donde aún podemos toparnos en pleno centro con un monolito erigido en honor de un fascista en la misma puerta del Consejo Consultivo de Andalucía. Quienes lo mantienen no sólo insultan nuestra memoria, sino también nuestra inteligencia. Esa que pretendía asesinar Millán Astray. Como si todavía gritásemos ese necrófilo e insensato “Viva la muerte”. Pero, respecto a los crímenes del franquismo, habría que recordar con Unamuno que, a veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia.

Diario IDEAL, 10 de abril de 2010

PUERTA REAL 20 - IV - 2010


LA FERIA DE LAS ARMAS

Junto a la Feria del Libro, hay otra feria: la Feria de las Armas. Mientras en la Carrera se exponen miles de volúmenes, en un cuartel de Almanjáyar se exponen miles de armas. Unos y otras esperan al mejor postor. En la Carrera, los libros aguardan al pacífico lector que anhela la sabiduría. En la calle Pedro Machuca del Polígono, las armas aguardan la mano que ha de apretar el gatillo.


Los libros los venden los libreros. Las armas las vende la Guardia Civil. Los libros han sido pulcramente editados por modernas imprentas. Las armas han sido incautadas a infractores por la Guardia Civil.

La paz y la guerra. Lo sutil y lo pesado. La vida y la muerte. Feria del Libro en Puerta Real. Feria de las Armas en Almanjáyar.

Mientras en Puerta Real se habla de pacifismo, de poesía, de belleza, en Almanjáyar se habla de rifles, de pistolas, de balas, de disparos. Abajo, la palabra. Arriba, la sangre. A un lado, el lenguaje de la razón. Al otro, el lenguaje de los puños.

La concordia y la disensión. Ambas, avaladas por las autoridades. Las mismas que se llenan la boca de pacifismo y no violencia, posibilitando una subasta de armas. Escopetas, rifles, pistolas. En una mano, la palabra. En otra, el cañón.

Metáfora de la hipocresía del estado democrático. Mientras los próceres hablan de leyes, de igualdad, de solidaridad, los servicios secretos conculcan toda norma habida y por haber.

La realidad, que habla de forma implacable, se las ha arreglado para que en Granada haya dos ferias paralelas. Una, de papel. La otra, de hierro. Cara y cruz de la misma moneda. El político que hoy se sube al estrado y nos arenga con sus insufribles “todos” y “todas”, descuelga el teléfono y ordena escuchas ilegales. Igualdad en la superficie; desigualdad en el fondo.

En Granada coexisten los libros con las armas. Los libros, en el lugar más visible y público de la ciudad, en la castiza Carrera, para publicitar las bondades del sistema. Las armas, apartadas, de extranjis, a hurtadillas, para no crear mala conciencia. Públicamente, lo que hay que decir. Secretamente, lo que hay que hacer. A Dios rogando y con el mazo dando.

Mientras un lector extiende un libro para que el novelista estampe su firma, un tirador extiende su licencia para pujar por una pistola

Los libros no vendidos serán hechos añicos por las trituradoras de papel. Las armas seguirán pasando de mano en mano hasta el fin de los días. Antes se pasaban también los libros, pero hace tiempo que acaban en las papeleras. A los rifles les esperan estantes de lujo. A los libros, el desván.

Granada, símbolo de un país hipócrita, superficialmente alegre, intestinamente cainita.

Diario IDEAL, 20 de abril de 2010

martes, 13 de abril de 2010

PUERTA REAL 13 - IV - 2010


SEXO, CHINOS Y MELATONINA

Juguetes eróticos en los bazares chinos de Granada. La sex-shop a la vuelta de la esquina. ¿Quién no tiene un “chino” a unos metros de casa? ¡Y no se puede hacer nada! Los sátiros asaltan fraudulentamente al ama de casa que va a comprar una fregona. “Qué gracia, Pepe, de camino me he traído esto, ja, ja, ja...”.

España debe de ser uno de los pocos países europeos donde lo anterior es posible. También es uno de los pocos países del mundo donde no puedes beber de la fuente de la eterna juventud.

La fuente tiene un nombre: melatonina. Dicen que la melatonina no sólo prodiga un sueño gustoso, profundo e infantil, sino que hace retornar en el tiempo a quienes la ingieren; aumenta las defensas, reduce el estrés, baja el colesterol, combate la gripe, potencia el buen humor... ¡y favorece la libido!

