miércoles, 10 de julio de 2013

CIUDAD AMADA

«Buscando la materia nos topamos con la ciudad amada» 
El autor en el Sacromonte 
Ciudad amada 

Los científicos no salen de su asombro tras haber encontrado lo que pensaban era el bosón de Higgs, la “partícula de Dios” que transmuta la energía en materia. Resulta que, cuando se desintegra, produce más fotones de lo esperado. Algunos hablan ya de que debe de haber varios bosones de Higgs. De nuevo se necesitan experimentos más potentes y ahora deben esperar a que el supercolisionador sea puesto a todo su rendimiento, lo que aún tardará. Cada vez que la Física desciende un escalón en lo infinitesimal, se enfrenta a nuevos misterios. Es como el jardín borgiano de los senderos que se bifurcan, una y otra vez, una y otra vez, de manera infinita. Siempre hay algo más allá de lo que creíamos lo último. Universos dentro de universos dentro de universos…
Como es en lo pequeño es en lo grande, pues el cosmos es uno y solo y sus leyes tienen lugar en todas partes. Cuando paseo por Granada, estoy convencido de hallarme en el mundo subatómico. Amo esta ciudad y creo conocerla al dedillo, pero siempre descubro algo nuevo, una perspectiva inusual, un elemento ignorado. Me pateo Granada y, cuanto más lo hago, más nueva me parece, más cambiada, mayor es mi sensación de asombro. Es la magia de algunas ciudades, su capacidad de transmutarse ante nosotros, de llevarnos de misterio en misterio… He tenido sensaciones parecidas en Barcelona, en Florencia, en Praga… pero para contar tales ciudades me bastan los dedos de una mano.
El amor a determinadas metrópolis es pasión y está teñido de belleza, pero a veces puede ser destructivo, ya que, cuando se ama mucho, se vive y se muere con lo amado, se vive exaltado por su belleza pero también envenenado por sus miserias, y resulta difícil escapar, porque es como dejarse la piel en una alambrada. Igual que se necesitan poderosísimos aceleradores para liberar los secretos de la materia, se necesitan vigorosísimos aceleradores vitales para escapar de la gravedad de una urbe que nos subyuga.
Granada subyuga y por eso suele ser desdeñosa con sus hijos, que tendrían vidas más fáciles en otros enclaves, pero que quedan anclados al irresistible encanto de las callejas del Albaicín, al tiempo dormido y al paisaje infinito del Sacromonte, a esos Alayos que se muestran detrás de cualquier fachada con la tentación de un bosque encantado, a los muros blancos en invierno y grises en verano de las sierras que nos abrazan. Granada es un foco de bosones, y por eso la materia es aquí más pura y cristalina, y por eso obnubila y vence.
La belleza es sibilina y arcana y se muestra levemente para plantear más y más secretos, y los amantes y los científicos permanecen absortos anhelando siempre un futuro que no llega, en el que esperan encontrar por fin la clave de la ciudad o del Universo. Pero la clave es el misterio. Misterio es que una ciudad te cale hasta los huesos. Misterio es que su gravedad te envuelva  y no puedas dejarla. Misterio es que siempre haya algo al otro lado de la frontera infinitesimal, la cual tal vez solo sea un espejo que nos refleja. Buscamos la materia y nos encontramos con el alma. La nuestra. El alma de la ciudad que amamos.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 9 de julio, 2013

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