miércoles, 24 de febrero de 2010

LAS LECCIONES DEL MAESTRO IV


LA MUJER PERVERSA
(el maestro a sus alumnos)

Mis queridos alumnos, hoy tenemos entre nosotros a una nueva discípula. Es la mujer de la que hablamos el otro día. La mujer a la que tanto ha amado Samuel y por la que tanto ha sufrido. Paula está aquí, entre vosotros, a regañadientes, recelosa, desconfiada.

No es para menos. A Samuel no se le ocurrió otra cosa que pasarle los apuntes de mi lección anterior. Y ella se ha indignado. “¡Esa no soy yo!”, clamó. “¿Cómo te has atrevido a contar esto?”, le reprochó a Samuel. “¡Y de qué forma lo has contado!”.

Samuel me relató su reacción y yo le he pedí el teléfono y la he llamado y le he suplicado que hoy estuviera aquí con nosotros. Sí, escucháis bien, le he suplicado que viniera. Ella tenía que estar aquí hoy. La amo igual que amo a Samuel, igual que os amo a vosotros.

Paula, llevas toda razón. Tú no eres la mujer que pintamos el otro día. Tú eres amor puro. Tú eres completa e íntegra. ¿Cómo podrías ser la mujer que Samuel ha retratado y a la que yo me referí? No lo eres, no.

No debemos engañarnos. ¡Pero tú tampoco, Paula! Si eres amor y estás completa e íntegra y lo tienes todo, ¿por qué sientes terror de estar sola? No hagas muecas de extrañeza. Lo sabes muy bien. Sientes un inmenso terror de estar sola. Cuando no hay nadie a tu lado, te sientes perdida, desolada, y lo darías todo por la compañía del más miserable de los hombres. Necesitas desesperadamente personas uncidas a tu yugo para paliar tu soledad, y, para ello, no dudas en utilizar todos los métodos a tu alcance: sexo, celos, sorpresa, silencio, abandono, reconciliación... Para que la soledad no exista, en una desesperada lucha contra la soledad.

Y, sin embargo, cuando tienes a uno de tus satélites junto a ti, no te sientes satisfecha. Hay un incomprensible vacío en tu corazón. Y la soledad sigue aleteando. Crees que tal vez otro satélite desharía tan incómoda sensación, y cuando estás con uno, piensas en otro, y vas de unas amistades a otras, de unos amores a otros como el insatisfecho agujero negro que puede tragarse la creación entera y aún está vacío.

Te das, Paula, a cualquiera y, de esta forma, no te das a nadie. Quien te desee te puede tener, aunque eso sí, de forma inconstante, temporal, cíclica. Das bandazos por el universo como una estrella errante en busca de satélites y cuantos planetas se cruzan en tu camino tratas de atraerlos, pero, cuando lo consigues, ya no te interesan. Sigues tan sola y tan hambrienta como siempre, pensando en las estrellas que nos has logrado atraer y despreciando a quienes giran a tu lado.

No llores, Paula. No eres malvada. Ni perversa. Eres amor y eres completa e íntegra y lo tienes todo. Salvo que no sabes verlo. Porque si supieras verlo, entonces ya no tendrías miedo de la soledad. Entonces, aunque estuvieras sola, el universo entero estaría a tu lado. Aunque estuvieras sola, la creación entera te hablaría. Aunque no estuvieras con nadie, te sentirías arraigada, profundamente amada.

Paula, el problema es que no sabes amarte. El problema es el desamor que sientes hacia ti misma. El problema es que te crees tan vacía que sientes una desesperada necesidad de tomar. Sientes la desesperada necesidad de arramblar con cuanto se tercie, de acapararlo todo, de atesorarlo todo, para así paliar la penuria de tu alma. Y por eso sientes terror de amarte, terror de amar: porque crees que tendrás que dar mucho y entonces estarás más vacía aún. Y por eso no quieres amar, sino ser amada, porque de esta forma te dan y tú no tienes que dar. Y el amor de un hombre te parece poco, te parece insustancial. Los necesitas a todos. Y tampoco te basta el amor de muchos hombres. Necesitas el amor de una mujer. El amor de las mujeres. Ansías el amor de la creación entera porque nada puede saciar tu falta de amor. Y ansías el placer, todo el placer que puedas obtener, porque crees que tu cuerpo envejecerá, se consumirá, y que serás una vieja aborrecible y ya no podrás tener nada.

