LECTURAS

Arranz, David Felipe





VIAJE INTERIOR

Rubén Darío Vallés Montes, Viaje a Menorca, Editorial Alhulia, Granada, 2012

El trayecto que Rubén Darío Vallés Montes hace en Viaje a Menorca no es a la isla Balear, sino al interior de sí mismo. El lugar es un pretexto. Podría haber sido cualquier otro. Podría no haber salido de su ciudad, le habría bastado un mero cambio de circunstancias. Porque el papel de la isla no es otro que el de mostrarnos el precario equilibrio psicológico de Iván, el protagonista, al comienzo de la novela un chico normal, apasionado de la literatura y que marcha a Menorca a encontrar un trabajo que le permita ahorrar para dedicarse a escribir. Pero conforme avanzamos en la lectura, se va revelando su esquizofrenia, y lo hace de una manera certera, dosificada, gradual, sin citar el nombre del padecimiento, de modo que el lector, alejado de cualquier prejuicio, penetra sin resistencia en el alma paranoide, se identifica con ella y vive en propia carne su angustia, su lucha por la racionalidad, su refreno permanente.
Un retrato, pues, magistral de la esquizofrenia que no tiene nada que envidiar al que nos han trazado otras obras y películas, como Una mente brillante. Lo bueno es que el autor nos muestra por igual los momentos de enfermedad y los de lucidez, por lo que su obra constituye una cala idónea en la mentalidad contemporánea, un trozo de vida en el que está toda la vida, como en los hologramas. Este es el mérito singular de la novela junto a una prosa ágil, flexible, natural y sincera, que puede pasar en segundos de los sublime a lo chocarrero conservando, sin embargo, su calidad literaria, y en la que cabe cualquier tipo de reflexión, comentario e inciso, actuando muchas veces de modo parecido a un monólogo interior. Prosa por tanto muy viva y muy personal, que aleja al autor de la literatura acartonada, de huero esteticismo o planamente periodística.
El protagonista /autor se muestra claramente como un outsider, como han sido todos los escritores de temple, para quienes estar en los aledaños de la sociedad, mirarla desde fuera, de modo “extrañado”, es su condición necesaria para tasarla en su justa medida, para salir de las apariencias y abarcarla. Sabido es que para contemplar el panorama hay que alejarse o subir muy alto.
Rubén Darío Vallés hace un viaje a su interior, pero, al mismo tiempo, hace otro a su época, y por eso sus reflexiones pasan por el cine, la literatura, el fútbol, la televisión, la política… Ninguno de los problemas cruciales del mundo moderno le es ajeno. En su libro somos testigos de la lucha por la vida, que pivota sobre su condición de cocinero, lo que nos lleva a conocer los intríngulis, virtudes y defectos de esta profesión vital para la salud, las relaciones sociales y los eventos memorables, pero tan desconocida, más cuanto más chefs estrellas pululan por los medios.
Viaje a Menorca es un viaje muy real en el espacio y en el tiempo, un viaje circular alrededor de la Historia y alrededor de la locura, la personal y la de nuestro tiempo. Sorprende cómo la excelente prosa del autor da categoría literaria a hechos triviales, cotidianos, anodinos, y puede convertir en todo un brillante capítulo el mero hacerse una comida, darse un paseo, ver la televisión o leer un libro. En este sentido, ha escrito un texto que nos reconcilia con nuestra intimidad y le devuelve la belleza a los pequeños actos. Tal vez porque lo que es inconsciente para nosotros, para el protagonista implica esfuerzo, vive en pleno presente, que dicen es la condición de la plenitud. Así que su mal representa también su bien. Junto a la lucidez de numerosas de sus opiniones, la capacidad de llegar al corazón de las cosas y de los hechos, de apropiarse de su vedad oculta, hacen fructífera la lectura de esta novela. Cuando el lector cierra el libro, contempla el mundo bajo nuevas y oxigenantes perspectivas. Lo que quiere decir que ha llegado dobladamente a la meta; que ha he hecho, pues, un perfecto Viaje a Menorca.

