«¡Ay, si García Lorca lo escuchara! Él
abominó de los rascacielos.
¡Y ahora venís a plantarle uno junto a su huerta!»
A la derecha, la torre de 25 pisos que se pretende añadir al paisaje granadino |
Granada a sus moradores
¡No me clavéis una nueva
astilla! El edificio de 25 pisos con que queréis ensartarme ocultará mi sierra.
¿Pretendéis que sólo la contemplen los que tengan dinero para alojarse en él?
Tapáis mi sublime inmensidad con la trivial inmensidad de vuestro ego.
¿No os dais cuenta del despropósito? Yo soy hermosa por mí misma, ¡no
necesito afeites! Vuestro enhiesto jabón con ventanas ensucia. ¡Ay, si el poeta
que nació en mi Vega lo escuchara! Él abominó de los rascacielos. ¡Y ahora
venís a plantarle uno junto a su huerta! Si hacéis esto, ¿cómo osáis llenaros
la boca con el nombre de Federico? Tal vez lo alabáis para traicionarlo mejor. Él,
que cantó lo pequeño, hizo de mí una ciudad universal. Vosotros, que cantáis lo
grande, estáis haciendo de mí una ciudad provinciana.
¡Por favor, que quien quiera ver rascacielos se vaya a Nueva York, pero
quien venga a Granada busque sierras y vegas y palacios! ¡No me pinchéis con
ese infame palillo de dientes!
No digo que no construyáis, ¡pero no superéis mis alturas naturales! Es
fácil edificar un rascacielos. Pero serme fiel, eso sí que es difícil. Yo rechazo
las arquitecturas manidas y exijo peritos humildes, ingeniosos, singulares.
¡Sedme leales! Lo que atrae a los hombres es la belleza. Los viajeros no
buscan en Granada un trozo de Pekín. ¡No seáis soberbios ni enfáticos! No al
menos a mi costa. Yo soy una ciudad armónica. Una ciudad a la medida del ser
humano. Yo tiento y me abro poco a poco. La Sierra, la Vega y la Alhambra son
mi rostro. ¿Por qué queréis enmascararme con la nariz de Cyrano de Bergerac?
¡Una vez más no, os lo exijo! Ya ocurrió a comienzos del siglo XX. Aquel
castillo kitsch en la colina de la Alhambra conocido como Palace, al que los
incultos confunden con la Alhambra misma, y que fue un navajazo al paisaje, un
pastiche en la historia, un agravio a la nobleza nazarí. Y todo por presumir de
gran hotel. Podría haber sido lo mismo sin humillar la hermosura. Podría
haberse construido en otro lugar menos palmario, con una arquitectura más
genuina. Pero ganó lo provinciano, ganaron las pretensiones, ganó la megalomanía.
¡No repitáis el gesto! Construid lo que queráis, pero sin destruid lo que
han amado tantas generaciones. No podéis herirme de esta forma. Si me amáis, dejad
que siga siendo idéntica a mí misma. ¡Éste es el verdadero esfuerzo! Construid
sobre mí sin desfigurarme. Antes al contrario, sirviendo a mi paisaje
intemporal, el que circula por el mundo desde hace siglos, la imagen que
ninguna ciudad que se precie osaría perturbar.
¡Guardaos vuestro rascacielos! Que las generaciones futuras vean ante sí
la maravilla y os den gracias por haberla preservado. Si vosotros no podéis
hacer lo mismo con vuestros abuelos, al menos podéis decir “¡basta!”. ¡Basta!
¡Basta! ¡Basta!
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 11 de octubre, 2011
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