¡Y, sin embargo, Paula, sería tan fácil que te amaras a ti misma! Y así, de pronto, dejarías de apetecer. Ya no tendrías necesidad de nada exterior. Te alimentarías de tu propio amor, estarías llena de él.

Sólo entonces podrías amar realmente. Al no tener necesidad de adoración ni de adoradores, tu amor sería como debe ser el amor: gratuito, incondicional, constante, cimentado, inamovible. Podrías amar a una sola persona y, al amarla, estarías amando a la humanidad entera. Pues el amor a la humanidad pasa siempre por el amor a una de sus criaturas. Sin esta condición, no existe amor, sino una caridad edulcorada, hipócrita, falsa, que es el amor de los bien pensantes, de los sacerdotes, de los hombres y mujeres políticamente correctos. Para que haya verdadero amor, tiene que haber un desbordante y único amor.

Así que se ama a uno, Paula. Porque dos que se aman son muchedumbre. Y si se aman en el inagotable río del amor, entonces son la humanidad entera. Cuando tu amor va de unos hombres a otros, leve, reticente, condicional, limitado, caduco, entonces Paula, te estás dejando de amar a ti misma. Huyes del amor y vas de cuerpo en cuerpo como los monos van en la selva de liana en liana. Cada nuevo cuerpo que añades a tu lista es un mayor obstáculo para el amor. Mientras sonríes con tu triunfo, eres secretamente abrumada por la derrota. Mientras los ropajes del ego se inflan, secretamente tú menguas. Mientras alardeas presuntuosa de quienes te llaman, solicitan, regalan o desean, secretamente te ignoras, te desdeñas, te arrebatas, te desprecias. Mientras encelas a un amante con otro, eres infiel a ti misma. Y te apuñalas mientras tu corazón sangra gélido y exangüe.

¡Y sin embargo lo tienes todo! ¡Te bastaría abrir los ojos para verlo! El cosmos entero te abraza. Hasta la última mota de polvo se mueve por ti. A través tuyo, fluye el río de Dios. Luego todo está en ti. Frente a esta grandeza, ¿qué necesidad tienes de pequeñeces? Tu grandeza llama a la grandeza. No a los amores ni a los amoríos, sino al Amor.

Como el amor reside en ti misma, alguien llegará a tu lado para que la mayoría se haga muchedumbre. Tú no tienes que hacer nada, esperar nada, pensar nada. Hay alguien que te acompañará para que aprendas que, al que está lleno, se le llena aún más, pero, al que está vacío, se le vacía hasta las heces.

Paula, deja de llorar. Límpiate esos ojos enrojecidos y arrasados en lágrimas. No eres culpable. ¿Qué podías hacer? Haz creído en los hombres. En sus ridículos dictámenes sobre la vida y el amor. Haz creído que lo que veías era real y que, por tanto, el que da pierde y el que toma recibe. Has creído en las apariencias. Has creído que no podías estar sola y has sufrido indeciblemente y has hecho sufrir insaciablemente. Pero eres inocente. Quien no ve, ¿cómo podría ser culpado de no ir por donde no se le alcanza?

Estás aquí, Paula, porque quiero instarte a que veas. ¡Tienes que comenzar a ver ahora mismo, en este preciso instante! Desde la eternidad, lo tienes todo. No debes, pues, buscar. Dedícate a ser. Siente la dicha de existir. Escucha las pulsaciones de dicha de tu alma. Ni aunque estuvieras en una cumbre de los Himalayas estarías sola. Ni aunque te enterraran en el fondo de la tierra estarías sola. La humanidad entera te acompaña. Te acompaña la creación entera. Y ni un solo átomo es indiferente a tu amor.

Paula, te invito a que continúes con nosotros este Taller de Pensamiento. Estos compañeros tuyos, estos mis amados alumnos, son la punta del iceberg para que las mentes cambien y el sufrimiento se transforme en dicha. Son los atletas de lo invisible, los atletas de la realidad. Únete a nosotros, Paula, para disipar las apariencias. Todas las cadenas que lastran a la humanidad son ficticias. El más pequeño amor es un gigantesco antídoto contra los espejismos del hombre.

