«Franco
está contento: en España, sigue habiendo un partido único»
Las historietas de Agamenón, en el Tío Vivo de la mítica editorial Bruguera, acababan siempre con la frase de la abuela: "Igualico, igualico, que el defunto de su agüelico". Esa frase se le puede aplicar a la España presente. Ilustración de El Maravilloso Mundo de los Tebeos |
El "defunto"
Desde su celestial atalaya, el abuelo Franco nos mira
contento. A 37 años de su muerte, en España sigue habiendo un partido único.
¿PP, PSOE, IU? Sólo familias de un mismo partido. Como el Opus, los falangistas
o los tradicionalistas eran familias del Movimiento. A aquéllos los unían los
privilegios y el miedo a la democracia. A éstos los unen los privilegios y el
miedo a la democracia.
Contados políticos han pedido que
se reduzcan los políticos. Se reducen los sueldos, los transportes, las
plantillas, las coberturas, pero los políticos son los mismos. Ahí los tienes,
culpándose aparentemente los unos a los otros, vituperando a diestro y
siniestro, quejándose airadamente de las supresiones y recortes de los
contrarios, pero sin alzar la voz para decir que su puesto es superfluo, que
debería eliminarse, que podrían reducirse los consejos, los consistorios, los
parlamentos. Cuando alguien lo plantea, alzan irritadas voces, porque entonces
no les salen sus cuentas de reparto de poder. Los hay que incluso se atreven a
afirmar que eso menoscabaría la democracia. Pero cuando se trata de profundizar
en esa democracia, de que haya listas abiertas, de que se establezca una
escrupulosa división de poderes, entonces se quedan mudos.
Mientras el país es anegado por
el desastre, ellos permanecen regaladamente en un alto palacio, a salvo del
tsunami. Un solo partido, unido por los intereses y el canguelo, como en los malhadados
tiempos de la Dictadura. El gran problema de España es esta inflación de
personas públicas que consumen a mansalva los recursos disponibles. El dinero que queda en las exangües arcas va destinado íntegramente a sus nóminas, llegándose a la paradoja de que se les paga para gestionar lo que no se puede gestionar porque se les paga.
Se quejan de los desahucios, de
las huelgas, de los bancos, de la educación, de España, de Merkel, del Fondo
Monetario, ¡pero jamás de su propia existencia! Si los labios de estos
políticos no expresaran continuamente una demagogia tercermundista que deja
atrás incluso a la de los países bananeros, ya haría tiempo que los líderes
mayoritarios se habrían reunido para menguar sus rapaces huestes de potentados. ¡Pero no, no,
faltaría más!
Después de haber desolado al país
demostrando que, para progresar, no había que esforzarse ni estudiar ni
trabajar, sino simplemente meterse a político, con cuantos menos estudios y más
incultura mejor, ahora hablan de reconstrucción escondiendo que ellos son el
problema. Un partido único con 450.000 cuadros altamente remunerados que
gangrenan las arterias de España, las del erario, las de la Justicia, las de la
Administración, las de la simple inteligencia. España, presa de un gigantesco
partido que la asfixia como una legión de estranguladores. Igual que en la Dictadura,
pero a lo bestia. Ya lo vaticinaba la entrañable abuelita en las jocosas
historietas del Tío Vivo: “¡Igualico igualico que el defunto de su agüelico!”.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 20 de noviembre, 2012
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