Las monarquías proliferan en España |
Monarquías
El
problema de la monarquía en España no es que hay una, sino que hay miles. La
forma de organización suprema de un Estado es un símbolo poderosísimo que
reverbera hasta en el más escondido reducto de la sociedad. La monarquía se
refracta así en mil monarquías y cada una de ellas a su vez en otras mil
monarquías, en una progresión geométrica que acaba embotándolo todo.
El
rey ha estado 39 años en el poder, pero todos conocemos políticos que llevan los
mismos años pegados al erario público y que aún seguirán emulando hasta la
muerte la cualidad vitalicia de un monarca. Al trono se llega por sucesión, sin
un refrendo, ¿pero no ha llegado de forma parecida Susana Díaz a la presidencia
de Andalucía? Fue elegida por Griñán, y su proclamación como candidata se hizo
en unas primarias precipitadas, evidentemente amañadas por el Aparato. Lo mismo
ha ocurrido con su pobre antagonista, Moreno Bonilla, éste elegido simplemente
a dedo por Rajoy. ¿Y el Parlamento y el Senado? Son los reyezuelos que reinan
en cada partido los que toman las decisiones, que luego votan dócilmente sus
lacayos. Hay monarquía en la Universidad, cuando son los hijos quienes acceden
a las cátedras de los padres y de los abuelos. Hay monarquía en los consejos de
administración de las empresas, la hay en los organismos del Estado. ¡Monarquías
por doquier, en todas las esferas y a todos los niveles!
En
los puestos claves del país se instalan, pues, aquellos que mantienen una
relación sanguínea, sentimental o ideológica con los poderosos que los
anteceden, de modo que la organización monárquica permea toda la pirámide,
desde lo más bajo a lo más alto. Es comprensible la merma de España y su
postración cuando el talento y la creatividad encuentran de modo sistemático
cerradas las puertas, esas celosas puertas que sólo se abren por motivos ajenos
a las necesidades reales.
¿Con
qué derecho exigimos que la excelencia triunfe si en la máxima institución del
Estado cuentan los genes? ¿Podemos pedir a los ciudadanos lo que no le pedimos
al jefe del Estado? La cuestión crucial entre monarquía o república no radica
en el coste de la primera, que puede ser más o menos elevado según lo que
decida el país, ni en que también hay repúblicas bananeras, sino en que los
peldaños que ascienden a la cima de la montaña deben estar expeditos para
quienes deseen transitar por ellos. De este modo se ofrece el saludable mensaje
de que, primero, no hay sagrarios vedados; y segundo, que el único requisito
para penetrar en ellos son la preparación, la voluntad, el afán de servicio o
la ambición.
El
mensaje es aún más trascendente en los países mediterráneos, tan dados al
enchufe y al nepotismo, por lo que la monarquía les suele ser letal, ya que alimenta
sus más ancestrales defectos. La monarquía planta ante los atónitos ciudadanos
la contradicción que se establece entre lo que necesita y anhela un país y su
negación radical en la cumbre de la pirámide. Los elogios desmedidos de estos
días a la institución, esas unanimidades sospechosas entre la casta privilegiada,
tienen como misión enterrar la consciencia que ha comenzado a abrirse en el
pueblo. ¡Ninguna de las miles de monarquías que prosperan felizmente en España
quiere desaparecer!
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 10 de junio, 2014
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