«Las
decisiones del pardillo engendran monstruos»
La plaza Bib-Rambla de Granada con una de sus tradicionales floristerías, que un alcalde de finales del franquismo intentó eliminar alegando que daban apariencia de "zoco" (foto: Gregorio Morales) |
Ideas-monstruo
Todo pardillo considera que cuantos le han precedido son
tontos y que sólo él repara en la verdadera entidad de un problema, para cuya
solución alumbra alguna idea que considera portentosa, una idea que siempre es
cerebral y de lógica aplastante. Pero la vida no se rige por la lógica
cerebral, sino por otra que está más cerca del corazón. Por ello, las
decisiones del pardillo siempre engendran monstruos.
La Historia
está llena de ideas monstruosas. El dictador rumano Ceaucescu planeó demoler
las pequeñas aldeas y reunir a sus habitantes en grandes ciudades intermedias. Mao
decidió sacar partido de los eriales de China y provocó hambrunas que llevaron
a la tumba a más de treinta millones de personas. En España, con nuestro grado
de esperpento, hubo un ministro de Educación que decidió que lo lógico era que
el curso comenzase en año nuevo, y mantuvo a miles de estudiantes ociosos
durante tres meses. En Granada, donde el esperpento se hace astracán, hubo un
alcalde que coligió que las floristerías de la plaza Bib-Rambla daban
apariencia de “zoco” y que por tanto había que eliminarlas.
Las ideas-monstruo
acaban siempre en fracaso, aunque cuando lo hacen, dejan tras de sí dolor y
flagrantes injusticias. También las dejará el nuevo Plan de Movilidad Urbana
que el Ayuntamiento de Granada está a punto de aprobar, porque se ha diseñado
en torno a una de estas ideas-monstruo, que late en su interior como una bomba
de relojería: por el centro sólo podrá circular un gran autobús. Todos los
demás tendrán que detenerse en las afueras. Es un “¡no pasarán!” que a la
responsable del sector debe de parecerle el no va más del talento. Cuantas
propuestas han formulado asociaciones, partidos, entidades y vecinos para que
sus líneas se adentren en la ciudad, han tropezado con un “¡eso no, no, no!”. Y
es que las ideas-monstruo son tan inamovibles como un clérigo fundamentalista.
Esta idea, como
todas las de su jaez, no hace sino sumar problemas a los ya existentes: habrá
que comprar una flotilla de megalíticos autobuses, lo que implica un pastón; habrá
que construir dos estaciones en las afueras, más pastón aún; y lo que antes
eran trayectos completos, serán ahora trayectos fraccionados, con el
consiguiente escándalo ciudadano. El delirio se revela cuando compruebas que la
frecuencia con que los autobuses pasan ahora por el centro es la misma con que
lo harán los futuros mastodontes. ¿Para qué entonces comprar nuevas unidades ni
construir estaciones ni quebrarles el trayecto a los usuarios? En todo caso,
sólo para que la edil de Movilidad juegue a ser genial.
Aunque las
ideas-monstruo vienen haladas de iluminismo y su creador puede quemarte vivo si
te opones a ellas, confío en que ésta finalmente no se imponga. Pero si lo
hace, no vivirá mucho tiempo. La ventaja de relegarla ahora es que evitaremos
el reguero de dispendio, despidos, absurdo y dolor que dejará tras de sí.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 19 de febrero, 2013
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