«¡Pobre y
precaria ciencia que necesita recurrir al jolgorio y a la discoteca!»
Cartel que anuncia La Noche de los Investigadores 2013 en Andalucía |
Nos ha tocado vivir una sociedad banal. Comenzó en los 80 con la política, y así el gerifalte que no era rockero era un dinosaurio, y hasta Tierno Galván dijo aquello de “El que no esté colocao que se coloque… ¡y al loro!”. Luego le tocó a los intelectuales, a los pensadores, a los escritores, que transmutaron su solitario cuarto de trabajo por “la calle”, los estudios de televisión y los mostradores de firmas de los grandes almacenes, y hoy son dóciles relumbrones que se venden al mejor postor, a veces por nada, simplemente por que su nombre figure en una cuartilla volandera o en un perdido recuadro de Facebook. ¡Y ahora les ha tocado a los científicos!
No otro es el objetivo de esa
iniciativa llamada “La noche de los investigadores”, que tendrá lugar el
próximo 27 de septiembre en Granada y otras 300 ciudades europeas, y que sacará
a los científicos de sus laboratorios para mezclarlos con la noche canalla, los
groupies, el rock y otras “actividades festivas y lúdicas”. La arriesgada
profesión de la búsqueda, hipótesis, experimentos, fracasos y hallazgos,
convertida en un circo con el falaz y cándido argumento de acercarla al público
y alentar a los jóvenes a seguir su senda. Es decir, para dar la imagen de que
la ciencia es algo marchoso, imbricado con la pachanga, el ritmo y el botellón.
Nada del esfuerzo, del estudio, de los áridos desiertos que hay que recorrer,
de la difícil financiación, de la dura burocracia a franquear.
Es maravilloso que la gente se reúna
con científicos, que futuros estudiantes debatan y pregunten, que los
investigadores difundan sus conocimientos, ¿pero por qué tiene que ser por la
noche? ¿Por qué concatenado con el jolgorio y la discoteca? ¡Pobre y precaria
ciencia que necesita recurrir a esto! ¡Y qué precarios investigadores no se
reclutarán de esta forma! La denigración está garantizada como la estuvieron la
de la política y la cultura.
Ponen de moda la ciencia, es
decir, hacen lo peor que se puede hacer. ¿Cuántos no nutrirán sus filas
esperando ser Planck, Einstein, Hawking, Higgs, Green, igual que tanto político
turulato quiere ser Luther King, Gandhi, Kennedy, Mandela, o tanto escritor
dócil que se deshace en desmedidos ditirambos en cuanto le atusan el lomo cree tener
la rebeldía de Voltaire, Nabokov, Sartre, Joyce o Larra?
Todas las etapas siniestras de la
humanidad han comenzado con oscurantismo. El objetivo secreto de nuestro tiempo
es reconducir la ciencia hacia la irracionalidad, tras haberlo hecho con la
política, la educación y la cultura. En un reciente seminario laicista, comprobé
atónito cómo sus participantes, ateos confesos, habían hecho de la ciencia una
divinidad. Cuando les expliqué que la ciencia tiene también limitaciones,
contradicciones y hasta ideología, ¡consideraron que yo estaba en contra de
ella! ¡Precisamente por conocer la ciencia y no desear la erección de dioses disfrazados
de ciencia o de ovnis o de cruces, me consideraron anticientífico!
Se hace, por tanto, de la ciencia
una diosa o una diva, y por eso se la sube a los altares o se la “ennochece” conduciéndola
al tiempo de los sueños, a lo lúdico, al copeo, al rock, al glamour. ¡Pura
irracionalidad! Del Sol a la Luna. Es decir: de la razón a la magia.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 17 de septiembre, 2013
demoledor, ¡chapeau!
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