«Prefiero la ciudad
de los cielos a la de
los rascacielos. El aeropuerto me lleva a
la última. Las montañas, a la primera»
los rascacielos. El aeropuerto me lleva a
la última. Las montañas, a la primera»
Varias sierras en la palma de la mano
En la palma de la mano
Lo más bello de Granada,
la Granada intemporal, aquella por la que no ha pasado el tiempo, cabe en la
palma de la mano. ¡Qué prodigio abarcar de una sola mirada lo más hermoso de
una tierra!
La maravilla sucedió el pasado miércoles transitando la cañada del Sereno,
en la Sierra de Huétor. A la izquierda, Sierra Nevada, maciza, añil, desnuda
contra el cielo azul. Nunca como desde aquí he divisado tan nítidamente su
inmensa y grácil extensión, con sus emblemáticos Veleta, Mulhacén, Alcazaba…
Finales de un tórrido verano y aún había nieve en los ventisqueros. Al fondo, a
la derecha, lila, desvaída como un suave dibujo a pastel, la Sierra de Tejeda,
con el Lucero y el puerto de Frigiliana, ruta hacia Málaga. A mis espaldas,
rodeándome entre tupidos bosques, la Sierra de Huétor y la de la Alfaguara y la
de Arana…
¡Todo ante mí, en una única ojeada! Sin rastros de civilización, sin gente,
con el puro sonido de la montaña. La belleza es tan irresistible que siento
deseos de saltar, de gritar, de expresar la plenitud que me embarga. No hay
palabras.
¡Es tan bella Granada! Llevo años recorriendo sus sendas, subiendo a sus
montañas, vadeando sus ríos, bebiendo su nieve, y aún me quedan una infinidad
de rutas que hacer. Es un mundo entero, un fantástico laberinto, un descubrimiento
permanente.
¿Qué necesidad tengo de nada más? ¡Aquí está todo! Siento piedad de quienes
buscan lo mismo en pobladas ciudades. Yo fui uno de ellos. Todas las
sensaciones, todas las experiencias, todos los alicientes que puedas encontrar
en Madrid o en Nueva York, ¡están ya en la montaña! Pero ni Madrid ni Nueva
York tienen lo que tiene la montaña. El éxtasis que prodigan las sierras supera
con creces cuanto se pueda concebir.
Es hermoso reconocer en la Gran Manzana los edificios que has visto en
películas, toparte en un restaurante con la actriz famosa, hablar en un cóctel
con el escritor súper ventas, tener al alcance de la noche garitos singulares e
inquietantes, pero nada iguala el placer de atravesar montañas y encontrarte en
cada recodo una perspectiva nueva, un nuevo olor, un nuevo sonido. Hay algo que
vibra en ti cuando domas los montes, los haces tuyos, los nombras, los
reconoces y sientes que las bestias antes hostiles te acogen con amor.
Las sierras de Granada están cerradas para muchos y abiertas para pocos
porque te exigen esfuerzo, valor, pericia, espíritu aventurero y capacidad de
maravilla. Es fácil tomar un avión para Nueva York. Es difícil subir al Picón
de Jeres. ¡Pero la perspectiva que ves desde el Empire State es una ridiculez
comparada con la del Picón!
Yo he acabado comprendiéndolo: prefiero la ciudad de los cielos a la de
los rascacielos. El aeropuerto me lleva a la segunda. Las montañas de Granada,
a la primera.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 13 de septiembre, 2011
Gregorio, yo vivo enfrente de la montaña.
ResponderEliminarA ver si un día os acercáis por aquí.
Me gustó mucho el vídeo.
Yo pienso como tú, Granada es maravillosa, eso sí, en Julio y Agosto hay que irse a la Costa.
Un fuerte abrazo
Marian, habrá que pasarse por tu casa. Eso sí, las mejores rutas las hemos hecho siempre en julio y agosto. Primero, porque los días son más largos, y puedes andar y andar sin que se haga de noche. Y segundo... justo porque todo el mundo está en la playa. ¿Sabes lo que es andar kilómetros y kilómetros por los lugares más bellos sin encontrar a nadie? Sólo ciervos, ardillas, cabras monteses, zorros, puercos espines... Es como estar en el primer día de la creación.
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