Gabriel Díaz Berbel, más conocido por Kiki
Kiki y el boomerang
Un boomerang amenaza el cogote de Kiki Díaz Berbel. Lo lanzó probablemente hace mucho tiempo él mismo y luego lo olvidó. Pero los boomerangs siempre vuelven. Como la inmensa mayoría de los políticos, en sus años mozos Kiki debió de identificar lo joven con la renovación. O sea, llevaba el juvenismo en bandolera.
Para los juvenistas, lo joven es el modelo. Es el ideal. El simple hecho de ser joven te hace bueno. Y por eso, para cantar las excelencias de una lista electoral, ofrecen triunfales el promedio de edad. Cuanto más bajo, se supone que la candidatura es mejor.
De modo que según esta ingenua concepción, lo que piensa una persona de 20 años es siempre más idóneo que lo que piensa una de 60. De ahí que cuando alguien roza peligrosamente la frontera de la edad madura, piensen que se trata de un vetusto cacharro y les falte tiempo para quitarlo de en medio.
El problema es que, al ir sumando años, el maduro se apercibe de la falacia. Experimenta pasmado cómo la edad le proporciona una perspectiva más amplia, una mayor visión, una comprensión más extensa. Y se arrepiente de su lerdo juvenismo.
Ahora sabemos que las conexiones cerebrales siguen creciendo hasta superados los 90. Una persona mayor que sea creativa tiene un cerebro más tupido, más denso, más profundo y, por tanto, más inteligente que el de un joven. Lo que unido a que cada vez vivimos más, hace que una persona pueda estar plenamente activa a los 80, y no digamos a los 70, que es la edad de Kiki.
No pretendo que la vida laboral se extienda. Lo que digo es que el juvenismo es una estupidez. Resulta trágico cerrarle el camino a una persona por su edad, lo cual, por otra parte, con la Ley de Igualdad de Trato que está por venir, será ilegal y estará penado. ¡Extraños estos políticos que persiguen la igualdad pero luego no la practican! Sin ir más lejos, los gobiernos de Zapatero parecen sacados de una película de adolescentes.
Kiki se ha rebelado contra los clichés. A mí me encanta su rugido: “¡Eh, señores, que sigo vivo y coleando!”. Puede que incluso sea más peligroso ahora que antes. No sé si formará partido, pero sí sé que quienes le rondan son jóvenes. Inteligentes estos jóvenes que, a diferencia de sus mayores perterpanes, se hacen acompañar de la experiencia.
¡Bien por Kiki! Independientemente de la política, lo importante es su ruptura con lo consabido, el hecho de escandalizar a los juvenistas, y la demostración de que, mientras una persona viva, vive en su época. ¡Desfasado eso de “en tus tiempos…”!
Kiki se ha agachado oportunamente y el boomerang sólo le ha pasado rozando la coronilla. ¡Ahora se estrellará en el cogote de los juvenistas!
Diario IDEAL, martes18 de enero, 2011
Yo comencé mi curriculum vitae a la sombra "del Kiki", fui "su" secretaria de dirección durante 2 años, él tenía tan sólo 39 años y yo bastantes menos. Aquella juventud mía era monjil, demasiados años encerrada en las faldas de mis monjas carmelitas. Pero aquellas monjas y por supuesto mis padres, dejaron impresa en mí una línea de respeto y de "ansias de formación y de saber" que me marcó para siempre, convirtiéndome, sin saberlo, y para siempre, en una mujer bastante alejada del estereotipo marcado para una chica de mi edad.
ResponderEliminarCreo que esto que cuento, unido a la firmeza de mi carácter, (en apariencia débil y sumisa, "muy mona" y por ende tonta, a la que todos tienen que proteger, pero con una línea de vida y de comportamiento muy bien definida y precisa -como marcaban los cánones de la chica bien educada-), es lo que hizo que fuera muy respetada en aquel mundo de hombres que me tocó vivir.
Corrian esos tiempos y esas maneras cuando yo conocí a Kiki. Él también era un hombre joven, y el recuerdo que conservo de él es impecable: hombre afable, de buen talante, simpático (a veces gastaba bromas con mi inocencia y yo me divertía al escucharlas porque yo sabía que llevaba razón), muy respetuoso, humano y con muchas ganas de vida.
Hay personas que cumplen años y se hacen viejos siendo jóvenes y hay otras que cumplen igualmente años y siguen inauditamente más lúcidos, más resolutivos, más vitalistas aún que cuando tenían 40 años menos. Mi madre es así y creo que Kiki también. Yo confío en que Kiki consiga todo lo que se proponga, por su valía y porque simplemente se lo merece, por mucho que las críticas intenten hacerlo ver como algo que no es y hayan intentado arruinar su imagen del hombre de bien que es.
¡Adelante, Kiki!
¡Brindo por ese talante y por ese brío! ¡Dios le guarde muchos años! (y yo que lo vea).
Mi respeto y mi cariño siempre.
Eva Velázquez Valverde
Me han encantado vuestro artículo y el comentario.
ResponderEliminarEs muy agradable leer cuando se loa a quien lo merece y desde el cariño.