Vosotros, mis amados alumnos, sed uno con Samuel y con Paula. En ellos, estáis vosotros. Su aventura es la vuestra. Arropadlos y arropaos a vosotros mismos.

Alumnos míos, os amo. Y vuestro amor me penetra. Gracias por navegar conmigo en el mismo río. Gracias, Paula, por unirte a él.

martes, 23 de febrero de 2010

PUERTA REAL 23 - II - 2010

Palacio de San Telmo, residencia oficial
del presidente de la Junta de Andalucía

LAS FACTURAS SON PARA LOS ENFERMOS

Ahora nos clavarán una factura cuando salgamos del hospital. No para pagarla, porque la Seguridad Social es pagada por cada trabajador en sustanciosas cuotas mensuales, sino para hacernos culpables. Además de ponerse uno enfermo, ahora tendrá que sentir el latigazo de ser una carga para el sistema.


Yo propondría que se implantaran otras medidas semejantes. Así, en las frecuentes cuchipandas que organizan ministerios, consejerías, ayuntamientos, cajas de ahorros y demás organismos oficiales, debería entregárseles a los asistentes una factura por el agasajo. Lo mismo debería hacerse con los ministros, consejeros, alcaldes y otros popes que utilizan servicios oficiales. Cuando el presidente del Gobierno tomara un avión privado para ir a un evento, deberían entregarle el importe del trayecto. Cada mes, los diputados de los 18 parlamentos españoles deberían recibir una factura con la cantidad que han restado al erario público.

Los saraos, los aviones, los coches privados, las sesiones plenarias y los estipendios extraordinarios, se pueden evitar, ¡pero caer enfermo! Ciertamente se puede prevenir, pero no podemos disuadir a alguien que ya está pachucho de ir al hospital.

Es típico de los políticos bisoños restregar lo que hacen por el pueblo, como si no fuese el pueblo quien lo paga. O hacerle sentir que determinados servicios se le dan gratis, cuando se pagan con los impuestos de todos. Impuestos que, en España, son altísimos y desorbitados. ¡Cómo, si no, mantener 18 parlamentos, un senado, 50 diputaciones, más ministros, consejeros, diputados y representantes! Una legión de políticos para un país pigmeo.

Pero no, antes culpabilizar a los enfermos que suprimir políticos. Claro que los políticos vienen del pueblo y, por tanto, tienen las virtudes y defectos del pueblo. Por lo visto, a los españoles les gusta que los culpabilicen, que los zahieran, que los engañen. Como en este caso, según deseo de la consejera de Salud de la Junta de Andalucía. Al darles a los convalecientes una factura simbólica, se les hace creer que la Junta les paga por la cara. Por ello, deben sentirse profundamente agradecidos. El pietismo en su grado más esperpéntico.

Lamentablemente, las facturas de la consejera María Jesús Montero no sólo servirán para encarecer y extender aún más la burocracia de la sanidad andaluza, sino también para que los enfermos se sientan más incómodos y, por tanto, sanen menos. Es decir, se trata de una nueva irresponsabilidad.

Políticos obedientes con los poderosos y soberbios con los débiles. ¡Seguro que no le pasan al presidente de la Junta el recibo de lo que vale vivir en el palacio de San Telmo! Pero a los enfermos, sí, valga Dios.

Tal vez seguimos siendo aún religiosos y por eso buscamos la culpabilidad hasta debajo de las piedras. No es extraño que España esté enferma. Y los enfermos, cuestan. ¡A lo mejor deberían irse a vivir al palacio de San Telmo y así no costarían nada!


Diario IDEAL, martes 23 de febrero, 2010

martes, 16 de febrero de 2010

EL CIRCO DE CRISTO

Bettina Rheims y Serge Bramly, La santa cena (2000)

El circo de Cristo

Cristo homosexual, hijo de una prostituta y de un camello, según la exposición fotográfica de Fernando Bayona que hasta ayer se exhibía en la Corrala de Santiago ¡Y lo han amenazado por semejante ridiculez!

La exposición, más las amenazas, demuestran la insustancialidad de la sociedad en que vivimos. No nos merecemos estos artistas. Tampoco nos merecemos estas amenazas.

El tema de la exposición era baladí. Intentaba ser singular en las formas, abandonando el fondo. ¿Qué más da que Cristo fuera gay e hijo una prostituta y de un camello? Desviando la atención hacia lo banal, se obviaba lo básico: el mensaje. El artista soslayaba lo revolucionario para quedarse en lo inofensivo.

