«Este vino afortunado absorbe la vida de quien lo bebe y la muestra en toda su belleza»
Bodegas "Señorío de Nevada" (foto web de la empresa) |
In vino veritas
Me acercan la copa, aspiro su contenido y me anega un océano de fragancias, como si encrespadas olas danzaran para mí, como si el amor se hubiera hecho jugo y abrazase cada una de mis células. Ni siquiera bebo. Me basta con el aroma. Los olores me llenan como un universo en expansión.
Subyugante este caldo de las bodegas Señorío de Nevada que bebo en compañía de su promotor, Luis Roldán, y de mi amigo y contertulio Nicolás Palma. Nunca he paladeado un vino semejante. ¡Y estaba aquí, a 20 kilómetros de Granada! A veces la magia también sucede en nuestras vidas. El Señorío de Nevada, conjunto de bodega, hotel y restaurante, es como un sueño encarnado, como un deseo pedido al genio de la lámpara mágica y milagrosamente hecho realidad. En 2006, en estos páramos al pie del Caballo, junto a Dúrcal, no había nada, pero ahora hay una heredad que fabrica el mejor vino del mundo. Lo degusto en éxtasis, arrobado, mientras la conversación fluye entre nosotros.
Fue el viernes y estuvimos hablando ocho horas seguidas con esa camaradería que sólo se da entre hombres y que revive la caza ancestral. Los hombres necesitan estar entre hombres. Es un momento sagrado, un remanso en la actividad, un paréntesis en el camino de la vida. Los guerreros se sientan y comparten una pipa. O mascan tabaco. O beben este elixir portentoso que destilan los miles de viñas que nos rodean. Frente a la sierra nevada, que progresivamente se va moteando de jirones magentas, Luis Roldán, Nicolás Palma y yo miramos nuestras existencias, las tasamos, formulamos opiniones, referimos anécdotas, esbozamos hipótesis, planteamos incógnitas.
Estamos tan absortos, que no nos damos cuenta de que el tiempo transcurre. Con perplejidad, vemos que los camareros desaparecen, y que luego vuelven a aparecer, y que de nuevo desaparecen… ¿Cómo es posible si nosotros acabamos de encontrarnos? Pero hace tiempo que es noche cerrada. Llamadas telefónicas que inquieren nuestro paradero, nos sacan del ensueño.
No estamos ebrios ni lo hemos estado en ningún momento. ¡Esto es lo hermoso! Hemos permanecido lúcidos, mirándonos como si sólo hubiera tres hombres sobre la Tierra. Por eso se han dicho cosas importantes que quedan prendidas para siempre a la memoria y al corazón.
Ha sido una de esas tardes que ama todo novelista, cuando en unas pocas horas emergen pasado, presente y futuro. Regresamos a la ciudad embargados por algo inefable. Somos más nosotros mismos. Y, a la par, menos, pues nos hemos extendido en los otros. Parece que hubiéramos asistido a una sesión de la Academia platónica. Como aqueos, hemos libado de las rojas cráteras. La naturaleza de fuera y la de dentro se han fundido. Este vino afortunado absorbe la vida de quien lo bebe y la muestra en toda su belleza. ¡In vino veritas!
Subyugante este caldo de las bodegas Señorío de Nevada que bebo en compañía de su promotor, Luis Roldán, y de mi amigo y contertulio Nicolás Palma. Nunca he paladeado un vino semejante. ¡Y estaba aquí, a 20 kilómetros de Granada! A veces la magia también sucede en nuestras vidas. El Señorío de Nevada, conjunto de bodega, hotel y restaurante, es como un sueño encarnado, como un deseo pedido al genio de la lámpara mágica y milagrosamente hecho realidad. En 2006, en estos páramos al pie del Caballo, junto a Dúrcal, no había nada, pero ahora hay una heredad que fabrica el mejor vino del mundo. Lo degusto en éxtasis, arrobado, mientras la conversación fluye entre nosotros.
