«¿De qué te quejas? ¡Tienes lo que te mereces!»
Ciudadanos silenciosos (ilustración de Iván Solbes) |
Hombre silencioso
Has visto la política de lejos, como algo pintoresco,
ridículo tal vez, al margen de tu vida. ¡Allá los hombres públicos! No iba
contigo. Cuando salpicaba aquí y allá un caso de corrupción, te encogías de
hombros. “¡En el otro partido son peor!”, te decías. Y hasta llegabas a
comprenderlo y te decías: “¡Quizá yo habría hecho lo mismo!”.
Cuando los casos de corrupción,
martingalas, engaños y latrocinios fueron subiendo en la jerarquía, hasta te
parecía divertido. “¡Pobres, lo que están sufriendo!”, te apiadabas. Tampoco
iba contigo. ¿Acaso interfería tu vida? Cuando descubriste que cientos de
millones de euros se dilapidaban por los Gurtel o los ERE para hacer
clientelismo político y pingües negocios, a lo más expresaste una pequeña
sorpresa que ni siquiera te impidió votar a los responsables. “¡Todos están
manchados! ¡A alguien habrá que votar!”, exclamaste. Y nuevamente te olvidaste.
El mundo de la política estaba demasiado lejano, era como un filme americano
donde podían morir los protagonistas mientras tú comías tranquilamente frente
al televisor.
Cuando te enteraste de que los
órganos democráticos estaban inflados con asesores, puestos de confianza,
directivos cañí, gandules con camisa abierta o fijador, te pareció natural. ¡Tú
también habrías puesto a tu hijo o a tu cuñado! Al fin y al cabo no iba
contigo. ¿Te molestaban acaso? ¿Se metían en tus cosas? Cuando veías las
cuchipandas, el gasto desaforado, las construcciones inútiles, las reformas de
lo reformado, los despachos suntuosos, los edificios megalómanos, te decías que
el poder era eso, ¿no? Y hasta sentías una secreta envidia. ¡Te habría gustado
tanto estar en esos fiestones, acceder a esos edificios, vivir en ese dispendio
dorado! Y sonreías con indulgencia. ¿Te incomodaban acaso?
Cuando te percataste de la
permanente lucha autonómica por conseguir más trasferencias, cuando observaste
el victimismo respecto del gobierno central, cuando incluso sospechaste un
centralismo autonómico idéntico al que ellos mismos criticaban, te dijiste que
las autonomías eran después de todo el lado bueno, las que realmente te protegían.
Aunque te ataban con continuas leyes, prescripciones, disposiciones que
doblaban, negaban o contradecían a las nacionales, tejiendo sobre ti una red de
lazos inmovilizantes, tuviste la suerte de que ninguno te asfixiara férreamente.
¿Entonces qué más daba? ¿No estaban los parlamentos para elaborar leyes? ¿Había
algo malo en tener más leyes que cualquier otro país del mundo?
Pero no sabías ¡ay! que todo eso
se pagaba con tu dinero. Para poder mantener aquello con lo que condescendías,
se habían pedido créditos y créditos y créditos… ¡Y tú, hombre silencioso, sin
saberlo, eras el fiador! ¡Tú eras la garantía del dinero desorbitado, de los
cargos inflados, del lujo trivial, del despotismo idiota, del latrocinio hecho
institución! ¿Que no iba contigo? ¡Lo estabas pagando tú! Sólo lo comprendes
ahora, cuando te reducen el sueldo, te quitan la extraordinaria, te aumentan
las horas laborales, te dirigen como un esclavo. ¿De qué te quejas entonces?
¡Tienes lo que te mereces!
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 17 de julio, 2012
Magnífico, lúcido artículo, Gregorio. Lo reproduzco en facebook con tu permiso. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Qué alegría saber de ti, Josevi! Se te echa mucho de menos. Gracias por tus palabras y por compartir, viniendo ambas cosas como vienen de un maestro.
EliminarSiempre tu lado critico al filo de la navaja.
ResponderEliminarLo comparto en mi facebook
Besos
¡Nuestro lado crítico, Marian, al filo de la navaja! Porque, en eso, somos almas gemelas. De ahí que me guste escuchar tus opiniones. Gracias por ésta. Y por compartir en tu Facebook que tiene tanta o más audiencia que televisión española.
EliminarHola Gregorio es un placer leer tu escrito...Me gusta como sacas punta al lápiz para decir y escribir verdades en tiempos difíciles...
ResponderEliminarUn abrazo de MA.
El blog de MA.
¡Gracias, MA! Para la verdad, son siempre tiempos difíciles. ¡Sólo que ahora comienzan a darse cuenta de que el rey estaba desnudo! Terrible cuando se han alabado sus ropajes. Seamos como los niños, y no veamos otra cosa sino lo que tenemos delante.
Eliminar"O pior cego é o que não quer ver". Muito bem escrito, Gregorio. Vou divulgar no facebook. Grande abraço do Porto,
ResponderEliminarRui Vaz Pinto
¡Muy cierto, Rui! Un abrazo muy grande también desde Granada.
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