Lo de Bayona no es sino el famoseo elevado a categoría artística. Igual que los bufones televisivos se transmiten la fama por acostarse unos con otros, lo importante de aquel profeta no sería lo que hizo ni lo que dijo, sino lo que consumía su padre y con quiénes se acostaban su madre y él mismo. Palpable indicativo de la gazmoña sociedad española, aherrojada y convencional, que cree ser “modelna” por el hincapié en el sexo (para los pacatos, “género”) y en la orientación amatoria. Y esto es igual tanto para el artista como para los escandalizados. Ambos comparten el mismo espejismo.

Estereotipadas las fotos de Bayona. Interpretar la vida de Cristo en plan contemporáneo se lleva haciendo desde tiempos inmemoriales. Los fotógrafos franceses Bettina Rheims y Serge Bramly lo hicieron magistralmente a comienzos de este siglo. Curiosamente las fotos de Bayona se parecen mucho a éstas. ¿Simple casualidad?

Lo de esta exposición es un falso escándalo por la blasfemia falsa de unas fotos que nos recuerdan demasiado a otras fotos. El circo de Cristo, pero no el de Jesús, sino el de Ángel, con su triste saga de critiqueo, infidelidades, abandonos, amores y desamores. El alimento de un público español inculto y chismoso.

El circo es toda España. Mientras los payasos gritan, saltan, se abofetean, lloran histriónicamente y se carcajean con sardónica risa, las palabras sensatas, necesarias, poderosas, son ahogadas. Lo que en otro tiempo se llamaba integridad, crecimiento, ética, clarividencia, queda hoy sustituido por lo que consumes y por con quién te acuestas. Así se abduce lo revolucionario.

Artistas convencionales para una sociedad convencional que se escandaliza convencionalmente. España de Zapatero. Nunca un país ha sido tan inculto, tan retrasado, tan mojigato. Pues son mojigatos quienes ponen el acento en las formas para así estrangular los contenidos.

Si en tiempos de Valle Inclán España era una caricatura de la civilización occidental, esta España es una caricatura de la caricatura. La España de Valle Inclán dio el esperpento. La de Zapatero, el circo. No el circo bajo la carpa, claro, sino el de Ángel Cristo. El que ofrecen el parlamento, las televisiones, las autonomías... y las galerías de arte.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, 16 de febrero, 2010

domingo, 14 de febrero de 2010

LAS LECCIONES DEL MAESTRO III


EL AMOR
(el maestro a sus alumnos)

Mis queridos discípulos, Samuel acaba de exponernos el problema que le tortura: ama a una mujer. Y esta mujer está con otro. Vivieron unos fugaces días de amor, y luego ella lo dejó. Aunque lo llama a diario. Ella necesita hablar con él. Hasta le sigue diciendo que lo ama. Cuando Samuel le pregunta “¿entonces por qué no estás conmigo?”, ella le responde: “Porque no estoy segura”. y cada día Samuel la anhela más. Piensa en ella a cada segundo. Siente un inmenso vacío. ¡Su aventura fue tan breve!

Samuel me pide ayuda. Amado discípulo, tú crees que pides socorro, pero en lugar de ello, estás pidiendo magia. Me pides casi un exorcismo para que ella vuelva a ti. Crees que tengo poderes y que podré conjurar a tu amada para que recapacite y retorne a tus brazos.

Debo decirte, querido Samuel, que el amor no tiene nada que ver con la magia. Cierto, podemos emplearla y hacer que caigan rendidos a nuestros pies. ¿No ocurre así en la divertida obra de Shakespeare “Sueño de una noche de verano”? Con la magia es posible seducir hasta la extenuación y volver esclavos de amor a aquellos que deseemos. Yo podría daros unas cuantas recetas mágicas y el mundo se postraría rendido de amor ante vosotros. Pero la magia no es verdad y, por tanto, no es duradera. La magia es mentira y cuanto se logra con ella resulta efímero. En la obra de Shakespeare, cuando retorna el alba, vuelve la cordura a los amantes desbarrados. Los hechizos se deshacen y aparece la prosaica realidad. ¿Y qué ocurre entonces? Que el desamor es aún más profundo. Que el hartazgo y la apatía se instalan en quien se sirvió del hechizo. Que ahora ya no puede amar o sólo a costa de titánicos esfuerzos. La magia es un boomerang que se vuelve contra quien la ejerce. Así que lo siento, Samuel, no te voy a dar esa receta. El amor no puede surgir de la magia. El amor debe andar con sus propios pies. La llama del amor sólo puede encenderse en el Amor.