Pero si nos quitan la melatonina, ¿de qué nos sirven los pícaros bazares chinos? En todo el mundo, la melatonina se puede tomar como suplemento alimenticio. En España, sin embargo, está considerada medicamento. Desde el 2008 hasta hace un mes, la vendían de extranjis en los herbolarios. Pero hete aquí que han protestado los farmacéuticos. Y de súbito, les han quitado a los españoles la fuente Castalia, o sea, el manantial de la eterna juventud. El gobierno español desea que nos hagamos viejos y reviejos, sin posibilidad de retornar a la lozanía, y que, para mayor oprobio, cuando vayamos al chino, sus objetos eróticos nos pongan los dientes largos.

¡Lo verás pero no lo catarás! Ya lo he dicho: al revés de todo el mundo. Yo creía hasta hace poco que querían hacer de los españoles los sirvientes de Europa, pero ahora reparo en que simplemente desean que se anquilosen. ¡A aherrojarse y punto! Ya se sabe, un país anquilosado es un país manipulado. Así que nada de retornar en el tiempo. Nada de vivir con plenitud hasta palmarla.

España ya no es lo que era. Nuestros conquistadores buscaron en las Américas no sólo las minas de Eldorado, sino también la fuente de la eterna juventud. ¡Y ahora que se ha descubierto nos la niegan! No, las autoridades no velan por nosotros. Maquinan contra nosotros. Por eso dicen que no pueden quitar los adminículos sexuales de los bazares chinos, pero, en su lugar, han enviado a los inspectores a los herbolarios en una santa cruzada contra la melatonina.

Todo un símbolo. ¡O te acartonas a te doy con el mazo! Los viejos tienen que ser viejos, vamos. Y el interés de los viejos son exclusivamente sus achaques.

¿De qué nos quejamos? Es una constante en nuestra historia. Aquí siempre ha estado prohibido lo que era lícito en el resto del mundo. ¡Santiago y cierra España! Porno, sí; melatonina, no.

Diario IDEAL, martes 13 de abril, 2010

martes, 6 de abril de 2010

PUERTA REAL 6 - IV - 2010


HAY VIDA SIN INTERNET

Granada está a la cola de Europa en hogares conectados a Internet, ¿pero esto es malo? ¿Quién ha dicho que estar conectado es positivo? ¡Vamos! Lo positivo es vivir sin Internet. O sin televisión. O sin móvil. Eso significa simplemente que las personas viven de otra forma, que potencian las relaciones personales, que no buscan fuera lo que tienen dentro.

Cuando la mayor parte de los jóvenes y no tan jóvenes dilapidan horas rendidos a Facebook, es una maravilla que no haya siquiera quienes estén conectados. ¡Cuánto me gustaría ser uno de ellos! Cierto, podría desconectarme ahora mismo, pero ¡son tantas las cosas que hago por Internet! Gestiones bancarias, envío de artículos, lecturas de periódicos, consulta de datos, compras varias, intercambio de correspondencia... ¿Cómo prescindir de ello? Tendría que aprender de nuevo.

Me admiran las personas que no tienen esta dependencia. Las que, cuando quieren hacer una transferencia, van al banco. O cuando quieren leer un libro, se encaminan a una biblioteca. O si necesitan hablar con alguien, descuelgan el teléfono. O si quieren saber qué ha pasado, compran el periódico.

El progreso es tan mentecato que descalifica a quienes no se uncen a él. Claro que lo de progreso es un decir. ¿Somos hoy más sabios que en el siglo I? Entonces no existía la imprenta. Los libros se copiaban a mano. No había una velocidad superior a la del caballo. Y, sin embargo, cuando leemos lo que se escribía entonces, nos percatamos de que eran tan listos como nosotros. No, no somos especiales Por el contrario, no hay nada que el “progreso” dé que no quite después. Con el teléfono, dejamos de ir de visitas. La televisión nos arrebató el diálogo familiar. Internet ha quebrado las relaciones personales.

Yo antes salía y hacía una gestión detrás de otra y volvía a casa reconfortado. Ahora las hago por Internet en un abrir y cerrar de ojos, ¿y dónde están las personas a las que antes veía? ¿Dónde su sonrisa, o sus consejos, o sus palabras?

