«El mar,
otras veces camino hacia la grandeza, es hoy embudo hacia la pequeñez»
El mar
El mar roe España como si se tratara de un tesorero de
partido. Ese ser pacífico que lamía las arenas y nos traía millones de turistas
se ha despertado como un hambriento Cronos. En estos últimos días de temporal,
se ha zampado trozos de la costa. En Nerja, ha zapado una de las escaleras que
conducen al Parador, dejándola en el aire como si se tratase de un dibujo de
Piranesi. En Playa Granada, se ha dado un festín y ya no bastan provisiones de
arena para calmar su gula. En La Mamola, ha medio deglutido los espigones. Por
La Rábita, parece haber pasado el ángel de la muerte.
El mar nos
cerca cuando España está cercada, el mar nos muerde cuando España está mordida,
el mar se lleva trozos de España igual que la corrupción se ha llevado trozos
de España.
La realidad es sincrónica, y
cuando una columna se derrumba, todo a nuestro alrededor se derrumba. El mar
que avanza imparable es el símbolo de la España que retrocede imparable. El mar
es como el pensamiento. Si obedece a la gravedad lunar, también obedece a la
gravedad de las ideas. Y las ideas que atosigan España son tan siniestras que
el mar se comporta siniestramente.
Habría que
ganar territorios al mar. Habría que abrirlo para que comenzaran a circular
ideas nuevas, ideas singulares, osadas, efectivas, que rescataran al país de su
anegamiento. Pero para eso habría que poner espigones contra el proceloso mar
de la política, un oligopolio de partidos con el apetito de depredar para
satisfacer sus megalómanas ambiciones. Ambiciones que nunca son las del pueblo.
El pueblo es como Motril, como La Rábita, la Mamola o Nerja, que está perdiendo
sus playas que van a parar al usurero vientre del océano.
¡Cómo echo
de menos los polders holandeses! Esto sí es territorio ganado al mar. Esto sí
es democracia ganada a la barbarie. Es el espíritu de construcción frente a la
codicia demoledora. Es la civilización europea frente al esperpento español,
cuyo epítome es la querida Armilla: un alcalde en su sillón pagando ilegalmente
a un concejal. Otro que deja de apoyarlo para instaurar al de la oposición que
le dobla los emolumentos. Otros tres concejales suspendidos de militancia. Y el
fantasma de un viejo alcalde revivido como el cadáver del Cid. Es el mar en
toda su egoísta ceguera.
Este mar airado ante una
población inerme y aterrada es el esperpento de España, un país cada día más
inculto y fundamentalista, más preparado para ser pasto de las soberbias olas. Los
ciudadanos son a los polders lo que los siervos son a las galernas.
Algunos están tomando las barcas.
Otros ascienden las montañas. Y el país se deserta para que las sectarias olas
completen su botín. El mar, otras veces camino hacia la grandeza, es hoy embudo
hacia la pequeñez.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 29 de enero, 2013
Gragorio , llevas razón, parece mentira la ignorancia globlal de este pais, donde si no estas conectado a un telefono por el que se comunica la gente dandole al teclado, hasta el punto de que si no lo tienes te puedes quedar hasta fuera de tú familia, y en cuanto a los politicos, son capaces de dejar sin playas a Nerja y hacer una piscina para los extranjeros, y perder uno de los rincones con más encanto de las costas andaluzas
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