miércoles, 6 de marzo de 2013

SIN AMOR

«El desamor de muchos políticos es un indicio de su falta de lealtad a los ciudadanos»

Estación de tren de Granada, con el Albacin y la Alhambra al fondo (foto: Landahlauts)
Sin amor

Los diez años de Torres Hurtado al frente de la alcaldía de Granada son diez años sin amor. Este hombre, el peor alcalde democrático de cuantos ha tenido la ciudad y parejo al peor que tuvo en el franquismo (Pérez Serrabona), ha gobernado con el desamor por bandera, contemplando Granada con los ojos propios del godo que pone los pies en Roma. Sin amor y, por tanto, sin compasión.
Este hombre tiene además un trauma con la Junta de Andalucía y, cuando mira la ciudad, sólo ve a la Junta de Andalucía, de modo que ha gobernado no a favor de Granada, sino en contra de la Junta, tratando de marcarla, de demostrar sus fallos, de contradecirla, de torpedearla, y, en esta personal tarea, los granadinos han sido las víctimas civiles de su guerra.
Sus últimas dos medidas son un calco y ejemplo de todas las anteriores: sajar la bella y estratégica estación ferroviaria de Andaluces para erigir otra en las afueras, que además se sale del trazado del metro; y un Plan de Movilidad que inaugura un autobús para competir con el metro. ¿Qué más le dan a él la ciudad y sus habitantes?
Qué ausencia de amor, que falta de inteligencia emocional. Es la petulancia del rústico, su venganza contra la metrópolis. Ni el más negado alcalde que amara su ciudad sacrificaría el trazado actual de transporte urbano a su delirante autobús “de alta capacidad” ni destruiría una estación de tren que tuvo a Lorca entre sus frecuentes huéspedes. Es el desdén de quien no ha crecido en la ciudad, de quien no tiene el corazón imbricado en sus rincones y por tanto no siente arraigo ni afección.
Nefasto este desamor que Torres Hurtado no sólo esgrime con infatuada altivez, sino que ha transmitido a parte de sus equipos, de modo que el Ayuntamiento de Granada es hoy el peor enemigo de Granada. ¿Que lo votaron en las últimas elecciones? ¿Y qué alternativa había? El presidente de la Junta, otro hombre que no ama Granada, le había plantado como rival al arquetipo de Pitagorín. Nada que hacer frente al arquetipo del Abuelo. Sólo que, en el arquetipo real, el Abuelo es sabio, mientras este hombre juega a los soldaditos de plomo.
La corrupción es una prueba de impostura, pero la falta de amor también lo es. Llegará un tiempo en que el desamor de muchos políticos sea visto como un indicio más de su falta de lealtad hacia el pueblo. Desamor al que no sustituye la indiferencia, sino el odio soterrado, sin prisa pero sin pausa.
¡Si al menos la oposición amara Granada! Pero hay demasiada tibieza y docilidad en sus intervenciones, y el amor exige compromiso e ímpetu. ¿No habrá al menos diez ciudadanos apasionados por Granada? Pues ninguna de las dos medidas anteriores debe prosperar. Si lo hace, Granada no sólo será para siempre una ciudad quebrantada; será autista.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 5 de marzo, 2013 

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