Internet produce seres cerrados e insatisfechos. No hay nada peor que pensar que tienes el mundo a un clic de tu ratón. La realidad virtual no satisface. Buscas y buscas para encontrarte con algo genuino, pero nunca lo consigues. Y al cabo de las horas, te levantas como un imbécil, vacío, embotado, con las sensación de que has perdido miserablemente el tiempo. Y estás tan harto que ya ni siquiera tienes ganas de salir ni de hablar con nadie.

¡Hay vida sin Internet! La red es un buen invento, pero no necesariamente un índice de excelencia ni de calidad. La excelencia y la calidad está en vivir a secas. Y, para ello, Internet sobra. ¡Luego Granada está a la cabeza de Europa, no a la cola!

Diario IDEAL, 6 de abril de 2010

sábado, 3 de abril de 2010

LAS LECCIONES DEL MAESTRO V


LA MUJER QUE BUSCA A DIOS EN LOS HOMBRES
(el maestro a sus alumnos)

Nada más iniciarse la clase, Amanda le pregunta al Maestro:


Admirado maestro, necesito una sabia respuesta. Soy una mujer sola, pero no solitaria. Me gusta la buena compañía, disfrutar de los pequeños placeres cotidianos (porque estuve enferma un tiempo y aprendí a valorar lo insignificante), desprecio lo material (lo tuve y lo dejé atrás, porque no me satisfizo), amo con pasión y creo firmemente en el amor, y también en el “flechazo” (porque me ha sucedido), pero desconfío del matrimonio y la pareja... En esto me considero una liberta (que compró su libertad) y que no desea volver a ser esclava. No soy rencorosa ni vengativa y tengo buenos deseos para todos mis ex, y espero que hayan encontrado la felicidad. Procuro practicar la “otredad” con todo el mundo (ponerme en el lugar del otro y comprender sus acciones y palabras). No conozco ningún matrimonio feliz, sino acomodado a las circunstancias, o a los intereses creados, o adaptados a lo que hay, o sufridores de sus parejas, o conformados con lo que les ha “tocado”. Y yo no quiero ser una conformista. Y aunque mi única convivencia durante muchos años fue buena, veo por observación a mi alrededor que la convivencia puede ser catastrófica para el amor, y deduzco que lo mejor es que cada miembro de la pareja tenga una “habitación propia”, y, más aún, “casa propia”. Llevo muchos años sin pareja oficial, eso no implica que no haya tenido amor o amante... pero nada definitivo, yo rompo siempre, por una u otra causa. Siempre encuentro pegas en los hombres que conozco, además de que no tengo buena opinión de los hombres en general, de los cuales admiro a muy poquitos, y soy de esas mujeres que piensan que “lo mejorcito ya está cogido” y que “no hay hombres interesantes libres”. No sabe, maestro, cuántas mujeres me dicen esto. O que a los hombres en general les gusta que las mujeres los traten mal, que sean tiranas, frígidas, infieles o malvadas con ellos, mientras que si eres una “bendita” en el fondo te desprecian, esto también lo piensan muchísimas mujeres. Yo, por mi parte, pienso que después de los cuarenta las personas disponibles somos stock o tenemos taras... porque si no... ya nos habrían “comprado” hace tiempo. Pero no piense, maestro, que soy cruel, sino sincera, dulce, frágil, sensible, y salgo herida con facilidad. También soy apasionada, si me enamoro amo perdidamente y sin remisión y beatifico al objeto de mis amores, al que adoro como a una deidad pagana. Aspiro a un amor total, a la química en llamas, y a un hombre inteligente, carismático, con talento, intelectual, apasionado, que pueda amar y admirar y, sobre todo... que me ame, y eso sí, “disponible”. Aclaro que no busco en el físico, sino en el interior, pues dicen que “tengo muy mal gusto” para los hombres...

Maestro, ¿he hecho bien estos años pensando de esta forma y actuando en consecuencia? o ¿debo cambiar? Y es más ¿puedo cambiar? y ¿cómo?

Espero su sabio e inspirado consejo y prometo seguirlo a rajatabla.

El Maestro le responde a Amanda:

Amanda, aunque lo ignores, eres religiosa. Desesperadamente espiritual. ¡Y, sin embargo, no encuentras a Dios! Has puesto a Dios en el hombre. Cuando buscas a un hombre, secretamente buscas a Dios. Y naturalmente no lo encuentras. Y te desalientas. Y te hartas. Y desistes. Y vuelves a comenzar.

