«Los concursantes tendrán que intercalar obligatoriamente en sus textos
la frase “elevamos sueños”, eslogan de la empresa de ascensores»
Agujeros negros
El gerente de una empresa granadina de ascensores afirma
que, por “respeto” al mundo literario, ha elegido a un jurado de prestigio para
el premio de microrrelatos que ha convocado su firma, del que, con 3000 €, dice
que es uno de los mejor dotados de España. Pero lo que se colige de las bases
es, por el contrario, una humillación del mundo literario. La última de las
muchas que se perpetran en esta ciudad que banaliza desde hace años la figura
del escritor, haciéndolo participar en eventos donde, con la excusa del
“altruismo”, no se le paga, usándolo como reclamo de organismos públicos y
sociedades comerciales, llevándolo como un espantapájaros y en masa a
histriónicos saraos, mezclando su voz, ya de por sí aguada, con conciertos y
marcos sublimes, en una degeneración que ahoga con el ego provinciano, con lo
bonito o lo normativo la fuerza de la palabra libre y solitaria.
¡Los concursantes tendrán que
intercalar obligatoriamente en sus textos la frase “elevamos sueños”, eslogan
de la empresa de ascensores! Ni la Coca-Cola se ha atrevido a imponer algo así
en sus concursos de redacción. Los escritores, convertidos en anunciantes, y,
además, de tres al cuarto, por una irrisoria retribución, que, encima, sólo
conseguirá uno de ellos. ¡Qué manera de ahorrar en publicidad! Y ¡qué ladina forma
de denigrar las letras!
El procedimiento es tan burdo
que evoca tópicas películas americanas donde se tejen historias risibles ante
cándidos eslóganes como éste. ¡Y todo porque la empresa ha construido un
pequeño ascensor en el palacio de Carlos V! Si es desdeñable que se manipule el
mundo literario, resulta lamentable que un organismo oficial como la Alhambra
sirva de amparo. ¿Es posible que una institución pública se preste a semejante
impostura? ¿Que ceda el Palacio de Carlos V para una declarada operación
comercial? ¿Podrán a partir de ahora otras empresas hacer lo mismo?
¡Cómo habrían rechazado semejante
señuelo los Valle-Inclán, los Sawa, los Machado, que, a pesar de su pobreza, no
ponían jamás su pluma al servicio de ninguna causa que no fuera el Arte! Lorca
lo habría incluido dentro de la categoría de “los putrefactos”. Que la
publicidad se pague como publicidad, pero que no se encubra como literatura.
Disfrazado como oportunidad para los nuevos escritores, este premio no es sino
una perversa utilización de sus facultades, un engaño de los muchos que teje
esta sociedad de pícaros, un hacerles creer que “elevan sus sueños” gracias a
la empresa de ascensores cuando, en realidad, los están hundiendo. ¡Pobres
pardillos los participantes!
Luego, hecho público
grandilocuentemente el palmarés, los responsables presentarán en olor de
multitud un librito de microrrelatos donde se repite, en todos y cada uno de
ellos, el estribillo “elevamos sueños”, lema mercantil y herraje, en adelante,
de los escritores rebaño, de los escritores dóciles, sumisos, el sello de esta
desarbolada sociedad donde la rebeldía no es que esté mal vista, sino que hasta
se ha borrado de las mentes. Si no fuera así, ¿cabe que literatos de reconocido
prestigio se presten a la mascarada? Muy a ras de tierra deben de estar los
sueños, debe de pesar tanto elevarlos que se hunden en las tinieblas. Junto a
la política, el país languidece literariamente. Y en provincias, avanza hacia
la materia oscura, hacia el agujero negro del que no se retorna jamás.
GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 25 de noviembre, 2014