«Las
caricias están en peligro de extinción»
De esta forma bellísima y sugerente ilustra la revista Scientif American Mind su artículo "A Magic Touch for Stroke Prevention?" |
En las manos de otro
Ante un ataque cerebral, acaricia inmediatamente al enfermo:
labios, frente, sienes, manos… Se ha comprobado que, con caricias, las neuronas
recuperan el contacto perdido, con lo que el área afectada no muere mientras llega
la ambulancia y el paciente es trasladado y atendido en el hospital. Los
primeros minutos son, pues, determinantes. Las caricias tienen la potestad de mantener
el flujo sanguíneo y que no se inutilice la zona dañada. Lo informa el último
número de la Scientific American Mind.
Sabíamos
que las caricias son importantes para los bebés, que estimulan su crecimiento,
su inteligencia y su estabilidad emocional, aparte de lograr a la larga adultos
equilibrados y en armonía con la sociedad, ¡pero jamás habíamos imaginado que
su bondad se extendiese incluso a la vejez!
Los bebés
que no son acariciados son niños conflictivos, desarrollan una menor
inteligencia, crecen menos, tienen más enfermedades y son adultos inestables y
violentos. ¡Y ahora sabemos que los enfermos que no son acariciados tienen
menos posibilidades de sanar y más de morir!
Extraño e
inquietante el poder de las caricias. Si potencian el nacimiento y conjuran la
muerte, ¿qué no podrán hacer en la vida diaria? Desgraciadamente nuestro tiempo
es el que menos acaricia de toda la Historia. Los smartphones han venido a
interponerse entre las parejas jóvenes, de modo que ahora no pasan parte de su
tiempo sobándose acurrucados en el sofá, sino que lo emplean en leer y
contestar mensajes. Sólo los ignoran unos minutos para practicar el sexo, y aun
así, si les suena el móvil, están deseando acabar para abrirlo. La
omnipresencia de la pornografía ha arrancado de cuajo las caricias previas, extendiendo
en su lugar la impronta de ir directos al grano. Nadie se atreve ya a acariciar
a un niño, porque la sociedad estúpida y suspicaz en que vivimos lo tomaría por
abuso. Sólo se acaricia a los perros y a los gatos, pero las personas viven
hambrientas de caricias, aunque no lo saben, y las buscan desesperadamente por
caminos errados: tener seguidores en Twitter, obtener muchos “Me gusta” en
Facebook, ser tratados amablemente por el camarero o los dependientes, y beber
y comer en demasía.
Los
arrumacos están en peligro de extinción. En todo caso, son virtuales, y por
tanto solo sirven para alimentar el ego, pero no el alma. Con caricias diarias,
tal vez podríamos vivir doscientos años. Tel vez seriamos más robustos, más
alegres, más confiados. Quizá no tendríamos necesidad de demostrar nada ni de entregar
nuestra realización a la carrera, al dinero, al éxito profesional.
Los
millones robados y almacenados por Bárcenas, por los chorizos de los ERE, por
quienes devoraron terrenos públicos en Armilla… eran en última instancia para
conseguir caricias. Porque el servilismo y el halago son también caricias, aunque
tampoco de las buenas. Anhelamos ser acariciados y podemos destruir media
Tierra para conseguirlo sin apercibirnos de que no hay que hacer nada y las
tenemos al alcance de la mano. ¡Cuesta tan poco acariciar y ser acariciado! Simplemente
hay que disipar los espejismos y apagar los aparatos y dejar las manos navegar
sobre la piel. Mientras el sexo nos saca de nosotros mismos, las caricias nos
llevan hacia nosotros mismos. ¡Sorprendente que para existir debamos sentirnos
en las manos de otro!
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 16 de julio, 2013
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