GREGORIO MORALES VILLENA
Madrid, 23 noviembre, 2014



EL LECTOR BRUJO

Daniel María, El hombre que ama a Gene Tierney, Neys Books Ediciones, Santa Cruz de Tenerife, 2014

El hombre que ama a Gene Tierney no es una novela, como sostiene Daniel María, su autor, que tampoco es el autor del libro, sino el oficiante, el mago, en cuyo laboratorio nos adentremos para verlo rodeado de redomas, alambiques, cuervos, sapos y pociones mágicas, salvo que no es él quien va a desplegar sus poderes ante nosotros, sino nosotros mismos, es el lector quien debe envolverlo todo en su magia para que los elementos cobren vida, desplieguen sus humos y espejismos y compongan la ilusión, la historia, los hechos, que posiblemente serán distintos de los de otro como distintos son los llamados a hacer de brujo.
Por eso El hombre que ama a Gene Tierney no es una novela y es una novela; no lo es porque no se nos presenta una historia en el sentido tradicional; lo es porque, mezclando los diversos catalizadores, el lector puede crear una historia coherente. Y por eso Daniel María no es el autor y es el autor; no lo es porque, más que contar, nos ofrece una carpeta con los materiales que podrían servirle para contar; y lo es porque sus materiales son suficientes para que de ellos emerjan uno o muchos relatos.
Daniel María lo deja claro: “La creación, las posibilidades de la ficción, es decir, la IMAGINACIÓN, habita en todos”. Consecuentemente todos pueden ser brujos. Por eso no perfila, no acaba, no teje, sino que nos deja a solas con la rueca y el huso del hada madrina. Como él mismo reitera: “No se trata de contar las cosa a medias, sino de acoger un espacio para imaginar lo ocurrido, sin que por ello sea vea impedida la verdad”. Es decir, la verdad de cada lector que, con su poder fáustico, crea una de las realidades posibles.
Yo no he leído la novela que no ha escrito Daniel María. O dicho de otro modo: yo he escrito en mi imaginación la no novela que no ha escrito Daniel María. Por tanto, El hombre que ama a Gene Tierney cuenta las experiencias de Gregorio Morales Villena escritas por Gregorio Morales Villena, eso sí, gracias al magistral laboratorio alquímico de Daniel María.
¿Y qué novela he escrito con estas pociones y elixires? La de un joven que ama profundamente la literatura, que vive en y por la literatura, y que tiñe cuanto le rodea de imaginación literaria, hasta el punto de que incluso su amor real, Sarah, debe compartir amor con la mítica Gene Tierney. Siempre sobre la realidad, la ficción, sin la cual las cosas serían desnudo prosaísmo, no tendrían sentido. O bien la realidad sólo tiene valor como material de la ficción. Todo circula y se complementa entre estas dos redomas. Por eso el protagonista está haciendo una tesis sobre la literatura canaria y a la vez está escribiendo una novela y a la vez un crimen le da para redactar un guion cinematográfico y a la vez, cuando narra y homenajea a los personajes que poblaron su niñez, resalta lo que tienen de memoria poética.
Tal vez sea esta última la mejor parte del libro, la más bella, la más emotiva, la que más llega al corazón, esa evocación nostálgica y serena de sus padres, tíos, abuelos, tíos-abuelos, amigos y familiares, vistos con plenitud y amor incondicional. Daniel María ama la vida y los seres que la pueblan y, para que sea más fúlgida, para que deje huella, le inyecta el filtro de la pasión literaria.
El hombre que ama a Gene Tierney no es una novela, no; es un grimorio, un legajo de salmos y sortilegios, un pequeño tesoro mágico que hay que leer en voz alta para que cuanto nos rodea revele su misteriosa singularidad.

