«Sin
olvido, no hay amor»
El leteo
Cuando el olvido se ha hecho imposible,
mientras nuestra más mínima acción queda grabada, cuando te pueden mostrar
conversaciones habidas hace años, correos escritos en alguna vorágine, vídeos
acusadores, delatores movimientos bancarios; cuando tú mismo das testimonio de
cada pestañeo en Facebook, en Twitter, en tus sms, en tu blog… ¿cómo no ser
aplastado por la montaña?
Más aún cuando vivimos en la
sociedad de la culpa. En otros tiempos más piadosos, la misericordia aliviaba
el fardo. Pero en esta sociedad salvajemente victimista, nada ni nadie ayuda a ello.
Un insomne y eterno recuerdo lacera sin desmayo a quienes han sufrido, a
quienes han cometido equivocaciones, faltas, delitos. ¡Imposible sustraerse a nuestra
propia sombra! ¿Debe pues extrañarnos que muchas personas elijan la desmemoria?
Si esta implacable sociedad no olvida, al menos olvidan ellos.
Un mundo de
recuerdos indelebles es paradójicamente un mundo viejo. El olvido ha estado
siempre relacionado con el renacimiento y la juventud. El ninja y poeta Masaaki
Hatsumi escribe: “Sin olvido, somos absorbidos por las telúricas miasmas del
tiempo. Sin olvido, nuestras alas no pueden volar hacia la cima. Pero, sobre
todo, sin olvido... ¡no hay amor!”. En la mitología clásica, las almas que iban
a renacer se despojaban de sus recuerdos en el Leteo. Las mismas aguas de las
que se sació Dante para poder contemplar a Beatriz en todo su esplendor.
La pandemia
de Alzheimer testimonia hasta qué punto millones de personas anhelan la
juventud en un mundo que se ha hecho viejo por la ingente acumulación de datos.
Gracias al olvido, el viudo recobra a la esposa amada. Gracias al olvido, esta
mujer que guarda indecibles secretos los despeña al abismo y emerge ingrávida y
ágil. Gracias al olvido, el siniestro personaje de crueles acciones se sume en
la inocencia; y otro se hace niño; y otro recupera su primer beso; y otro vuelve
a vivir en un mundo inexplorado…
Los
profesores del departamento de Química Física de la Universidad de Granada
estudian con ahínco el Alzheimer, pero no podrán neutralizarlo hasta que no
comprendan su aspecto simbólico. Desarrollarán medicinas, drogas, habilidades
cognitivas, pero el Alzheimer seguirá creciendo mientras no elaboren un antídoto
sutil e invisible que se llama perdón. Perdónate a ti mismo. Perdona a los
demás. No tengas miedo. Confía. ¡Y ya no habrá que bañarse en el Leteo para
seguir viviendo!
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 25 de septiembre, 2012
Si es cierto, cuando una persona consigue olvidar y perdonase así mismo y a los demás, se termina la ansiedad, el insomnio, la agresividad. Un mundo con perdon sería perfecto Gregorio
ResponderEliminarGracias por coincidir, Ino. Dos son mayoría. Tres son muchedumbre.
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