martes, 21 de mayo de 2013

EL MONOPOLY


«Un rascacielos en Manhattan es universal; en Bollullos, provinciano»

En primer plano y de izquierda a derecha, los concejales del Ayuntamiento de Granada Chema Rueda, Mayte Olalla, Rocío Díaz y Juan García Montero, rodeados de su etnia y jugando en vivo al Monopoly (montaje fotográfico) 
El Monopoly
 
¿Qué es un provinciano? Alguien que emplea con vehemencia cualquier medio a su alcance para parecer universal. Ignorante de que la universalidad surge de cultivar los propios valores, que se erigen así en valores generales, impulsa desesperadamente los valores ajenos que imagina universales, transformándolos de este modo en pueblerinos. Un rascacielos en Manhattan es universal; en Bollullos, provinciano. El frac en la ceremonia de los Nobel, universal; en una boda de Lepe, provinciano. Ser cowboy en Tejas, universal; en Polopos, provinciano. Dedicarle una calle al vocalista de los Clash Joe Strummer en Londres, donde estudió y trabajó, universal; en Granada, provinciano.
            En las idas y venidas de su residencia veraniega en el cabo de Gata, Strummer pasó fugazmente por Granada, donde contactó también fugazmente con alguno de sus grupos musicales, y nombró una vez en su vida a la ciudad en una canción de letra deshilachada, llena de anacronismos y tópicos, sólo salvable por la música. ¡Pero ha sido suficiente para que nuestros concejales, puestos por una vez de acuerdo en tan “trascendente” asunto, le dediquen una calle! ¿Qué otra cosa van a hacer los aborígenes? Es propio de los pueblos colonizados rendir culto a las huellas de sus misioneros, convirtiendo en reliquias e hitos  sus más insignificantes vestigios. Por eso nuestros munícipes celebraron ayer una ceremonia mágica en la plaza de Las Palmas, en adelante de Joe Strummer, donde danzaron en torno al fuego ritual de los focos y se embriagaron con las cámaras.
            El problema es que, mientras estos concejales beatifican agradecidos las huellas de los Hernán Cortés de la modernidad, juegan despiadadamente al Monopoly con sus indios. Así, embargada por el vértigo del juego, la concejal de Turismo ha escamoteado sin escrúpulos una plaza que los vecinos conocían por el bello nombre de las Palmas para ponerle un nombre foráneo, que nadie pronunciará correctamente y que muy posiblemente nunca puso un pie allí. ¡Pero el Monopoly es el Monopoly! Lo mismo ha hecho el alcalde con la estación de tren: quitarla de donde estaba para ponerla donde le ha convenido a su estrategia. ¿Qué más le da la incomodidad de los súbditos? También ha hecho lo mismo la concejal de Movilidad, quebrando un sistema de transportes medianamente aceptable para poner en su lugar otro infausto pero que le ha dado fama de excelente jugadora. ¡Si los brujos de su tribu la celebran, que se zurza la etnia local!
Atentos con los foráneos y sordos con los de dentro, y por eso juegan al Monopoly con las plazas, con las estaciones, con los transportes; y mientras se felicitan calurosamente por sus jugadas maestras, quebrantan al pueblo y ponen al albur sus nombres, sus vidas y sus haciendas.
Cuando parece que discuten entre ellos y que se oponen y que tienen objetivos diferentes, es sólo que están jugando al Monopoly y, al finalizar, se hermanan con cañas, bailes y fuegos de artificio. Mientras tanto, las mentes universales andan desaparecidas, no pían, tienen miedo de que se las merienden. ¡Porque el provincianismo es más caníbal que un agujero negro! ¿Cómo van a mirar estos concejales fuera del Monopoly si la gravedad se lo impide? ¡Sus ojos están fijos en los dados y nada más que en los dados!

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 21 de mayo, 2013 

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