Fue el viernes y estuvimos hablando ocho horas seguidas con esa camaradería que sólo se da entre hombres y que revive la caza ancestral. Los hombres necesitan estar entre hombres. Es un momento sagrado, un remanso en la actividad, un paréntesis en el camino de la vida. Los guerreros se sientan y comparten una pipa. O mascan tabaco. O beben este elixir portentoso que destilan los miles de viñas que nos rodean. Frente a la sierra nevada, que progresivamente se va moteando de jirones magentas, Luis Roldán, Nicolás Palma y yo miramos nuestras existencias, las tasamos, formulamos opiniones, referimos anécdotas, esbozamos hipótesis, planteamos incógnitas.
Estamos tan absortos, que no nos damos cuenta de que el tiempo transcurre. Con perplejidad, vemos que los camareros desaparecen, y que luego vuelven a aparecer, y que de nuevo desaparecen… ¿Cómo es posible si nosotros acabamos de encontrarnos? Pero hace tiempo que es noche cerrada. Llamadas telefónicas que inquieren nuestro paradero, nos sacan del ensueño.
No estamos ebrios ni lo hemos estado en ningún momento. ¡Esto es lo hermoso! Hemos permanecido lúcidos, mirándonos como si sólo hubiera tres hombres sobre la Tierra. Por eso se han dicho cosas importantes que quedan prendidas para siempre a la memoria y al corazón.
Ha sido una de esas tardes que ama todo novelista, cuando en unas pocas horas emergen pasado, presente y futuro. Regresamos a la ciudad embargados por algo inefable. Somos más nosotros mismos. Y, a la par, menos, pues nos hemos extendido en los otros. Parece que hubiéramos asistido a una sesión de la Academia platónica. Como aqueos, hemos libado de las rojas cráteras. La naturaleza de fuera y la de dentro se han fundido. Este vino afortunado absorbe la vida de quien lo bebe y la muestra en toda su belleza. ¡In vino veritas!
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 24 de enero, 2012
Sin duda , momentos para el recuerdo.
ResponderEliminarLo conozco y es un excelente vino y de aquí, de nuestra Granada.
Besos¡ y salud¡
Leni, a ver cuando compartimos una copa tras escuchar tus poemas. Tanto monta, monta tanto.
EliminarYo también me uno a probar este vino.
ResponderEliminarHay que dar a conocer las excelencias de la Tierra.
Ya veo que pasaron un día estupendo entre hombres.
A veces es necesario estar con los amigos, sin las féminas o viceversa.
Un abrazo Gregorio y otro a Leni
Y a veces también es necesario estar juntos hombres y féminas, sobre todo si aman tanto la poesía como Leni o tú, Marian. Espero que podamos celebrar algún evento allí. Y que el vino saque lo más hermoso de cada uno de nosotros. Será pura poesía.
ResponderEliminar¿Por qué no publica un artículo lamentando que se haya suspendido el concurso de literatura fantástica villa de Maracena? Es lamentable que ningún medio de comunicación lo haya mencionado, aparte de la web del ayuntamiento, aunque muy tarde y lacónicamente. Creo que dicho premio fue iniciativa suya, lo cual es de admirar. Por eso mismo los participantes agradeceríamos unas palabras suyas de disculpa, puesto que la indiferencia con que se nos ha tratado resulta cuando menos deplorable. Espero su respuesta, aunque sea telegráfica.
ResponderEliminarGracias por tu pronta respuesta. Ya transmití mis quejas al Ayuntamiento, pero no se dignaron responder a ninguno de mis dos correos. Como muy bien dices, "es el país que tenemos": la mala educación campa por sus respetos. Me enteré de que se suspendía el concurso tras una llamada telefónica, en la que mi interlocutor lo planteó como algo sabido e irreversible. Aún así, no publicaron la noticia hasta que el plazo ya llevaba varios días caducado. Vaya formalidad. Ignoraba que tan grotesca situación, típica de un país inculto como el nuestro, afectara también al jurado, así como a tu relacion con la editorial. Es deprimente. Lo lamento de veras. Pero me duele aún más que cualquier iniciativa original, como estos dos concuros tan interesantes y únicos, haya de tener siempre los días contados. En fin, aunque no sirva de mucho, aprovecho para felicitaros por vuestro intento de crear algo innovador. Espero que algún día podáis resucitar el premio de entre las grises cenizas en que lo han sepultado una serie de tipos aún más grises...
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