Querido Samuel, debo confesarte con manifiesta claridad lo siguiente: Ella no te ama. No te ha amado nunca ni te amará jamás. Lo reconozco, es duro. Tienes la esperanza de que sea al contrario. Pero verás: ella no se ama a sí misma. Y quien no tiene amor, ¿puede acaso darlo? Ella es su propia enemiga y, por eso, está dividida, sajada, hipostasiada. Cree estar enamorada de su amante, pero éste no la llena. Lo único que la deslumbra es su pasión, su sexo tal vez. Pero él no es su amigo. ¡Y la amistad es vital en el amor! Los grandes amantes han sido, antes que nada, amigos. Para la pasión y el sexo desnudos, sin amistad verdadera, están las prostitutas y las cortesanas. Pero para la conversación franca, sin exigencias, sin ataduras, sólo están los amigos. Si había algo envolvente en Cleopatra era su sabiduría. Sherezada, la gran amante del visir de Las Mil y un Noches, era contadora de historias.

Samuel, ella necesita la amistad y, para ello, recurre a ti, porque tú le das alas e inspiración y alegría y apoyo. Ha dividido sus necesidades entre dos hombres, y lo que hace con uno no puede hacerlo con el otro. ¿Es esto amor? No. Es sólo codicia. Ella busca a cada hombre por lo que le aporta. Lo suyo no es el amor, sino la transacción. No busca amar, sino ser amada. Si amara de verdad, el amor se lo daría todo. Un solo hombre sería para ella todos los hombres. Y ese hombre cubriría todas sus necesidades, las de ayer, las de ahora, las de mañana. Y su seguridad sería tan absoluta que hasta podría andar sobre las aguas. ¡Sabría con claridad a quien ama y a quien no! Su amor se desbordaría e iluminaría a todos cuantos se rozaran con ella. Y te iluminaría a ti, Samuel, y, por tanto, no estarías enfermo de amor, sino sano y feliz. Pues el verdadero amor sana siempre.

Allá donde hay amor brotan milagros. El amor extiende alegría y confianza. Si ella amara al hombre con el que está, tú no tendrías necesidad de ella, Samuel. Pero si te amara a ti, es tu rival quien no tendría necesidad de ella. Sin embargo, el desamor es enfermizo. El desamor potencia las lacras y la tristeza y el desánimo. Tú estás enfermo, Samuel, porque te has obsesionado por una mujer que ni se ama a sí misma ni ama a hombre alguno y que, por tanto, necesita alimentarse de cuerpos y, de esta forma, los hace enfermar.

Querido Samuel, ¿por qué has puesto tu felicidad en unas manos que no saben qué hacer con ella? ¡Es en tus propias manos donde debes ponerla! Eres tú quien debe darse el amor que anhelas. Tú el que debes abrir la brecha del amor.

No lo olvides, Samuel: el amor no viene de los hombres. Por tanto, ¿podría venir de esta mujer o de cualquier otra? El amor penetra hasta el último quark. El universo es amor. El campo cuántico es amor. Dios es amor. ¡Eres tú quien tiene que beber de la fuente! La mujer que te ame debe beber también de la fuente. Luego la fuente del amor no son los que se aman. La fuente del amor brota de la invisible energía del cosmos.

Cuando dos se aman, se aman en la fuente. Y cuando las aguas lo anegan a uno, ¿puede acaso preguntarse si está seguro o no? ¡Es imposible! ¡Uno no puede resistirse! Uno es arrebatado, conducido, navegado. ¡No le cabe duda de lo que le está ocurriendo!

Ella, querido Samuel, no siente amor. Pero tú tampoco. Pues, si lo sintieras, no tendrías sufrimiento. Sólo sufre quien se resiste. Y tú te resistes a la corriente del amor. Te has quedado anclado en el desamor. Tienes nostalgia no del amor, sino del sufrimiento. Confundes el sufrimiento con la dicha, pues, en la raíz, ambos te sacan de ti mismo. Salvo que la dicha discurre siempre en el río, mientras el sufrimiento trata de vadearlo a contracorriente. ¡Abandona, pues, lo que no es sino nostalgia y melancolía, pero no es amor! Deja de prenderte al sufrimiento para que el río pueda tomarte en sus brazos y rezumes amor real. Deja de buscar amor donde no hay amor.

