«El
Milenio del reino de Granada es un "Bienvenido míster Marshall" para los
Berlangas del futuro»
Los líderes granadinos del PSOE y del PP, Teresa Jiménez y Sebastián Pérez, no se encontrarán en un motel (fotomontaje con documentos provenienes de IDEAL y Viajero Curioso) |
Los líderes granadinos del PP y del PSOE, Sebastián Pérez y
Teresa Jiménez, se van a encontrar en privado. ¿Tal vez en un motel de
carretera? ¡Ojalá! Pero no, no dan para eso. Si hicieran subrepticiamente el
amor, nos cantaría el gallo de Federico, sería una perfecta coiunctio
oppositorum, lo que necesita esta tierra que da pasos de gigante hacia el enano.
El último de ellos, el Milenio, un “Bienvenido míster Marshall” para los
Berlangas del futuro.
No, Teresa y Sebastián quedarán
simplemente en el bar de la esquina para tomarse un descafeinado. Al trasponer
el umbral, se darán un beso en ambas mejillas con la sonrisa profidén
multiplicada por diez, se sentarán con euforia impostada, como si hubieran sido
nombrados rey y reina de la belleza planetaria, y discutirán si les gusta más
el descafeinado de máquina o de sobre. Y después de rodeos, perífrasis,
eufemismos y frases almibaradas, llegarán a la crucial conclusión de que están
muy cercanos porque ¡qué feliz coincidencia! a ambos les gusta el descafeinado:
la política descafeinada, la cultura descafeinada, el Milenio descafeinado, la
democracia descafeinada y la verdad descafeinada.
Y cuando haya acabado el
encuentro, entonces tomarán de la mano a su verdadero amante que, cual libidinoso
Peeping Tom, lo habrá escuchado todo escondido en el servicio, y la una se irá
hacia el búnker de la Torre de la Pólvora, y el otro hacia el cenobio de Aben
Humeya, y proclamarán apasionados cuanto han callado antes: “¡Pues no me quería
seducir con su campechanía granaína!”, observará la una. “¡Me he puesto tapones
de cera para no escuchar sus cantos de sirena!”, proclamará orgulloso el otro.
Y Teresa dirá: “¡Seguro que lo he desarmado con mi sensual sonrisa!”. Y
Sebastián se jactará: “¡Habrá visto lo que es un hombre, no sus monaguillos de
partido!”. Y ambos creerán que, con sus encantos, habrán hecho mella en el
otro, y que a partir de entonces las descalificaciones serán menores, y que
ahora, además de callar sus propios errores, el flirt dará para callar los del
contrario.
Pero ¡ay! lo descafeinado,
descafeinado es. Y puesto que su flechazo ha sido un flechazo descafeinado en
un encuentro descafeinado ante un café descafeinado, el fair play será
descafeinado, y el despecho recíproco retornará con creces, y los exabruptos,
culpas y reprobaciones emergerán al poco tiempo como explosiones atómicas.
“¡Miserable!”, ascenderá a los cielos desde sus reales chiringuitos, y ahora ya
no serán improperios descafeinados, sino enraizados en sangrientas vetas wagnerianas.
Y comprenderán que se han encontrado para odiarse mejor, para odiarse con
cafeína, como debe ser, visceralmente, melodramáticamente.
Qué bello espectáculo verlos
enfrentados mientras los cada día más pobres súbditos los sustentan con impuestos,
y ellos se odian como regalados dioses jupiterinos, salvo que han sustituido la
ambrosía por la cafeína. Para el vituperio, sí que la beben. ¡Lástima que en el
motel sólo haya champagne!
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes 15 de enero, 2013
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