Amanda, todo en tu ser necesita adorar. Eres religiosa y tu corazón clama por rendirse a las maravillas que te rodean. Por dar las gracias ante tanta belleza, ante tanto espectáculo, ante tanto sobrecogimiento. Y entonces vas y buscas a un hombre para hacerlo. Y te arrodillas ante él y lo adoras. Lo beatificas. Pero ¡ay, Amanda! ese hombre no es Dios. Y por cuanto no es Dios, nunca podrá devolverte cuanto le das. Y siempre estarás desconsolada, quebrada. Y por eso estás siempre rompiendo con tus parejas.

¿Cómo puedes decir que eres una mujer dulce y sensible si dejas a los hombres? ¿Si los usas y los abandonas y no tienes buena opinión de ellos? ¡Y cómo no vas a salir herida! Pues lo que haces con los hombres lo haces contigo misma. Y cada vez que abandonas a uno te estás abandonando a ti misma.

Amanda, buscas nieve en las dunas. ¿Crees que las dunas podrán darte nieve? Puedes encontrar muchas cosas entre las dunas, pero la nieve sólo está en las altas montañas. Tienes que ascender a las cimas para encontrar la nieve.

Mi querida Amanda, Dios habita en cada hombre. Y, por tanto, habita en ti. ¿Por qué buscas fuera lo que tienes dentro? Mientras no encuentres a Dios en ti, no encontrarás a Dios en cada hombre. Mientras tu corazón no beba de la fuente de la que mana todo, el río no irá a tu encuentro.

Amanda, estás perdida en las apariencias. Fíjate si lo estás que, en cuanto te he nombrado la palabra Dios, te has escandalizado. Me has rechazado. He visto tu gesto de desdén, de incomodidad. Has pensado que estoy trasnochado y que te hablo de viejos tópicos. Te han enseñado que las apariencias son verdad y que Dios no existe. Te han enseñado que Dios pertenece a los sacerdotes. Y ahora estás en la estacada, pues algo clama en ti por lo absoluto, pero no sabes ni cómo ni dónde encontrarlo. Y has recurrido a las armas que te ofrece el mundo: buscar que te quieran, que te comprendan, que te hagan el amor, que te regalen inteligencia.

¡Ay, Amanda! Nada que tú no des te será dado. Lo importante no es lo que te den, sino lo que tú des. Pues cuanto das, en realidad te lo estás dando a ti misma. Y cuanto recibes, en realidad lo estás dando a los demás. Pero no lo sabes, y lo primero que te planteas es que te amen, pero el milagro no es éste, sino amar. Si amas, ya está todo hecho. Ésta es la maravilla. No existe otra.

Cuando se ama, ¿qué más dan los detalles? ¿Qué importa que se viva en casas juntas o separadas, que te cases o no? Todo eso es irrelevante. Plantearse siquiera la cuestión implica que partes de premisas erradas. Las formas son sólo proyecciones del amor. Cuando el amor existe, las proyecciones pueden ser múltiples, pero jamás hay requisitos ni normas ni recetas. Tú vive el amor. Fluye con él. Y lo demás vendrá o no vendrá por sus propios pasos.

Amanda, tú no necesitas cambiar. Lo tienes todo. Pero sí necesitas derruir la armadura de hojalata que la sociedad ha construido sobre ti. Tienes que derribar los ingenuos mitos que te anquilosan. Tienes que dejar de creer en ídolos. Tienes que abatir los muros con que han tratado de dividirte, las pobres casas con que te han alienado. ¿Te imaginas un palacio envuelto en una choza? ¡Tienes que derribar la choza! Por eso no se trata de cambiar, sino de descubrirte. De reencontrarte con la belleza que habita en ti.

Tienes, querida Amanda, que ser valiente. Tienes que deshacerte de cuanto has aprendido y recuperar a la niña que un día dejaste abandonada. Todo lo que te han dicho los periódicos, la universidad, la televisión, los médicos, los políticos, es falso. No hay nada fuera de ti. Todo está dentro. El único lugar donde debes encontrar el amor es en ti misma. Y como es adentro es afuera. Pero jamás al revés.

