«No
delegues en sherpas que, sentados en lujosos sofás, fingen hacer el camino por
ti»
Senderos
Tanto el progreso de España como la autovía de Guadix están
hechos sobre arenas movedizas, y por eso, en cuanto se rasca, ambos caen hechos
pedazos. Cuando la ilusión de avance se desvanece, los españoles se vuelven
hacia lo permanente. Hipertrofiada la política, añoran magros gobiernos. Raídos
y devorados los sueldos, vuelven a las frugales comidas. Rotas las autopistas, tornan
a los senderos.
Cierto que tres meses de lluvias han
corroído también parte de los viejos caminos. Pero cuando se va a pie, siempre
se puede vadear un tajo. Así que, rota la esperanza de ser Nueva York,
redescubrimos las olvidadas sendas, los caminos de montaña, las veredas que se
adentran entre frondosos bosques, las cercanas y aún blancas montañas, los
inmensos paisajes como el que yo observé el jueves desde la sierra de Dúrcal,
con los pueblos de Nigüelas, Padul y Béznar a mis pies.
Andar es barato y resulta más
bello y reparador que devorar kilómetros en un Roll-Royce. Cuando todo se
destruye, Manuel Titos, el catedrático de la montaña, nos recuerda que tenemos
el Paraíso al alcance de la mano, y que, para llegar a él, sólo bastan unas
buenas botas y un bocadillo de mortadela. Aunque el falso progreso ha dejado
aletargadas a las gentes y muy pocos lo saben, y por eso, cuando transito las
antañonas rutas, hay días en que no me topo con nadie, como el jueves, en
ascensión hacia la Rinconada de Nigüelas. ¡Ni una sola alma en las diez horas
del trayecto! Sólo las cabras montesas que me observaban curiosas desde las
faldas del Pingurucho.
Pero las cosas están cambiando,
porque los españoles se han despertado de su sueño de grandeza y se están
volviendo hacia los senderos, que son a la democracia lo que las obras con pies
de barro son a los estados corruptos. De pronto, los españoles quieren andar
por su propio pie y no que otros anden por ellos, y por eso están
redescubriendo las rutas montañeras, y por eso ya no quieren que políticos
profesionales les cuenten las bondades de fastuosas e imaginarias autovías que
conducen a grandiosas ciudades, sino partir de un pueblecito como Nigüelas y
hacer por ellos mimos un humilde camino, aunque mil veces más bello que todo
Manhattan.
¡Esta es la democracia! No
delegar en sherpas que, sentados en lujosos sofás, fingen hacer el camino por
nosotros, sino afrontar personalmente sus riesgos e incertidumbres. Así que los
españoles reclaman sus veredas. Quienes el viernes conmemoraron el 14 de abril en
un restaurante de la Carrera, estaban haciendo senderismo. Quienes han
proyectado luz sobre las oscuras genialidades de Torres Hurtado, han hecho
senderismo. Cuantos nos conciencian a través de Internet de las aberrantes
injusticias políticas, están haciendo senderismo. Mientras andemos por nuestros
propios pies, sortearemos a los charlatanes y guías de pacotilla que proliferan
junto a las falsas avenidas y pirámides de cartón piedra.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 16 de abril, 2013
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