«No hay documental ni película televisiva en que
puedas contemplar los títulos de crédito»
Si yo he disfrutado, el amante no importa. Las televisiones españolas practican el coitus interruptus |
Coitus interruptus
Las televisiones
españolas censuran el mérito. Una y otra vez. No hay documental ni película en
los que puedas contemplar enteros los títulos de crédito. Los decapitan. Acaba
el documental o el film y la fanfarria publicitaria aplasta el nombre de los
autores. No es algo aislado. Ocurre sistemáticamente, siempre. Desprecian a los
creadores. Sajan sus nombres y mutilan su producto. Es como si las obras
literarias que reposan en las bibliotecas fueran despojadas del frontispicio
donde figura el nombre de quienes las han escrito.
No ocurre en ninguna otra televisión del mundo. Y lo que
es peor, sucede donde jamás debería suceder: en las televisiones públicas,
singularmente en La Primera y en La 2, aunque también en las autonómicas, caso
de Canal Sur. Cuando uno ha visto algo magnífico, no puede darle la gloria a
sus hacedores. Sus nombres no son retransmitidos.
El mundo es holográfico. En la parte está el todo. Cortar
los títulos de crédito es el indicio de cómo en España se desprecia el talento.
Nos apropiamos de la obra, pero menospreciamos a sus padres. Es como si las
películas o los documentales hubieran surgido por generación espontánea. Me
jalo el producto y me olvido de su creador.
Que semejante comportamiento no avergüence, que no se
alcen voces para denunciarlo, que los espectadores coincidan en que esa parte
no vale nada y es mejor tirarla por la borda, revela que el desprecio del
mérito está generalizado.
Es como hacer el amor y darse media vuelta al tener el orgasmo.
Es una brutalidad. Es ir de forma grosera al meollo, ignorando al amante. Como
si ni siquiera importase el amante, sino sólo el placer que ofrece.
La poda arrasa también con la meditación. Pues cuando
algo nos ha llegado, amamos reflexionar en ello mientras se van desgranando los
títulos de crédito. Es un tiempo para calibrar, para aquilatar lo visto. Es una
entrada paulatina a la realidad de la que hemos estado sustraídos durante al
menos una hora. Pero cuando el guirigay se nos cuela inmediatamente, sin pausa,
toda reflexión resulta imposible. Es una bofetada a la asimilación. Un burdo
coitus interruptus.
Si a esto se le añade la costumbre de sobreimponer cada
diez minutos anuncios de próximos programas anulando así parte de la imagen, desviando
la atención de lo visto y tentándonos a desvaír el goce presente por la promesa
del goce futuro, la destrucción del pensamiento resulta completa. Pan para el
pueblo, pero sin el pueblo. Alimento para la mente, pero torpedeando la mente. Un
violento empujón para que la persona se hunda en la masa.
¡Luego no son sólo los
políticos! Somos todos. Los españoles recelamos del mérito; abominamos de la
meditación. Y la televisión no es sino nuestro espejo, aquel que refleja
nuestras tendencias y pulsiones íntimas. Dime cómo es tu televisión y te diré quién
eres.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 18 de octubre, 2011
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