«Fernando
de Villena es una suerte de Orfeo que se adentra en los infiernos para
describírnoslos y avisarnos de sus peligros»
Portada del libro de Fernando de Villena "Fábulas de un tiempo atroz" (2013) |
Orfeo
A veces la vida nos hace bellísimos regalos como este pequeño gran libro de Fernando de Villena, “Fábulas de un tiempo atroz” (Ateneo Nieve y Cieno, 2013), un placer para la lectura, y no precisamente porque sea un libro amable, sino por todo lo contrario: porque penetra de manera directa e inmisericorde en las entrañas de nuestro tiempo, desvelando sus patrañas y sofismas, es decir, sus mecanismos secretos. Y esto se hace sin condenas expresas, mostrándolo simplemente mediante los portentosos mecanismos de la narración, dominados por Fernando de Villena con asombrosa pericia.
Extraño que cuanto más contenida
es la expresión, más poder tiene. Parece que retornar a la esencia de las cosas
le devuelve el poder a la palabra. Desde luego, en “Fábulas de un tiempo atroz”
se revela el inmenso potencial de la literatura para cambiar el mundo. Siempre
lo he pensado así, pero hasta a mí mismo el espeso bosque de la mala literatura
me ha impedido ver los árboles robustos, los árboles que crecen sanos y libres.
¡Uno está harto de novelistas profesionales que saben urdir tramas pero que no
son capaces de traspasar las apariencias! A mí que me den estos lúcidos relatos
de Fernando de Villena que te hacen reflexionar sobre el mundo en que vives, y
también tener un poco de esperanza, porque, aunque el salvajismo utilitarista que padecemos aterra, hay personas como el autor que tienen la capacidad de
penetrar en los terrenos vedados y oscuros, y de nombrar las verdades
indecibles y, de esta forma, conjurarlas, arrebatándoles la siniestra enajenación
en que nos tienen inmersos. Ya sabemos desde Freud que la forma de liberarse
del mal es localizarlo y decirlo. Esta es la labor que lleva a cabo Fernando de
Villena, y es por eso como una suerte de Orfeo que se adentra en los infiernos
para describírnoslos y avisarnos de sus peligros.
Espectacular cómo la escritura de
Fernando de Villena ha ido cambiando con el tiempo y le ha llevado desde el
barroquismo e incluso el escapismo, hacia el compromiso y la denuncia, y ello
sin caer en el panfleto, sino pertrechado de una ternura que no es sino amor a
la existencia y al género humano. ¡Ahora sí que estamos ante un autor
absolutamente contemporáneo! Más aún, a veces incluso visionario, porque en
varios de estos relatos nos muestra con un realismo espeluznante posibles
sociedades venideras. ¡Menudo viaje el del autor! De los siglos de oro (“Relox
de peregrinos”) al presente más rabioso y, de aquí, al futuro.
Hay escritores que comienzan bien
y acaban diluyéndose. Fernando de Villena ha ido al contrario: cada vez ha marchado más hacia el corazón de sí mismo y por eso es cada vez más actual y más
necesario. Lástima que este librito sea no venal y sólo se pueda conseguir por
regalo. Un Paraíso abierto para pocos y cerrado para muchos. Es como si la
verdad desease ocultarse para que sólo lleguen a ella quienes se afanan en su
búsqueda y no sea así adulterada ni mancillada por los turistas de la lectura,
ésos que han creado una industria timorata con escritores sumisos. Lejos de
ello, Fernando de Villena es rebelde y demoledor, y no al estilo naïf, que es
el que acepta el sistema, sino de modo sutil, silencioso e intestino, y, por
eso, cuando acabas la lectura y dejas a un lado el libro, todo ha cambiado de
perspectiva y ahora sabes dónde estás. Y ya no puedes evitar la rebelión. ¡La
buena literatura es contagiosa!
GREGORIO MORALES