Querida Amanda, el amor no está en el mercado. El amor no se compra ni se vende. ¿Por qué entonces detallas las características del hombre que deseas? ¿Qué diferencia hay entre lo que pides y un catálogo de ordenadores o de automóviles? ¡Pero Amanda! Estás impregnada hasta la médula de la sociedad de consumo. Aunque afirmas que desprecias lo material, hablas del amor en términos de mercado. Hablas de “personas en stock”. Afirmas que si éstas no tuvieran taras, ya las habrían “comprado”. Amor como mercancía. ¿Y dices que desprecias lo material? ¡Amanda! ¡Amanda!

Puede que no pases los fines de semana en los centros comerciales, pero has hecho del mundo y de los hombres un almacén donde buscas la mejor mercancía. ¿Crees que esto tiene algo que ver con el amor? Amanda, cuando ames a alguien, lo amarás tenga o no los requisitos que anhelas. Lo amarás integralmente y, por tanto, amarás todas y cada una de sus características, te hayan gustado antes o no. Y si no amas, ni el más perfecto de los hombres podrá satisfacerte.

Quiero que lo entiendas, Amanda: cuando hayas satisfecho tu necesidad de adoración donde debes satisfacerla, no buscarás a un hombre para adorarlo. Ni tú misma te endiosarás. Por el contrario, ambos os uniréis para adorar juntos a quien debéis adorar. El yugo de Dios, Amanda, tiene un nombre: libertad. ¡Extraña paradoja que quienes se entregan a Dios sean más libres que quienes se creen dueños de su destino! Te has creído dueña de tu destino y has encarcelado al amor. Te has creído dueña de tu destino y has sustituido a Dios por los hombres. Y, por tanto, te has hecho esclava de los hombres y de las mujeres, de sus opiniones, de sus erradas perspectivas, de sus sombras chinescas. Así que me dices que no quieres volver a ser esclava y que has comprado tu libertad, ¿pero tú crees que la libertad se compra creyendo en la separación? ¿Crees que la libertad se compra unciéndose a las apariencias?

Para encontrar el amor tendrás que ser realmente libre. Y sólo teniéndolo todo podrás ser libre. Porque quien lo tiene todo no busca, encuentra. Para quien lo tiene todo no hay escasez, sino abundancia. Para quien lo tiene todo no hay posesión, sino comunidad. No hay separación, sino unión. Deja fluir el universo que hay en ti y no tendrás que hacer nada.

Aspiras, Amanda, a un amor total. Vuelvo a decírtelo: eres religiosa. Pues el único amor total es el de Dios. El amor del campo cuántico. El amor de este universo, de los universos paralelos, de los universos que existieron y de los que existirán. Cierto, ese amor pleno sólo se puede experimentar a través de la unión de dos personas. Pero, para que el amor te embargue, no debes ponerlo en el hombre al que amas. Tú y el hombre al que amas debéis ponerlo en Él. No debéis amaros el uno al otro, sino amaros en Él. Sois como una compuerta que se abre al río del amor. Al unirte a un hombre, la compuerta se iza. Y el amor os anega.

Cierto también, eso te ocurrirá con un sólo hombre. ¡Pero no debes buscarlo! Ni tampoco pensar en él. Sólo cuando hayas encontrado en ti, el hombre aparecerá en tu camino. No importan el tiempo ni la edad ni la profesión ni el físico. Lo notarás porque, cuando el hombre se muestre ante ti, serás una niña. Lo impostado caerá hecho añicos a tus pies. Y amarás no con la ilusoria pasión de la que hablas, sino con una ancestral plenitud. Tendrás seguridad y confianza y certeza. Tendrás una inusitada belleza. Y no verás a un ídolo ni a un santón ni a una deidad, sino a un ser de carne y hueso. No te habrás enamorado de un espejismo, sino de un hombre. Y ese hombre será para ti todos los hombres. Y sabrás que lo has conocido siempre. Y te vendrán recuerdos de cuanto has vivido con él, aunque según las leyes del mundo no hayas vivido nada.

Querida Amanda, no tienes que mover un dedo, no tienes que cambiar, no tienes que angustiarte ni atender. Sólo aceptar tu necesidad de trascendencia. Y cuando hayas puesto a lo absoluto sobre todas las cosas, el amor vendrá a ti sobre todas las cosas. En la figura de un hombre. Un hombre de carne y hueso. Y sentirás que siempre ha estado contigo. Y que siempre lo estará.