«La lucha erige en héroe a
aquel contra el que se
lucha»
Si no luchas, el combate se vuelve inútil. En la foto, Gregorio Morales no considera siquiera la amenaza del luchador que cree amenazarlo |
La lucha
Míralos, luchando
agónicamente los unos contra los otros. Hablan continuamente de paz, pero no
dejan de luchar. Los padres luchan por sus hijos. La televisión por la
audiencia. El enamorado por su pasión. El perseguido por su libertad. El
idealista por sus sueños. La Banca por el beneficio. El PP contra el PSOE. El
PSOE contra el PP. Los laicos contra el Papa. El Papa contra los ateos.
Todos están luchando. Conciben la vida como una continua lucha. Una lucha
que no es metafórica ¡ojalá!, sino que lleva aparejados todos los elementos del
combate: la parcialidad, la zancadilla, el chovinismo, la inquina, la delación,
el sofisma, la calumnia, y la violencia soterrada o patente.
Cuando no está en nuestras manos infligir el golpe brutal, le subrogamos el
papel a la Justicia, exigiéndole penas ad hoc en las que ejemplarmente sean
apabullados nuestros enemigos. Aquí está Fulanito, proponiendo el enésimo
cambio de ley para amartillar mejor a su presa.
Qué fragor al rastrear las noticias de cada día. ¡Todos están luchando!
Vivimos en una sociedad enferma. Una sociedad que no concibe nada sino llenando
de desahuciados la cuneta. Una sociedad a la que no se le alcanza que algo te
pueda ser regalado. Una sociedad torpe y ciega que busca que pagues por todo,
por lo que amas y por lo que no amas, que tengas que echar a alguien para
ocupar su banco en el parque, y, a su vez, seas penado por haberlo hecho, ya
que si tú has luchado, él también ha luchado.
Todo es una amarga, confusa, cretina lucha de los unos contra los otros. Una
lucha inútil, pues toda lucha potencia al adversario. Si estoy en contra de un
líder político, potencio a ese líder. Si estoy en contra de la violencia
feminista o machista, potencio la una o la otra, o las dos a la vez. La lucha erige
en héroe a aquel contra el que se lucha. Un héroe vacuo, por otra parte, puesto
que su único mérito es ser víctima. La lucha yerra siempre sus objetivos y crea
por todas partes héroes de pacotilla.
No hay lucha que no nos hiera, además. Toda lucha es en realidad contra
nosotros mismos. Puedo estar pisoteando el cadáver de mi enemigo, pero, en
realidad, me estoy pisoteando a mí mismo, ya que todo el rencor abrigado es a
mí a quien lastima. Por eso, en esta sociedad de la lucha, se rinde culto a la
enfermedad y a la desgracia. No puede ser de otra forma: si todos luchamos,
todos estamos heridos; todos estamos enfermos. La enfermedad es el Dios de los
verdugos y de las víctimas.
¡No luches! Trabaja por
lo que amas. Como no luchas, los belicosos no podrán entablar combate contigo. Y
entonces llegará la paz. Esa que todos luchan por encontrar pero que no
encuentran precisamente porque luchan.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 20 de septiembre, 2011
Hola, si trabajaramos para conseseguir nuestros objetivos, que curiosamente a veces son los mismos de los que consideramos enemigos, quizás sería posible encontrar un punto de encuentro.
ResponderEliminarEl miedo a la amenaza nos hace luchar en lugar de trabajar en paz.
OLIVA.
¡Es el miedo, en efecto, Oliva! Sin miedo, no habría lucha, no habría enemigos. Desgraciadamente, todo lo que se consigue con la lucha es efímero.
ResponderEliminarUn articulo buenísimo.
ResponderEliminarMe gustó y efectivamente en cuanto bajamos las defensas la lucha desaparece.
A veces lo único que podemos hacer es defendernos o alejarnos de los que combaten.
Un abrazo
¡Con alejarse, es suficiente, Marian! Creamos todo aquello de lo que nos defendemos. Si no nos defendemos, desaparece. Mejor no defenderse. Sólo alejarse.
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