«El viernes seré un agujero negro: todos los tiempos estarán
en mí»
En la Sala de Plenos del Ayuntamiento de Nigüelas, junto a la alcaldesa (en el centro), tras el pregón de Fernando de Villena en septiembre de 2010. De izda. a dcha.: Ángel Moyano, Pilar Gutiérrez, Mari Trini Tapia, José Lupiáñez, Gregorio Morales, Rita Rodríguez, Fernando de Villena, José Gutiérrez, Antonio Enrique e Ignacio Fernández-Dougnac (click en la foto para ampliar) |
La función de Nigüelas
Esta semana comienza la función. ¡Qué hermoso modo de llamar
a unas fiestas! Las palabras van y vienen, y a veces se pierden, y otras veces
uno las encuentra en el sitio más insospechado. Yo me he topado en Nigüelas con
“la función”, y es como si hubiera recuperado una joya perdida. ¡Hay tantas! ¡Qué
difícil es acopiar el tesoro completo de una lengua! Siempre se escapan
matices, términos, construcciones, dichos.
Lo más bello de esta vida es
gratis: la amistad, el amor, las montañas, el lenguaje. Justamente por ello
requieren atención y esfuerzo: la amistad hay que cultivarla, el amor exige
reciprocidad, las montañas deben ser ascendidas, el lenguaje ha de ser
escuchado y leído. Cada vez que uno rescata una nueva palabra o una nueva acepción
es como si alcanzara una cima o lo embargase un nuevo amor. El resultado son la
plenitud y la dicha.
La palabra función se utiliza comúnmente para
referirse a espectáculos cinematográficos o teatrales, aunque una de las
acepciones del Diccionario de la Lengua es “fiesta mayor de un pueblo o festejo
particular de ella”. Nigüelas ha hecho que una palabra habitual se me torne
mágica; que una palabra que identificaba con teatros y salas de cine, se pierda
en la noche de los tiempos; que me vengan con ella otros recuerdos, otros
sabores, otras costumbres.
¡Qué inmenso poder tienen las
palabras! No se pierden nunca. Aunque desaparezcan o su significado se estreche,
siempre queda prendido un matiz a alguna parte, como la función ha quedado
prendida a Nigüelas. Se pueden quemar libros, se puede incinerar a los
pensadores, pero las ideas permanecen en las palabras, que no son meras
palabras, porque, al igual que un átomo encierra la historia del Universo, cada
palabra porta la historia de la humanidad.
Cuando pronuncio “función” para
referirme a unas fiestas, me llega el Barroco. ¡No como recuerdo, sino como
vivencia! Oficios religiosos, autos de fe, obscenas chaconas… De todo ello
tiene la función de Nigüelas: una procesión con su Isis llorando a Osiris
muerto (nuestras vírgenes no son sino Isis cristianizadas); una quema de la
zorra por sus muchas culpas, chivo expiatorio de la comunidad, como los
relapsos de la Inquisición; y una Cabalgata en la que, cual reata de cómicos, bullen
los jóvenes con los más inimaginables disfraces. ¡Nada ha cambiado!
La emperatriz de Nigüelas me ha ordenado
hacer de Sumo Sacerdote en la apertura de la función de este año, y acato sus
inmarcesibles designios, aunque los llevaré a cabo como un agujero negro: todos
los tiempos estarán en mí. Porque ante tan seductora palabra, ante su pérdida y
hallazgo en Nigüelas, no podré sino estar arrobado por quienes la hicieron
nacer y por quienes la mantienen viva. Consecuentemente, el viernes gritaré con
voz de Moisés desde la montaña: “¡Descorred el telón! ¡Que comience la función!”.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 11 de septiembre, 2012
He citado este artículo en mi blog. Confío en que no le moleste
ResponderEliminarNo hay molestia alguna, Senior Citizen. Los blogs se publican para ser compartidos. Menos aún cuando el marco donde se muestra la entrada lleva el hermoso nombre de "El macasar". ¿Cómo no habitar donde los más gélidos fríos se detienen?
EliminarMuchas gracias, es usted muy amable. Mi casa, bajo un macasar, es también suya.
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