martes, 18 de octubre de 2011

COITUS INTERRUPTUS

«No hay documental ni película televisiva en que  puedas contemplar los títulos de crédito»

Si yo he disfrutado, el amante no importa. Las televisiones españolas practican el coitus interruptus
 Coitus interruptus

Las televisiones españolas censuran el mérito. Una y otra vez. No hay documental ni película en los que puedas contemplar enteros los títulos de crédito. Los decapitan. Acaba el documental o el film y la fanfarria publicitaria aplasta el nombre de los autores. No es algo aislado. Ocurre sistemáticamente, siempre. Desprecian a los creadores. Sajan sus nombres y mutilan su producto. Es como si las obras literarias que reposan en las bibliotecas fueran despojadas del frontispicio donde figura el nombre de quienes las han escrito.
            No ocurre en ninguna otra televisión del mundo. Y lo que es peor, sucede donde jamás debería suceder: en las televisiones públicas, singularmente en La Primera y en La 2, aunque también en las autonómicas, caso de Canal Sur. Cuando uno ha visto algo magnífico, no puede darle la gloria a sus hacedores. Sus nombres no son retransmitidos.
            El mundo es holográfico. En la parte está el todo. Cortar los títulos de crédito es el indicio de cómo en España se desprecia el talento. Nos apropiamos de la obra, pero menospreciamos a sus padres. Es como si las películas o los documentales hubieran surgido por generación espontánea. Me jalo el producto y me olvido de su creador.
            Que semejante comportamiento no avergüence, que no se alcen voces para denunciarlo, que los espectadores coincidan en que esa parte no vale nada y es mejor tirarla por la borda, revela que el desprecio del mérito está generalizado.
            Es como hacer el amor y darse media vuelta al tener el orgasmo. Es una brutalidad. Es ir de forma grosera al meollo, ignorando al amante. Como si ni siquiera importase el amante, sino sólo el placer que ofrece.
            La poda arrasa también con la meditación. Pues cuando algo nos ha llegado, amamos reflexionar en ello mientras se van desgranando los títulos de crédito. Es un tiempo para calibrar, para aquilatar lo visto. Es una entrada paulatina a la realidad de la que hemos estado sustraídos durante al menos una hora. Pero cuando el guirigay se nos cuela inmediatamente, sin pausa, toda reflexión resulta imposible. Es una bofetada a la asimilación. Un burdo coitus interruptus.
            Si a esto se le añade la costumbre de sobreimponer cada diez minutos anuncios de próximos programas anulando así parte de la imagen, desviando la atención de lo visto y tentándonos a desvaír el goce presente por la promesa del goce futuro, la destrucción del pensamiento resulta completa. Pan para el pueblo, pero sin el pueblo. Alimento para la mente, pero torpedeando la mente. Un violento empujón para que la persona se hunda en la masa.
            ¡Luego no son sólo los políticos! Somos todos. Los españoles recelamos del mérito; abominamos de la meditación. Y la televisión no es sino nuestro espejo, aquel que refleja nuestras tendencias y pulsiones íntimas. Dime cómo es tu televisión y te diré quién eres.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 18 de octubre, 2011

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