«Joaquín
Vida torna hacia nosotros el siniestro espejo de Calígula»
Javier Collado Goyanes interpreta a Calígula en el montaje y dirección de la genial obra de Camus por Joaquín Vida (web Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa) |
Calígula
Mientras veo en el madrileño teatro Fernán Gómez la
versión de Calígula que ha montado el
veterano director granadino Joaquín Vida, no puedo evadirme de la España
presente. Vida ha puesto en escena esta obra precisamente por ello. Y lo ha
conseguido, encima sin saltarse una coma del genial texto de Camus. Tan genial
que puede aplicarse a cualquier autócrata que ponga la razón por encima de las
leyes. En nombre de esa razón, Franco se sublevó contra un gobierno legítimo.
Fue la misma razón que llevó a tantos millones de personas a los hornos
crematorios y a los Gulags. Insuflados de esa razón, Mas y Junqueras dinamitan
España.
Sigo la
obra con angustia y, en el personaje de Calígula, veo por tanto a Artur Mas, y,
en la corte de Calígula, a los corifeos de Artur Mas. Es legítimo que una
sociedad quiera un referéndum, pero no es legítimo romper las leyes. Si se hace
ahora, ¿por qué no hacerlo en el futuro siempre que haya un cambio de opinión?
La desobediencia civil como ley.
Mas es Calígula invocando el
poder de la razón sobre las leyes democráticas, rompiendo caprichosamente las
leyes en nombre de su ideal cargado de razón, alentando a todo un pueblo a la desobediencia y
llevándolo directamente a la injusticia. Mas camina como Calígula hacia la
tragedia y, conforme se aproxima, su razón se hace más jactanciosa, más
mesiánica, más alejada de la realidad, por lo que los catalanes irán
comprendiendo que esa repetida promesa de poseer la Luna es una quimera y que,
en aras de su imposible consecución, perecerán todos. Y al igual que Calígula
comienza a estorbar, Mas ha comenzado a estorbar a gran parte de su pueblo. ¡Él,
que va directo a morir como el emperador romano! Escalofriante final en el que,
tras haber recibido las puñaladas de sus cortesanos, Calígula exclama
agonizante: “¡Todavía estoy vivo!”. Entre estertores, Mas dirá: “¡Todavía estoy
vivo! ¡Luego sentencien lo que sentencien habrá referéndum”.
Siguiendo
su razón, Calígula agita, turba, juega y se sirve de los más hondos
sentimientos de los ciudadanos. Lo mismo que ha hecho Mas al tornar un trozo de
España modelo de convivencia y trabajo en una esquizofrénica babel. “No se
puede dar marcha atrás. Hay que proseguir hasta que todo se haya consumado”,
afirma sombrío Calígula. Mas podría repetir sus palabras. “Qué amargo es tener
razón y tener que proseguir hasta el final”, vuelve a decir Calígula. No quedaría
extraño en boca de Mas.
Joaquín
Vida ya estrenó la obra en Granada y otros puntos de España, pero no debería
parar, su montaje debería verse una y otra vez, espejo que deja claro que
cuando se invocan fuerzas superiores a las leyes democráticas, lo que hay a la
salida es siempre una dictadura, el capricho elevado a razón, la genuflexión convertida
en norma. De ahí que las palabras de Mas y Junqueras no sólo calquen a Calígula.
Calcan los argumentos con que Franco justificó su deslealtad a la República.
En las
épocas de peligro y por los caminos más diversos, los creadores conjuran el
futuro. Como ha hecho Joaquín Vida tornando hacia nosotros el siniestro espejo de
Calígula. La independencia de Cataluña es legítima. Pero no lo es que Calígula
nos estrangule con la soga de su razón.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 7 de octubre, 2014
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