«¡Pobre país que va directo a la galerna mientras sus marineros se abstraen con
critiqueo y fútbol!»
España, hundida tras el naufragio (imagen: transatlántico Andre Doria tras su hundimiento en la costa de Nantucket, Massachussets, el 25 de julio de 1956. Foto obtenida del blog "Abandonos y muchas otras cosas") |
Los elementos
Hace 450 años, la Armada española naufragó en La Herradura. Hoy, en 2012, es España la que naufraga en Europa. Entonces fue una tempestad. Hoy es también una tempestad, pero más terrible. Aquella fue traída por los hados, pero ésta ha sido propiciada por quienes sembraron vientos y hoy recogen tempestades. Y en estas tempestades, naufragamos todos. No habrá cinco mil ahogados, sino cuarenta y siete millones. La conmemoración de aquella tragedia será la efeméride que nos recuerde el comienzo de la presente.
España, hundida y rescatada, que
es lo mismo que decir hundida hasta los tuétanos. En la Herradura, fueron los
elementos, el trueno, el rayo, el viento, las olas; ahora son también los
elementos, ¡pero qué elementos! Entre ellos, los padres de la Constitución, que
posibilitaron una España de reinos de taifas. Luego, Zapatero, que ahondó
complacido en ellas. Y el egoísmo de políticos y hombres públicos, pensando en
lo inmediato, en el beneficio personal, en las reivindicaciones demagógicas, en
el estólido espíritu de campanario. Los pelotazos, las remuneraciones
millonarias, los retiros dorados, los negocios corruptos, los favores
políticos. ¡No hay bajel que pueda resistir a semejantes elementos!
Tras la tempestad, eso sí, vendrá
la calma, y los elementos se retirarán dejando un mar sembrado de cadáveres. Y
entonces estarán missing. Se habrán metamorfoseado. De ser ola encrespada, rayo
o huracán, habrán pasado a ángeles de la guarda. ¡Y entonces pedirán cuentas
por el hundimiento de España! Es como si el maremoto que abatió a los veinticinco
galeones responsabilizase a Felipe II. ¡La naturaleza no llega a este grado de
desfachatez! Así que una vez camuflados, los elementos seguirán aquí,
orgullosos, alzando la cabeza, conservando sus puestos y sus sueldos,
sosteniendo con arrogancia las mismas ideas y prácticas nefandas que nos han
llevado al fondo abisal.
En el naufragio de La Herradura, se
salvaron tres galeones. En el de España, no se salvará nadie. Ya no saldremos
jamás de los fondos marinos. Al menos, hasta que pasen otros 450 años y alguien
venga a rescatar el bajel hundido. ¿Significa otra cosa la palabra “rescate”?
¡Pobre país que va directo a la
galerna mientras sus marineros se
abstraen en celebraciones, saraos televisivos y partidos de fútbol! ¡Con que
hace años hubiera habido una sola persona que se percatase del peligro! ¡Si
sólo hubiera habido un justo! Pero una vez metidos en la tempestad, no hay
justicia. En todo caso, la justicia divina, que suele ser terrible.
Como en aquel momento infausto, España
se hunde hoy y, con ella, los españoles. Los elementos están siempre ahí, al
acecho, agazapados, esperando la ocasión propicia. Tras desastre de la Armada
invencible también por un temporal, Felipe II dijo que la había enviado a
luchar contra los hombres, no contra los elementos. ¡Qué poco sospechaba que
unos y otros serían los mismos cuatro siglos después!
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 10 de julio, 2012
Lo que sucede fuera es una señal de lo que sucede por dentro, el hundimiento general sigue su curso.
ResponderEliminarUn abrazo