«El hotentote de la costa se hace pasar por drag queen»
Benavides durante la presentación de "Tiempos de Reflexion", haciendo de adalid de la alta política (Vídeo 2 from Dan IV on Vimeo)
El espejo de Blancavides
Dicen que Juan Carlos Benavides, ese hombre pegado a
Almuñécar como el de Quevedo a una nariz, ha escrito un libro, “Tiempos de
reflexión”, pero en realidad se ha construido un espejo: cuanto le achaca al
país, es un reflejo de sí mismo. Así que este libro hay que leerlo en primera
persona. Es una autobiografía disfrazada. Cuando señala la mediocridad de los
políticos españoles, está declarando sus propios achaques. Cuando vapulea el
sectarismo, la docilidad y la falta de democracia, está cantando el sistema de
gobierno que impuso en Almuñécar durante lustros.
Uno de los más atrabiliarios
especímenes de la política española, el ejemplo de lo que ésta puede llegar a
producir y permitir, se erige en intachable filósofo de los destinos patrios.
¡Perfecto! De personajes así está hecha la obra de Shakespeare, pues comprendió
que una forma de expiar los errores es aparentar las virtudes que conculcan. Benavides
purga sus pecados tratando de aparecer como el adalid de la limpieza, del
desinterés, de la alta política, de la inteligencia creativa y de la democracia
real. Pero ¡ay! desgraciadamente la España que contempla es la España que vive
dentro de él. Las taras, los defectos, las sevicias que señala, no le han sido
ajenos. No es que se mire en un espejo convexo como los inmortalizados por
Valle Inclán en la calle del Gato, donde se refracta la imagen grotesca de
España, sino que son sus ojos los que están deformados y miran dentro cuando
creen mirar fuera, revelándonos la imagen bufa de la España contemporánea, una
señora veleidosa, pésima administradora, dilapidadora del peculio público, cementadora
inmisericorde, caprichosa amazona, miope, vulneradora de las leyes “incómodas”
y matrona de la barbarie paleta.
Juan Carlos Benavides hace como
el rey de Shakespeare, que, tras haber matado a su hermano, lo honra con exequias.
Sus “tiempos de reflexión” son el chivo expiatorio que lanza para quemar sus
procelosas acciones, la tinta de calamar que expande para confundir nuestros
recuerdos. ¡El hotentote de la costa se hace pasar por drag queen!
Curiosa la atalaya de la vida que
permite ver piruetas así. ¡Que me dejen de televisión, smartphones, tablets e Internet!
A mí que me den espejos como el de Benavides, espejos mágicos donde todos los
prodigios son posibles. El ex alcalde de Almuñécar se mira al azogue y pregunta:
“Espejo, espejito mágico, ¿soy el más puro de la política española?”. Y el artero
espejo le responde: “¡Pues claro que sí, chaval! ¡Y al que piense lo contrario,
sácale el corazón!”. No es sino la historia de Blancanieves tamizada por los
convexos espejos de la desmemoria española. Benavides ha escrito la historia de
Blancavides, o sea, de él mismo ascendido a los cielos de la virginidad. ¡Pena
que no haya príncipe que pueda comprobarlo! Sólo los enanitos que, cantando el
“Ay-ho”, proliferaron enardecidos bajo su sombra alargada.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 8 de enero, 2013
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