miércoles, 16 de enero de 2013

CAFEÍNA

«El Milenio del reino de Granada es un "Bienvenido míster Marshall" para los Berlangas del futuro»

Los líderes granadinos del PSOE y del PP, Teresa Jiménez y Sebastián Pérez, no se encontrarán en un motel (fotomontaje con documentos provenienes de IDEAL y Viajero Curioso)
 Cafeína

Los líderes granadinos del PP y del PSOE, Sebastián Pérez y Teresa Jiménez, se van a encontrar en privado. ¿Tal vez en un motel de carretera? ¡Ojalá! Pero no, no dan para eso. Si hicieran subrepticiamente el amor, nos cantaría el gallo de Federico, sería una perfecta coiunctio oppositorum, lo que necesita esta tierra que da pasos de gigante hacia el enano. El último de ellos, el Milenio, un “Bienvenido míster Marshall” para los Berlangas del futuro.
No, Teresa y Sebastián quedarán simplemente en el bar de la esquina para tomarse un descafeinado. Al trasponer el umbral, se darán un beso en ambas mejillas con la sonrisa profidén multiplicada por diez, se sentarán con euforia impostada, como si hubieran sido nombrados rey y reina de la belleza planetaria, y discutirán si les gusta más el descafeinado de máquina o de sobre. Y después de rodeos, perífrasis, eufemismos y frases almibaradas, llegarán a la crucial conclusión de que están muy cercanos porque ¡qué feliz coincidencia! a ambos les gusta el descafeinado: la política descafeinada, la cultura descafeinada, el Milenio descafeinado, la democracia descafeinada y la verdad descafeinada.
Y cuando haya acabado el encuentro, entonces tomarán de la mano a su verdadero amante que, cual libidinoso Peeping Tom, lo habrá escuchado todo escondido en el servicio, y la una se irá hacia el búnker de la Torre de la Pólvora, y el otro hacia el cenobio de Aben Humeya, y proclamarán apasionados cuanto han callado antes: “¡Pues no me quería seducir con su campechanía granaína!”, observará la una. “¡Me he puesto tapones de cera para no escuchar sus cantos de sirena!”, proclamará orgulloso el otro. Y Teresa dirá: “¡Seguro que lo he desarmado con mi sensual sonrisa!”. Y Sebastián se jactará: “¡Habrá visto lo que es un hombre, no sus monaguillos de partido!”. Y ambos creerán que, con sus encantos, habrán hecho mella en el otro, y que a partir de entonces las descalificaciones serán menores, y que ahora, además de callar sus propios errores, el flirt dará para callar los del contrario.
Pero ¡ay! lo descafeinado, descafeinado es. Y puesto que su flechazo ha sido un flechazo descafeinado en un encuentro descafeinado ante un café descafeinado, el fair play será descafeinado, y el despecho recíproco retornará con creces, y los exabruptos, culpas y reprobaciones emergerán al poco tiempo como explosiones atómicas. “¡Miserable!”, ascenderá a los cielos desde sus reales chiringuitos, y ahora ya no serán improperios descafeinados, sino enraizados en sangrientas vetas wagnerianas. Y comprenderán que se han encontrado para odiarse mejor, para odiarse con cafeína, como debe ser, visceralmente, melodramáticamente.
Qué bello espectáculo verlos enfrentados mientras los cada día más pobres súbditos los sustentan con impuestos, y ellos se odian como regalados dioses jupiterinos, salvo que han sustituido la ambrosía por la cafeína. Para el vituperio, sí que la beben. ¡Lástima que en el motel sólo haya champagne!
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes 15 de enero, 2013

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