Portada del libro "Relatos cortos de Ideal",
presentado el 9 de marzo de 2011
¡Que me reconozcan!
“¡Escribo para que me reconozcan!”, clama uno de los asistentes en la entrega de los premios de relatos de IDEAL. Es la síntesis de lo que le preocupa al auditorio. Tienen frente a sí a dos curtidos narradores ‑Andrés Cárdenas y José Mª Pérez Zúñiga-, a un excelente columnista –José Morenodávila-, y a mí mismo, pero los aspectos vitales de la creación no les interesan. Se diría que el misterio de la escritura es pan comido para ellos. Así que sólo les preocupa dónde, cómo y cuándo publicar.
“¡Escribo para que me reconozcan!”, resuena en mis oídos. Pienso: si necesitas que te reconozcan, es que vives al albur de los demás. ¿Entonces qué vas a escribir? Un escritor no puede escribir para ser aplaudido. Un escritor escribe para iluminarse; para encontrarse; para decirse lo que no sabe que sabe. Cuanto más verídico, cuanto más profundo, cuanto más singular, más genera el rechazo de sus contemporáneos. Nada que no escandalice es verdadero.
El escritor que busca el reconocimiento está perdido. Pierde, primero, su propia expresión. Segundo, si no consigue el aplauso, lo corroen el rencor y la envidia. Se siente incomprendido, no por razón de lo que dice, que es más de lo mismo, sino por razón de lo que le falta: la fama.
He visto esta amargura en cientos de escritores. Una amargura que comienza desde el momento en que piensan antes en el éxito que en la verdad. Se diría que escribir es juntar líneas, y que el objetivo no es lo que éstas expresan, sino la publicidad que aportan. No es extraño que las librerías estén llenas de volúmenes prescindibles que buscan enloquecidamente el éxito con palabras de pega.
Estos escritores escriben; y luego dedican el resto de su vida a defender sus escritos. La escritura no les da paz, sino guerra; no los hace humanos, sino suspicaces; no los lleva a la verdad, sino a los espejismos.
Una persona dedica parte de su tiempo a escribir un libro y luego regresa a la vida. ¿Por qué tiene que escribir más? A menudo bastan unas páginas para mostrar nuestra música interior. Tal vez es que buscan esa música en una obra, en otra, en otra, como el que busca el amor en una mujer, en otra, en otra… sin encontrarlo jamás, porque, para encontrar algo, hay que encontrarse antes a uno mismo.
Estuve a punto de hacerle saber al interviniente la larga carrera de hastío y desesperación que le esperaba. Pero comprendí que no eran ni el lugar ni el momento. Y que de todas formas no lo entendería. Y que la vida, por sí misma, se encargaría de mostrarle la trampa. Y pedí a los dioses que, en el momento de la caída, se hiciera la luz en él. Sólo se es escritor cuando se deja de serlo.
Sr. Morales, comprendo el alto nivel cultural y literario que se sentó alrdedor la mesa de presentación y entrega de los premios, pero comprenda usted también que a todos nos gustaría un minuto de gloria, un servidor estaba presente esa tarde-noche como invitado, porque fue uno de los que envió un relato, que no fue publicado, estoy convencido de que fue porque los que ha sido editados son mejores que el mío, pero no niego que hubiera halagado mi ego, el ver mi nombre y mis palabras escritas en una hoja del Ideal en una mañana del mes de agosto, lo de menos es el premio, por lo menos para mí. Pienso que otra vez será porque volveré a insistir. De todas formas estuvieron muy bien las réplicas y muy acertadas las opiniones. Un saludo.
ResponderEliminar¡Entiendo ese minuto de gloria! Es humano sentirlo. Nos han enseñado a creer que lo que no se refleja exteriormente no existe. Y nos sentimos retribuidos al ser publicados. ¡Pero se trata de un mero minuto! Sin embargo, la satisfacción de levantarse tras haber dejado en una página algo de nosotros mismos dura muchísimo más. Y si eso que hemos escrito nos ensancha nuestro autoconocimiento, ya no es sólo satisfacción, sino cambio, progresión. Frente a ello, el minuto de gloria no vale nada. En cualquier caso, confío en que éste se produzca el próximo mes de agosto. Me sentire dichoso de que sea así.
ResponderEliminarMe hubiera gustado mucho estar allí y escucharos. Aunque hubiera vuelto pensando que otra vez no era mi persona mas que un ego entre egos. Los silencios que me rodean diariamente hacen que mis palabras internas se dejen oír con mucha fuerza lo que hace que, en las escasas vivencias compartidas con otros humanos, continúe analizando mis sonidos internos en estos mis juicios a los demás, y al darme cuenta de mis tontas ambiciones de superioridades morales vuelvo a intentar, una y otra vez, colocarme en mi debido lugar, antes que colocar a los demás, donde no sé si es cierto que deban estar.
ResponderEliminarBesos a todos
La verdad es que hay demasiada obsesión por publicar a toda costa. Cuánta verdad hay en eso de que un escritor no ha de escribir para ser aplaudido, sino para encontrarse a sí mismo.
ResponderEliminarSuena muy profundo, pero es que es así. Un saludo, Gregorio.
Quizás lo que quería decir era "escribo para que me lean", que no es lo mismo. Escribo para que me amen a través de mis palabras, como yo he querido a los escritores que han logrado conmoverme con sus obras. Escribo para que, sin conocerme, alguien me admire.
ResponderEliminarEn realidad, escribo por necesidad, pero no escribo para mí, necesito compartirlo con los lectores que son los que le dan sentido a la literatura.
Tengo la suerte de que uno de mis relatos está en este libro. No me enteré de la entrega de premios, ni siquiera que mi relato salió publicado, estaba de vacaciones. El libro me llegó en forma de sorpresa postal. Aprovecho para dar las gracias a los organizadores del certamen y, por supuesto, al jurado. Un saludo. Felisa Moreno