«España
aguarda la emersión de un Quijote mujer»
Seis mujeres audaces. De izda. a derecha y de arriba abajo: Lola Boloix, Rosa Díez, Remedios Murillo, Encarna Ximénez de Cisneros, Esperanza Aguirre y Carmen Chacón |
Doña Quijote
Qué pasa en España que sólo algunas mujeres son capaces de
decir la verdad? Es como si los hombres tuvieran miedo, como si pesase sobre
ellos un fardo de desidia y culpabilidad. Allá a donde vas, los más audaces,
los que asumen riesgos, son mujeres. Se diría que la crisis del país es la
crisis de los hombres. O al revés.
Nunca tanto como ahora el
inconsciente colectivo clama por una regeneración. Hay que acometer cientos de
reformas impopulares, explosivas, heterodoxas, y no hay diez justos, sino sólo
media docena de mujeres sensatas que se atreven a alzar la voz, como Esperanza
Aguirre, de visión de águila; o Rosa Díez, que siembra poderosas ideas sin recurrir
a peligrosos pesticidas. Ambas son mujeres que se han abierto camino por sí
mismas y no a través de cuotas. En otro tiempo, fue el caso de Rosa Aguilar,
hoy sometida a la oscura obediencia en la que tan confortablemente se mueven
sus congéneres masculinos. Incluso Carmen Chacón, que debe su currículum a la
paridad, ha osado decir lo que todos en su partido callan, y para cuyo
amilanado silencio se han inventado lo de la “España federal”.
El país anhela
una mujer al frente. Las instituciones, el arte, la literatura, las empresas,
necesitan mujeres no aherrojadas como tantos hombres por el miedo y la
parálisis de tomar decisiones, quizá drásticas, al principio dolorosas como el
veneno homeopático, curativas a la larga no obstante. Los hombres de derechas y
de izquierdas se han vuelto conservadores y, en lugar de enfrentar el caos que
nos atosiga, se esfuerzan por comportarse suavemente, con caricias, con
diplomáticas excusas para no herir, como sensibleros poetas decimonónicos, y
tienen de esta forma esclerotizado el ruedo ibérico. Están embotadas la
política, la economía, las empresas, la cultura. Todo lo nuevo cae deshecho
ante la puerta herrumbrosa de estos hombres desmayados y pusilánimes.
En Granada,
allá donde hay un atisbo de renovación o un destello de inconformismo hay una
mujer, como Encarna Ximénez de Cisneros, que ha revitalizado la Asociación de
la Prensa. O en los movimientos cívicos, Remedios Murillo, lúcida cargada de
contundente razón, zaheridora de la desidia provinciana; o Lola Boloix, desde
el bajo Albaicín, convertida en espíritu de resistencia de un barrio que rechaza
el saqueo.
Los hombres
están exhaustos y cansados. Como ocurre con los partidos que ostentan el poder
más tiempo del necesario, es urgente un relevo, se necesita una presidenta,
muchas presidentas, pero no de las que han entrado en la cosa pública por
cortesía legislativa, sino de las que han andado por la cuerda floja sin
protección y no deben por tanto obediencia al varón de turno.
Cuando en
la República se reclamaba el voto para las mujeres, la izquierda temía su
conservadurismo. Hoy, incluso las mujeres de derechas son heterodoxas e
insumisas. Con los hombres aletargados en sus cuarteles de invierno, España aguarda
la emersión de un Quijote mujer.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 7 de mayo, 2013
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