El amor no mata, amado Samuel. El amor no quita la respiración. El amor hace vivir y llena de oxígeno.

Queridos alumnos, no os dejéis llevar nunca por los espejismos que confunden a los seres con sus cuerpos y al amor con el interés, el egoísmo y el sufrimiento; los espejismos que buscan la fuente del amor en el cuerpo, y no en la vasta energía del cosmos. ¡Nunca ha padecido tanto la sociedad contemporánea por amor y nunca ha habido menos amor!

Mis dilectos alumnos, abrid primero en vosotros la brecha del amor; amaos antes que nada a vosotros mismos. Y cuando estéis plenos de amor, entonces dadlo en lugar de pedirlo. La persona amada será un regalo, nunca un complemento. Será una fiesta, nunca una necesidad. Será un derroche, jamás una exigencia.

Samuel, desconfía de todo lo que sea difícil. El amor es fácil. Cuando llega es como si siempre hubiera estado allí. No chirría, no desentona, no clama, no llora. Es plenitud, ausencia de tiempo, eterno presente, ubicuidad total. Ama de verdad a esa mujer que no te ama y el poder que tiene sobre ti habrá desaparecido. El sufrimiento que te impones por su causa se disipará. Y habrás hecho espacio para que el río te subyugue y te conduzca hacia otros puertos que no puedes ni siquiera sospechar aún.

Samuel, te lo digo aún más claro: el desamor que sientes es una bendición. Sin él, no emprenderías el viaje. El amor es viaje. Dos que se aman son viajados por el amor. ¡Déjate viajar, Samuel! ¡Dejaos viajar, amados alumnos! Y no tengáis expectativas. Permaneced abiertos a lo que os muestren los paisajes. En el recodo más inesperado, os estará esperando un panorama. El que existe única y exclusivamente para vosotros. El paisaje que os está aguardando desde el comienzo de los tiempos. Y aunque transitareis por miles de paisajes más, éste permanecerá siempre con vosotros. Pues es el amor. Y todo amor real es amor eterno.

Tu efímero amor, Samuel, fue un espejismo en el desierto. ¡Donde sigues aún! Abandona las áridas llanuras y busca la impetuosa corriente del río. Y el espejismo será olvidado. Y ya nadie podrá arrebatarte la realidad del amor.

martes, 9 de febrero de 2010

SÓLO AMOR


SÓLO AMOR

No quiero saber cuánto me amas, sino cuánto te amo yo. El milagro, amada mía, es este amor. Aunque se proyecta sobre ti, no viene de ti, ni tampoco de mí mismo, sino de la vasta energía que lo puebla todo.


El amor fluye a través de mí como un impetuoso río. Lo presencio maravillado y atónito. Ni las cataratas pueden compararse a la fuerza de este torrente. Tengo tanto amor que podrías ignorarme, negarme, traicionarme, humillarme, y te seguiría amando. Acepto lo que me des, pero, aunque no me dieras nada, yo querría dártelo todo. Ayer, ahora, mañana. Quiero darte tanto que la vida se me antoja corta y querría renacer una y mil veces para volver a amarte en cada una de mis vidas. Siempre tú, a tu lado, contigo, viajando conjuntamente, guiados por el amor hacia nosotros mismos.

Amada, tú no te has unido a mí ni yo a ti, sino que ambos nos hemos unido al río. Y nos amamos en el río. Y, al unirnos a él, el amor nos penetra. Tú y yo unidos sin exigencias, sin requisitos, sin normas, navegando en la corriente del amor. Rendidos al amor.

Al ser esclavos del amor, somos señores de nosotros mismos. Ni yo tu esclavo ni tú mi esclava, pero ambos siervos del amor, porque sólo es señor de sí mismo quien ha abandonado toda meta y toda soberbia. Tú y yo, amor mío, sin metas, sin soberbia, anegados de amor. Maravillados, sorprendidos, porque los paisajes son siempre nuevos y siempre mágicos y todo es intenso y pleno.

