«La vida
de Montes Neiro, el decano de los reos de España, ha sido una vida bella»
Miguel Montes Neiro y Antonio Izquierdo en la presentación de la biografía del primero el pasado 14 de febrero (foto: El Mundo) |
Peligrosa belleza
Miguel Montes Neiro, el preso más antiguo de España que logró ser indultado hace un año, dice que ama la libertad, pero no la ama sobre todas las cosas. Si fuese así, habría dicho que no a los amigos peligrosos con los que se ha mezclado para vender un súper alijo de joyas. Así que Montes no ama la libertad sobre todas las cosas, sino en la misma proporción en que ama a sus amigos y a su propia leyenda. Y tanto amor es amor de perdición.
Sigo sus pasos en la excelente
biografía que ha escrito el periodista Antonio Izquierdo (editorial Sepha).
Fascinante el Montes Neiro que muestran sus páginas, tensas, vibrantes,
despojadas de paja, con contadas pero brillantes reflexiones del autor.
Aunque Montes comenzó a circular
por las prisiones a la edad de 17 años, su vida es más movida, intensa y
variada que la de muchos que gozan de libertad permanente, porque ha estado
llena de picos de felicidad extrema y abismos de desolación extrema.
Montes Neiro ha llevado una vida
delictiva (aunque sin sangre), ha recorrido las cárceles de media España, ha
estado entre rejas 36 años, se ha consumido en varias huelgas de hambre, y, sin
embargo, su vida ha sido y es una vida bella. Pues la belleza no es la
expresión de lo sublime desgajada del horror, del sufrimiento y la violencia, sin
los que se convierte en algo bonito cultivado por damiselas y lechuguinos, sino
la tensión, la unión de lo sublime con lo abyecto, las sombras aliadas a las
luces, la violencia latiendo tras la armonía. La belleza es la unión de
contrarios. Y Montes Neiro lo ha tenido todo, viajes, dinero, casas y chalets
en el Albaicín, Benalmádena, Marbella, Churriana de la Vega, Marruecos…, ha
estado casado con una mujer rica (de la que nunca aceptó un céntimo), ha tenido
amantes, buenos coches… pero también no ha tenido siquiera donde caerse muerto.
La belleza no es cómoda ni un
regalo ni una bendición, sino un fardo que reciben algunos artistas,
escritores, científicos y delincuentes, y que emerge de un sufrimiento tan
intenso que quien no ha padecido hasta las heces no ha tenido una vida bella. “¡Cuánto
debe de haber sufrido el pueblo griego para ser tan bello!”, escribió
Nietzsche, del que Montes ha leído hasta la última coma y al que recita de
memoria.
El periodista Antonio Izquierdo
se ha abismado con pericia en la vida de este granadino contumaz, y nos ha
dejado un relato igualmente hermoso, al que los capítulos imprevistos que se
han escrito estos días harán más bello aún, aunque no más legal ni más decente.
Toda una experiencia conocer la vida de este albaicinero, un hombre singular, aguerrido
e inquietante que nos muestra que no hay mecanismos ni normas ni castigos que
puedan secuestrar la peligrosa belleza de la vida.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 26 de febrero, 2013