Christian Danielsson,
representante sueco de la Unión Europea
YO NO QUIERO CENAR, SEÑOR ALCALDE
Gracias, señor alcalde, por no darnos de cenar. Soy Arthur Meinneken, uno de los embajadores de la Unión Europea que visitarán Granada el próximo 24 de abril. ¡Si viera lo pesado que es tener que hacer una tournée de éstas cada seis meses! En todos sitios nos reciben con agasajos y te pasas todo el día comiendo. Algo verdaderamente insoportable. Llega un momento en que no sabes dónde estás: si en Estocolmo o en París o en Praga. Y es que todos los banquetes son iguales.
Querido alcalde, su gesto es de agradecer. Gracias a él, los representantes de la Unión podremos al fin pasear por la ciudad que visitamos. Posiblemente cenaremos, pero pagándolo de nuestro bolsillo. Yendo al sitio que nos plazca. Descubriendo. Lo mismo tomaremos un pincho (creo que allí se dice “tapa”) que una ración, pero será lo justo para sentirnos bien y paladear algo hallado por nosotros y no diseñado por la oficialidad.
Señor alcalde, estamos ahítos de productos típicos, de promociones, de recibimientos apoteósicos. ¡Qué bien que en su ciudad podamos descansar de tanta parafernalia! Usted es el único en toda la Unión que ha sido valiente. ¡Si viera el dispendio que se hace a nuestro paso! Le darían arcadas. ¿Sabe la impresión que sacamos? Que Europa es tercermundista. Nos tratan como a santones, como si nuestra simple presencia ungiera a las personas y lugares por donde pasamos. ¿Y sabe usted? Al día siguiente nos levantamos con dolor de estómago, con resaca, maldiciendo a la ciudad de cuyo nombre no queremos acordarnos. Su gesto, señor alcalde, sí hará que se recuerde su ciudad.
Mi muy querido alcalde, usarán esto contra usted, pero créame, y se lo digo con el corazón, quienes resultan indignos son los que dilapidan el dinero de los contribuyentes invitando a este ejército de embajadores con sus cónyuges y ayudantes. ¿Invitan también a los profesores, a los investigadores, a los científicos, a los médicos? No, seguro que no. ¿Por qué invitarnos entonces a nosotros?
Señor alcalde, usted ha roto una arraigada servidumbre. Ni mil embajadores de la Unión le conferirán a su ciudad el prestigio que usted le ha conferido con su decisión. Yo le estoy agradecido. Sin duda, los granadinos también.
En la escasez, señor alcalde, hay mucha más grandeza que en el lujo. Hay ciudades que se conocen por el oropel, pero las que dejan huella son las austeras y rebeldes.
Por favor, señor alcalde, ¡que nadie se haga cargo de esa cena! ¡Que nos liberen por una noche! Que les den el ágape a los parados, de los que España va a la cabeza de Europa. A nosotros, que nos regalen lo más preciado: la libertad de transitar por una ciudad de la que dicen que es muy, pero que muy hermosa.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes 16 de marzo, 2010
Joder Gregorio: págate unas cañas tío. Pero no a esa caterva de inútiles que juegan con Europa al monopoly, sino a estos folicularios miserables que somos tus colegas. Mejor aún, que el excelentísimo no se gaste los millones en lucecitas de navidad o portales de feria, y que lo invierta en tapar agujeros, en cerrar parches, o, por ejemplo, en colgar poemas en las paredes de la ciudad. Una vez colgaron uno en la placeta de Luis Rosales y sé de buena tinta que todos los días para alguien y lo lee con melancolía. Que cuelguen más poemas en las fachadas, y que cada uno se pague su cena. Pero tú, querido Gregorio, ¡págate unas cañas tío!
ResponderEliminarFdo. Gorronowsky Gart