«La corrupción
es una arrogante garduña que campa a sus anchas»
La garduña apresada en Granada el lunes 4 de febrero y que, al día siguiente, se escapó del cuartel de la policía municipal donde había sido puesta a recaudo (vídeo: IDEAL)
Garduña de España
La corrupción es como la garduña que escapó el miércoles ante
las mismas narices de la policía. Sinuosa, ágil, ladina, astuta y peligrosa,
muy peligrosa, o sea, una garduña que no duda en taladrar la mano con cota de
malla de quien intenta inmovilizarla, como le pasó al agente granadino, al que descuajaringó
un dedo.
La corrupción en España no se la
ve ni se la siente, hasta que de pronto salta ahí, como esta altiva garduña, en
un inmueble del Realejo. A pesar de los aspavientos, los gritos y llamadas a la
policía de los vecinos, con la Pasionaria habían topado. Entre magulladuras y
bocados, dos agentes consiguieron reducirla y enchironarla en el búnker del
Rasillo, pero aun así ¡se fugó ante sus estupefactos ojos! Desde entonces está
missing. ¡Como todo buen corrupto español!
El escándalo salta primero a la
prensa e incluso detienen al pringado y lo llevan ante el juez, pero el
incriminado le pega luego un mordisco a la autoridad y se pierde en la noche de
los tiempos y ya no sabemos nada, sino en todo caso que se encuentra en algún
paraíso disfrutando de la fortuna afanada. ¡Felices garduñas!
La corrupción es un prepotente
mustélido que campa a sus anchas y que siempre muerde y se escapa. Así ha
mordido Bárcenas. ¿Que lo van a enchironar? ¡Mira por donde han aparecido
papeles que incriminan a la cúpula del PP! La garduña granadina se ha zampado
un dedo, pero el garduño Bárcenas ha dejado manco al PP y con el culo al aire a
Eugenio Nasarre, ese diputado correturnos que va por España representando a
provincias donde no ha vivido nunca. La garduña toreó a la policía que quería
sacarla del Realejo como los EREs de la Junta han toreado a la juez Alaya y a
sus sustitutos. La garduña, cuando va a ser reducida, se iza rampante y fiera
invocando la libertad de la naturaleza, igual que los garduños de Mas y Pujol,
cuando se han descubierto las cuentas suizas, se han alzado sobre las puntas de
sus pies invocando la inmarcesible naturaleza libre del nacionalismo.
¡No, no se puede hacer nada
contra las garduñas! O, al menos, no hay protocolo. Por eso lo mejor es no
descubrirlas, porque, si lo haces, te saltan a la cara, te tarasquean y te
amputan lo que se tercie. ¡Qué mal hicieron los vecinos llamando a la policía!
Tenían que haberse callado y hoy dos agentes no se estarían lamiendo las
heridas. ¡Que callen de una vez El País, El Mundo, La Vanguardia y cuantos
delatan corrupción! Con las garduñas, hay que hacer la vista gorda, como si no
existieran, hay que respetar su libertad cimarrona y dejar que paladeen nuestra
civilización. No dudes que debajo de tu cama hay una garduña, pero no pasa
nada. Mientras dejes que te roa la casa, ¡estás seguro!
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 12 de febrero, 2012
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