martes, 20 de abril de 2010

PUERTA REAL 20 - IV - 2010


LA FERIA DE LAS ARMAS

Junto a la Feria del Libro, hay otra feria: la Feria de las Armas. Mientras en la Carrera se exponen miles de volúmenes, en un cuartel de Almanjáyar se exponen miles de armas. Unos y otras esperan al mejor postor. En la Carrera, los libros aguardan al pacífico lector que anhela la sabiduría. En la calle Pedro Machuca del Polígono, las armas aguardan la mano que ha de apretar el gatillo.


Los libros los venden los libreros. Las armas las vende la Guardia Civil. Los libros han sido pulcramente editados por modernas imprentas. Las armas han sido incautadas a infractores por la Guardia Civil.

La paz y la guerra. Lo sutil y lo pesado. La vida y la muerte. Feria del Libro en Puerta Real. Feria de las Armas en Almanjáyar.

Mientras en Puerta Real se habla de pacifismo, de poesía, de belleza, en Almanjáyar se habla de rifles, de pistolas, de balas, de disparos. Abajo, la palabra. Arriba, la sangre. A un lado, el lenguaje de la razón. Al otro, el lenguaje de los puños.

La concordia y la disensión. Ambas, avaladas por las autoridades. Las mismas que se llenan la boca de pacifismo y no violencia, posibilitando una subasta de armas. Escopetas, rifles, pistolas. En una mano, la palabra. En otra, el cañón.

Metáfora de la hipocresía del estado democrático. Mientras los próceres hablan de leyes, de igualdad, de solidaridad, los servicios secretos conculcan toda norma habida y por haber.

La realidad, que habla de forma implacable, se las ha arreglado para que en Granada haya dos ferias paralelas. Una, de papel. La otra, de hierro. Cara y cruz de la misma moneda. El político que hoy se sube al estrado y nos arenga con sus insufribles “todos” y “todas”, descuelga el teléfono y ordena escuchas ilegales. Igualdad en la superficie; desigualdad en el fondo.

En Granada coexisten los libros con las armas. Los libros, en el lugar más visible y público de la ciudad, en la castiza Carrera, para publicitar las bondades del sistema. Las armas, apartadas, de extranjis, a hurtadillas, para no crear mala conciencia. Públicamente, lo que hay que decir. Secretamente, lo que hay que hacer. A Dios rogando y con el mazo dando.

Mientras un lector extiende un libro para que el novelista estampe su firma, un tirador extiende su licencia para pujar por una pistola

Los libros no vendidos serán hechos añicos por las trituradoras de papel. Las armas seguirán pasando de mano en mano hasta el fin de los días. Antes se pasaban también los libros, pero hace tiempo que acaban en las papeleras. A los rifles les esperan estantes de lujo. A los libros, el desván.

Granada, símbolo de un país hipócrita, superficialmente alegre, intestinamente cainita.

Diario IDEAL, 20 de abril de 2010

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