GREGORIO MORALES VILLENA
Madrid, 18 de noviembre, 2014


EL CATALIZADOR

Enrique Revuelta, Luna Parker, Sial/Narrativa, Madrid, 2010
Luna Parker es el nombre de la fascinante y liberada protagonista de la novela del mismo nombre de Enrique Revuelta, pero no resulta gratuito que el apellido sea homónimo de la famosa casa de plumas estilográficas, ya que, aparte de mujer, Luna Parker es el catalizador de las experiencias de Mariano, el protagonista, un claro alter ego del autor. La chica es la confidente, el centro en torno al cual Enrique Revuelta desgrana su propia biografía. En este sentido hay que leer su novela: es un ajuste de cuentas con la vida, un homenaje a lo que más ha amado y ama, un saldar el pasado.
Desde su niñez en el colegio, su adolescencia en el Liceo Francés, la Universidad, la lucha antifranquista, el mayo del 68 en París, su madurez y actividad periodística y literaria, todo se muestra y da vueltas, una y otra vez, en torno al centrípeto eje de una actriz española-americana que aparece un mes de agosto en la vida del protagonista, mes de inactividad, propicio por tanto para los exámenes de conciencia, lo que le hace componer una perfecta novela circular que acaba donde comienza.
Como en toda novela metaliteraria, puesto que ésta lo es, el autor sintetiza su técnica en el texto: Es una novela –escribe– “muy autobiográfica (…) Es una obra de aventuras, intimista y hermética, con la que estoy reviviendo mi infancia. Intento conjugar los silencios, la ausencia, la pérdida, el encuentro, la ilusión, el destierro y –sobre todo– la muerte que marcaron mis primeros años (…) La he situado en Madrid. Mi ciudad es auténticamente un baluarte. Encuadro perfectamente los personajes en los distintos ambientes. Descubro lo que hacen, lo que piensan, hacia dónde dirigen sus pasos y cómo se manejan en esta gran urbe. Con ello construyo mi más íntimo mundo. Cuento cosas del colegio, de mis amigos, de la pubertad, de mayo del sesenta y ocho y de mis amores otoñales…”.
Son esos amores “otoñales”, concentrados en Luna, lo más hermoso de la obra, pues aúnan, al lirismo y a la fuerza, un erotismo singular, una mezcla de sexo, sensualidad, ternura y amor que confiere sentido, que es la energía de vivir, el magma donde el protagonista se hunde para emerger renovado y continuar la conquista de sus sueños.
Lunar Parker es una novela que cala por la sinceridad del protagonista, por la fidelidad que esgrime hacia todos los seres, por la admiración hacia su ciudad y país, por la ausencia de rabia y de odio, lo que nos descubre a un hombre de gran corazón que no ha encerrado a su niño interior, de modo que lo sigue viendo todo con los ojos del cariño y de la maravilla.
Éste es el poso que nos deja la novela y aquí radica su originalidad: la de mostrarnos a un ser alejado del español prototípico, un ser que disfruta los matices, discrimina los claroscuros, tasa imparcialmente el pasado histórico y su propio pasado, y sabe abstraerse de la crítica ácida para encontrar en cada corazón humano lo mejor que habita en él. Por eso se trata de una novela positiva que confiere una dichosa paz al constatar que hay seres que saben llegar a la esencia de las cosas y, en consecuencia, son premiados por ellas. De ahí que el protagonista se merezca la intensidad de la voluptuosa y proteica Luna Parker. De ahí que también nos la merezcamos nosotros. Pero no porque Luna Parker esté fuera, sino porque está dentro. Luna Parker somos todos… a condición de que Enrique Revuelta sea el catalizador.

