«El objetivo de
Pitagorina y Barbazul es que pasemos de Andersen a los hermanos Grimm»
De izquierda a derecha,Teresa Jiménez, Carmen Chacón, José Antonio Griñán y Alfredo Pérez Rubalcaba |
Pitagorina y Barbazul
No les ha bastado con el
sastrecillo valiente, que se dedicaba a cazar moscar para solucionar los
problemas de España. Cuando descubiertas sus pueriles tretas, el remendón se ha
quedado sin clientela, Pitagorina y Barbazul quieren hacer su trabajo.
¡Pobre PSOE! Lo suyo son los cuentos infantiles. En Andalucía, estamos
regidos por el lobo de Caperucita, quien, disfrazado de mimosa abuela, muñe una
trampa tras otra para seguir emboscado y jalarse a los electores: ya impide a
los alcaldes ser parlamentarios, ya oculta datos de los EREs fraudulentos, ya
deja de pagar para cuadrar ficticiamente la deuda, ya convierte con hilos de
oro a los sindicatos en cristobicas… En Granada, la Reina de las Nieves intenta
con gélidos besos que sus ejércitos olviden la derrota y vivan con ella una
helada luna de miel. ¡Y encima Pitagorina y Barbazul se han declarado la
guerra!
A Pitagorina, la insufla su orgullo de empollona. ¡Ella, que ha realizado
estudios en varias universidades extranjeras! ¡Y que fue elegida por el
sastrecillo valiente como figurante de su película de sobremesa! Cree que lleva
el rigor consigo y que por ello será una magnífica presidente del Gobierno.
Imbuida por las probas ideas de género que pergeñaron las costureras del
sastrecillo, cree que su sexo le añade peso en la balanza. ¡Para nada se le
ocurre pensar que fuera presa de las cuotas!
Barbazul va de ingenioso y seductor mientras cierra con siete llaves la habitación
secreta donde hieden sus cadáveres. Piensa que su astucia, urdida en
conciliábulos, reservados, cubículos y lóbregas esquinas, es aplicable al
gobierno de España. Confunde sus chascarrillos con la inteligencia. Envuelve
sus delaciones en el papel celofán de la bonhomía. Desdeña que un inocente pague
en la cárcel por los asesinatos que ni imaginó ni planeó ni cometió.
Y ahora, como un ensayo de lo que habrán de hacer si le birlan el puesto a
Matasiete, se han enzarzado en estruendosa lid. Pitagorina utiliza la crítica y
la culpabilidad. Barbazul, las artimañas y la chulería. Parecen distintos,
¡pero para nada! Son iguales en el ego inmenso que los sustenta. En su cósmica
ambición. Y en compartir los patrones del sastrecillo. ¡No tienen otros! Lo
único que se les ocurre para parecer distintos es hipertrofiar los figurines
del remendón. Si él mató a siete de una vez, ellos matarán a cuarenta (millones,
se entiende). Si el sastrecillo fragmentó el Estado ocho veces, ellos lo harán
dieciocho. Si llenó las cárceles de presos políticos por género, ellos enchironarán
también al género chico y al dramático. Si el sastrecillo ganó negociaciones
dejándose devorar por la fiera, ellos le echarán como pasto a los españoles.
¿Acaso no los consideran moscas cojoneras?
Nunca como desde la entronización de Matasiete España ha sido un país tan de
fábula. El objetivo de Pitagorina y Barbazul es que pasemos de Andersen a los hermanos
Grimm.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 27 de diciembre, 2011