«El
desamor de muchos políticos es un indicio de su falta de lealtad a los
ciudadanos»
Estación de tren de Granada, con el Albacin y la Alhambra al fondo (foto: Landahlauts) |
Sin amor
Los diez años de Torres Hurtado al frente de la alcaldía de
Granada son diez años sin amor. Este hombre, el peor alcalde democrático de
cuantos ha tenido la ciudad y parejo al peor que tuvo en el franquismo (Pérez
Serrabona), ha gobernado con el desamor por bandera, contemplando Granada con
los ojos propios del godo que pone los pies en Roma. Sin amor y, por tanto, sin
compasión.
Este hombre tiene además un
trauma con la Junta de Andalucía y, cuando mira la ciudad, sólo ve a la Junta
de Andalucía, de modo que ha gobernado no a favor de Granada, sino en contra de
la Junta, tratando de marcarla, de demostrar sus fallos, de contradecirla, de torpedearla,
y, en esta personal tarea, los granadinos han sido las víctimas civiles de su
guerra.
Sus últimas dos medidas son un
calco y ejemplo de todas las anteriores: sajar la bella y estratégica estación
ferroviaria de Andaluces para erigir otra en las afueras, que además se sale
del trazado del metro; y un Plan de Movilidad que inaugura un autobús para
competir con el metro. ¿Qué más le dan a él la ciudad y sus habitantes?
Qué ausencia de amor, que falta
de inteligencia emocional. Es la petulancia del rústico, su venganza contra la
metrópolis. Ni el más negado alcalde que amara su ciudad sacrificaría el trazado
actual de transporte urbano a su delirante autobús “de alta capacidad” ni destruiría
una estación de tren que tuvo a Lorca entre sus frecuentes huéspedes. Es el
desdén de quien no ha crecido en la ciudad, de quien no tiene el corazón imbricado
en sus rincones y por tanto no siente arraigo ni afección.
Nefasto este desamor que Torres
Hurtado no sólo esgrime con infatuada altivez, sino que ha transmitido a parte
de sus equipos, de modo que el Ayuntamiento de Granada es hoy el peor enemigo de
Granada. ¿Que lo votaron en las últimas elecciones? ¿Y qué alternativa había?
El presidente de la Junta, otro hombre que no ama Granada, le había plantado
como rival al arquetipo de Pitagorín. Nada que hacer frente al arquetipo del
Abuelo. Sólo que, en el arquetipo real, el Abuelo es sabio, mientras este
hombre juega a los soldaditos de plomo.
La corrupción es una prueba de
impostura, pero la falta de amor también lo es. Llegará un tiempo en que el
desamor de muchos políticos sea visto como un indicio más de su falta de
lealtad hacia el pueblo. Desamor al que no sustituye la indiferencia, sino el
odio soterrado, sin prisa pero sin pausa.
¡Si al menos la oposición amara
Granada! Pero hay demasiada tibieza y docilidad en sus intervenciones, y el
amor exige compromiso e ímpetu. ¿No habrá al menos diez ciudadanos apasionados
por Granada? Pues ninguna de las dos medidas anteriores debe prosperar. Si lo
hace, Granada no sólo será para siempre una ciudad quebrantada; será autista.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 5 de marzo, 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta este texto