GREGORIO MORALES VILLENA
Madrid, 16 Noviembre 2014


ARRANZ, GPS LITERARIO

David Felipe Arranz, Arquitecturas de la ficción, Editorial Líneas Paralelas, Madrid, 2014

El último libro de David Felipe Arranz, Arquitecturas de la ficción, revela a un prodigioso guía que es capaz de llevar a cabo cualquier ruta con mano segura, desde el desierto traidor, pasando por las ciudades más cosmopolitas hasta el intrincado laberinto del Minotauro. Tú puedes darle cualquier tema literario, que es lo mismo que darle el nombre de la calle más recóndita del mundo o el lugar más perdido, y él comienza su ruta y te lleva de aquí para allá, de forma sorpresiva y certera, te señala una dirección, luego otra, más tarde un atajo, luego da un rodeo, sube a la montaña, baja de ella… y al final el objeto queda perfectamente delimitado, has llegado al lugar donde querías. Tú puedes pedirle que te hable del juego y la literatura, de la esperanza en los escritores, de la compasión y la libertad como objetivos literarios, del dolor en los textos, y arranca como un torpedo y te pone un ejemplo de acá, te cita un libro de allá, entra en el interior de tal escritor, traza los elementos biográficos de otro, relaciona lo aparentemente dispar, se detiene unos momentos para respirar y reinicia la carrera hasta llegar triunfante a la meta. Nada puede detenerlo: ni países ni geografías ni lenguas ni épocas ni géneros ni sexos, sino que dispone a su placer de la Literatura, de toda la Literatura, como si fuese un gran mapa y él el mejor de los topógrafos o agrimensores.
Va más lejos incluso, porque tampoco se queda en los cuerpos y va al alma, y de este modo traza geografías espirituales o etopeyas y nos pone incomprensiblemente en el mismo saco a Miguel de Cervantes y a Stanislaw Lem, a Diderot y a Torres Villarroel, a Dostoievski, Unamuno y Thomas Mann… Desde luego hay que tener mucho conocimiento para hacer esto, haber leído muchísimo, saber despegarse de las lecturas para ver a vista de pájaro, trascender las apariencias para llegar al corazón, y llevar un timón firme para no perderse por los vericuetos, por los meandros, por las encrucijadas.
¡Qué gran piloto de la literatura es David Felipe Arranz! O mejor aún: es un GPS de la literatura, pero un GPS del futuro, de esos que no nos harán jamás trazar un camino tautológico, o perdernos en la nada, o caer en la zanja que corta una carretera. Con este GPS se está siempre seguro de llegar. Encima la voz no posee ese tono impostado y mecánico de los artilugios presentes, sino que es una voz personal a través de la cual entrevemos la propia psique de quien nos habla, su psicología, incluso su estado de ánimo en el momento en que escribe, y por eso nos transmite una cósmica pasión por la literatura, una apertura sin límites a los temas más enconados, y una tendencia a la libertad tan poderosa que sólo puede ser contrarrestada por un amor igual de poderoso. Pero hay también como una larvada nostalgia, como una pequeña tristeza, pues este GPS está tan dotado que destella solitario en el Universo, es único en su género y no tiene por tanto con quien medirse. Y hacer un camino, por muy bien que se haga, como único caminante es duro. A veces se rodea de GPSs satélites, pero como tiene la rara virtud de extraer sus conocimientos con rapidez supersónica, de nuevo devienen la soledad y el aburrimiento. ¿Con quién compartir estas arquitecturas llenas de paisajes y de vértigo? No hay nadie o casi nadie que pueda seguirle hasta el final y los entusiastas compañeros del comienzo van cayendo exhaustos por el camino. ¡La singularidad y la brillantez tienen este hándicap!
Llegará un momento en que, si no quiere estar solo, deberá echar ceniza sobre sí. ¡Pero ojalá esto no ocurra nunca! Pues lo héroes deben inmolarse en favor de la humanidad. David Felipe Arranz debe inmolarse para dejar testimonio de lo poderosa que puede ser la literatura, de los caminos que puede abrir, de los milagros que puede obrar. Aunque estemos en un mundo gris, debe haber un GPS para quienes deseen emprender las más inaccesibles rutas.

GREGORIO MORALES VILLENA
Madrid, 12 Noviembre 2014

1 comentario:

  1. La lectura es tan particular como el patio de mi casa. Hoy se lee cada vez menos. Un abrazo

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