A tu lado no fluyen los minutos. Nuestro río es un río de luz. Y lo que viaja a la velocidad de la luz no tiene tiempo. Tú y yo, amor, en la luz, a la velocidad de la luz y, por tanto, eternos, permanentes, invencibles, inmortales. Tú y yo, multitud. Porque uno está sólo, pero dos son mayoría, y dos en el río, el universo entero.

Nuestro amor abarca a toda la humanidad. Mana del río hacia nosotros y de ahí a cuantos nos rodean. Imposible que dos que se aman realmente no iluminen a la humanidad entera.

Encenderemos, amada, tres velas para celebrar el Día del Amor, pues ¿cómo no contar con la vela que nos abraza? Éste es nuestro secreto. Nuestras dos velas se encienden en la Vela. Iluminados ambos por el Amor. Las campanas de las torres de Granada repican por nosotros. ¡Qué bello el amor cuando sólo es amor!

Si tú y yo nos amamos, hay esperanza para el mundo. Aunque nos persigan hombres agraviados, el amor no podrá ser reducido. Aunque intenten amordazarlo con leyes humanas, no podrán ocultar su carácter divino.

Amada, este amor es el milagro. Amor sin límites. Amor. Sólo amor.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, 9 de febrero de 2010

miércoles, 3 de febrero de 2010

PUERTA REAL 2 - II - 2010

Jesús Maeso, ganador del II Premio
de novela histórica Caja Granada

ARRIBA Y ABAJO

Mientras en el Cubo cenaban trescientas personas a cobijo de un premio de novela, un hombre que aprendió a leer a los 20 años presentaba en Almuñécar un libro con el solo pertrecho de un botellín de agua mineral.


El pasado viernes coincidieron dos actos. Uno, boato y lucimiento. Otro, pobreza y anonimato. La cultura entendida como promoción frente a la cultura practicada como pasión. Lo primero, con los ahorros de los granadinos. Lo segundo, con el dinero privado de los socios de Granada Costa.

Arriba y abajo, como en la serie de televisión de los 70. El acto de Caja Granada, prescindible. La iniciativa de Granada Costa, necesaria.

La novela loada en el Cubo habría visto igual la luz sin premio, ya que el ganador ¡qué casualidad!- ha publicado reiteradamente en la editorial que edita el galardón. Los ahorradores granadinos pagando un estipendio que no les compete. Caja Granada como obediente servidora de una empresa privada.

Puro y hermoso el libro que Paco Ávila presentó en el hotel Helios de Almuñécar. Un libro que impulsa a la aceptación sin juicios, al crecimiento y al hallazgo. Justo el libro que, en las presentes circunstancias, no publicará jamás Caja Granada.

La cultura espectáculo ante la cultura a secas. El baile de las máscaras frente a las máscaras desveladas. El dinero como prueba de la calidad frente a la calidad libre de dinero.

Baldío esfuerzo el de Caja Granada. ¡Sólo para ocupar unas protocolarias páginas en los periódicos! Para demostrar un poder que se tambalea, pues todo poder que anhela uncirse al prestigio vano es un poder con los pies de arcilla.

Los desnortados entenderán el acto del Cubo como una celebración cosmopolita mientras juzgarán provincianas iniciativas como las de Granada Costa. Justo al revés de lo que proclama la verdad: que lo cateto fue el acto de Caja Granada. La verdadera cultura nace desde abajo, huye de los saraos, los banquetes y el desfile de personalidades. La verdadera cultura mana del esfuerzo solitario y es siempre humilde y privada.

Mientras cenaban gélidamente en el Cubo trescientos comensales atragantándose con gélidos discursos institucionales, otras personas escuchaban en Almuñécar a Paco Ávila, compraban su libro y lo aupaban brindando con vasos de plástico.

Arriba y abajo. La cultura enseñoreada frente la cultura cenicienta. La feria de las vanidades ante la vanidad vencida. El relumbrón de los focos frente a las sombras fructíferas.

¡Qué hostiles a la creación son los palacios! Nada real nace de las perlas y el boato. Paco Ávila y su libro “La mesa de pino oscuro” se convirtieron el viernes en el teatro bajo la arena de Lorca. Arriba se daba teatro burgués.

Lo grande nace siempre entre ruinas y estercoleros. Abajo. Jamás arriba.

Diario IDEAL, 2 de febrero de 2010