(el maestro a sus alumnos)
Mis amados estudiantes, me preguntáis qué son los espejismos y cómo distinguirlos. Veréis: lo que la sociedad llama “aprendizaje” es, en realidad, un desaprendizaje.
Los niños ven más allá de las apariencias; los niños ven lo invisible; ven el mundo real. Pero los padres y la sociedad se proponen invertir su conocimiento. Logran que dejen de ver lo invisible y consideren que el mundo es real. Así, conforme crecen, comienzan a rendir culto a lo irreal.
Todo cuanto tejen los hombres es fantasmagórico. No existe. ¿Os habéis visto reflejados en el agua? La imagen cambia, se agita, se deforma según el movimiento de la superficie. La imagen reflejada no es vuestra imagen. Estáis firmes, permanentes, mirándoos en las aguas, pero vuestra imagen se metamorfosea a cada segundo.
Todo lo que cambia es falso. ¿Habéis visto cómo cambia la sociedad de los hombres? ¿Cómo cambian sus leyes, sus costumbres, sus escritos, sus artilugios? Cambian porque lo que es falso no puede permanecer por mucho tiempo idéntico a sí mismo. Lo que es falso se encuentra en continua metamorfosis. Se trueca, se hace, se deshace, se tuerce, cae, se levanta, y así de manera eterna e infinita.
Lo que los hombres llaman “edades” es la prueba de que cuanto tejen son ilusiones. Hasta sus más firmes creencias, aquéllas por las que son capaces de dar la vida, se truecan de unos siglos a otros.
No hay nada real que pueda construir el hombre. Ni siquiera la ciencia, que se transforma igual de un tiempo a otro. Hoy te pueden llevar a la hoguera por no creer una cosa y mañana ensalzarte por haberla creído. Todo es inconsistente, versátil, traicionero en el mundo de los hombres. Luego la realidad tiene que estar en otra parte.
Esa es vuestra misión, queridos alumnos: encontrar la realidad. Ahora ya lo tenéis claro. Todo cuanto de visible os rodea es espejismo. Lo que creen los hombres, lo que hacen, lo que dicen, lo que construyen, todo es humo, niebla, inconsistencia, mentira.
Si queréis eludir los espejismos, no podéis obedecer a los hombres. Tampoco debéis oponeros a ellos, porque conferimos realidad a aquello con lo que luchamos. No tenéis que luchar con nada. Simplemente pensar que no es real. Cuando los hombres traten de imponeros sus dogmas, no los rechacéis. Simplemente no creáis en ellos. Ved más allá de ellos. Pues ahora debéis desaprender y considerar que la verdadera realidad no es la que os enseñaron, sino aquélla con la nacisteis.
La verdadera realidad está en lo invisible. La verdadera realidad mana de los sueños, que nos enseñan que no estamos separados, que no somos uno, sino multitud, que somos niños, jóvenes y adultos a la par; que el tiempo no existe, sino que todo es un simultáneo presente; que nuestros cuerpos son irrelevantes y que, más allá de ellos, hay un espectador que lo contempla todo desapasionadamente.
Los sueños son la voz de la realidad. Nos parecen incoherentes porque nos han enseñado a despreciarlos, y porque nos han dicho que lo real tiene sólo que ver con la lógica y el tiempo. Amados alumnos, el mundo que desean que consideréis real ha sido construido por la soberbia del hombre. El hombre que, al ver la creación, ha querido emular el vasto poder de la energía; el vasto poder de Dios. Lo que Dios construye es real. Lo que el hombre construye es fantasía. Así que, si queréis evadiros de los espejismos, no deberéis acatar las leyes del hombre.
Vosotros servís a una causa mayor, el gigantesco poder del cosmos, el campo cuántico en el que brota y desaparece la materia, las cataratas de amor que cosen galaxias y aparean estrellas.
Toda ambición, todo deseo, toda posesión son espejismos. Pues ni la gloria ni la soberbia ni las posesiones se pueden llevar de una existencia a otra; pero el amor, sí. El amor es el oro de la realidad. El amor es la única moneda que sirve al alma. Quien crece en amor no mengua nunca.
Vosotros, amados discípulos, tenéis que crecer en amor. Y, al hacerlo, cualquier espejismo quedará hecho añicos. Cuando no sintáis amor, sino miedo, o cualquiera de las formas del miedo, entonces estáis ante un espejismo. No es real. Pero si sentís amor, es real.
Vosotros sois los exploradores de lo invisible. Vuestro objetivo no son las selvas ni las galaxias, sino los mundos sutiles, ignotos, que están en cada uno de nosotros, que radican en todo y más allá de todo. Ése es vuestro reino, queridos alumnos. Ésa es la realidad.
Cuando el mundo que os circunda comience a palidecer y, en su lugar, escuchéis el alma milenaria y atormentada de los hombres, los himnos del bosque y el ancestral canto de las rocas, entonces es que estáis penetrando en lo real. Cuando una profunda compasión os una hasta al más miserable de vuestros enemigos, cuando os veáis invulnerables al mal, cuando una dicha inefable os posea, es que estáis en la realidad. Y entonces el tiempo se volatilizará.
Son las ilusiones humanas las que fabrican el tiempo. Sin ilusiones, sólo existe eternidad. Vosotros, mis queridos estudiantes, sois los adalidades de la eternidad. Lleváis la eternidad a cada hombre aprisionado por el tiempo. Lleváis el ser a todo hombres aprisionado por las apariencias. Como no fluís con el tiempo, ni la enfermedad ni la vejez pueden con vosotros. Vuestra lozanía, vuestra salud, son el testimonio de que la red de los prejuicios no os ha cazado. El testimonio de que la realidad late en vosotros, y la realidad es siempre permanente, impecable, impoluta y feliz.
Queridos alumnos, glorificad lo invisible donde el mundo asienta sus raíces, lo invisible que lo anima y que lo nutre. Alimentaos, discípulos míos, de lo invisible. Entregad vuestro tiempo a lo invisible. Lo invisible antes que comer, antes que reproducirse, antes que trabajar. Lo invisible por encima de todo. Lo invisible que ha pasado a ser vuestra realidad, mientras que aquélla en la que cree el mundo se ha tornado meliflua y espectral.
Los espejismos, amados alumnos, son el mundo, la Historia, los libros, las filosofías, la prensa, los museos. Lo real está más allá y se asienta en lo que es igual que hace millones de años: en las montañas, en los bosques, en los desiertos, en los mares. Allá donde las ilusiones del hombre no han llegado aún. Lo real habita en el interior de cada uno de vosotros.