«Telesfora
Ruiz ha creado un problema donde antes no existía ninguno»
La edil de Movilidad, santa Telesfora Ruiz, tiene la revelación de la LAC en presencia del beato José Hurtado, alcalde del tridentino Ayuntamiento de Granada |
El problema
Los políticos son elegidos para representar a los ciudadanos
y solventar sus problemas, pero en la precaria democracia española es a menudo
el político quien se convierte en problema. Ocurre con la concejal de Movilidad,
Telesfora Ruiz. Cuando la pusieron al frente del área más vital de una urbe,
había un aceptable sistema de transporte público. Cualquier persona con luces
lo habría conservado y, en todo caso, habría hecho leves modificaciones para
mejorarlo. Pero Telesfora Ruiz, no. No se sabe cómo, pero le advino la visión
de un autobús de alta capacidad e, insuflada de ardor místico, se puso a
sacrificarle rutas, usuarios, aceras, tráfico, semáforos, taxis, peatones, y
cuanto pudiera rozar a su Becerro. Un delirio que ha disfrazado de racionalidad,
actualización, pureza, eficacia, pero cuyos falaces argumentos no pasan la
criba de un insecto. La verdad es que ha rendido la urbe a su mostrenca
revelación, ha puesto a los granadinos a los pies de su ídolo, creando un
formidable problema donde antes no existía ninguno.
Al levantar un muro de Berlín en
pleno centro –las infranqueable vía por donde transcurre la LAC-, ha hecho
ghettos de los barrios, antes cercanos y ahora lejanos. Ha implantado un
transporte clasista y segregador, que ni siquiera sirve a las personas que
viven en el centro porque, cuando deben ir a un barrio, se encuentran la misma
cortina de acero.
¡Y ojalá se hubiera limitado a
esto! Ha torpedeado además la productividad metropolitana, ya que quienes van
al trabajo o a los colegios tienen ahora más dificultades y tardan el triple. Ha
hecho descender la recaudación, pues un sistema tan hosco, complejo y
quebrantado disuade a los usuarios de utilizarlo. Ha abofeteado la imagen
turística de Granada, porque los incautos extranjeros que se montan en las LACs
pensando que pueden pagar su billete en el interior, como en cualquier país,
son increpados con voces que no entienden y echados del vehículo. “¡Hay que
picar en la máquina, bájense, compren y piquen en la máquina!”, grita el
conductor antes de que las prusianas puertas se cierren. Y los pobres tienen
que descender perplejos y contemplar atónitos cómo el autobús los deja
plantados. Ha destruido la tranquilidad peatonal, regulando los semáforos a ¡15
segundos! el tiempo justo de cruzar una persona sana, pero no un niño ni un
anciano. Eso sí, en la Gran Vía ha otorgado 5 segundos más de gracia para dar
el pego. Ha cortocircuitado la fluidez del tráfico privado, ralentizándolo y
desviándolo de las vías lógicas por callejones impracticables, en un verdadero
y laberíntico infierno.
En suma, la impropiamente llamada
concejal de Movilidad ha humillado la metrópolis a la LAC. Si el alcalde
hubiera ejercido, si los técnicos hubiesen dictaminado libremente, si el grupo
de gobierno debatiera los asuntos, si la Diputación defendiera a los pueblos,
si la oposición hubiera movilizado a los granadinos antes del despropósito,
esta edil prepotente y con provincianas ínfulas de grandeza no podría haber aherrojado
Granada. ¡Pero todo ha fallado!
Así que ahora tenemos un inmenso
problema, un nudo gordiano que sólo se puede deshacer dándole un tajo, es
decir, relevando de su cargo a esta señora y restaurando el sistema al punto
anterior de su programación, como en los ordenadores con arteriosclerosis. ¡Que
restauren Windows! Y Granada dejará de padecer el problema que nunca tuvo.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 2 de septiembre, 2014
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