martes, 4 de febrero de 2014

GEOMETRÍA

«Voy y vuelvo, aunque no sabría decir de dónde parto ni hacia dónde regreso» 
Gregorio Morales en la inauguración de una exposición de Juan Martín Bóveda (Madrid, 1986) 
Geometría 

Hay una geometría matemática y una geometría de la vida. La primera es precisa, nítida, lógica, racional. La segunda, caprichosa, aparentemente absurda y siempre poética. Según la primera, a Granada la separa de Madrid una línea de 400 kilómetros. Según la segunda, Granada y Madrid son un punto, un mismo y único punto… en mi corazón. No es sólo que no pueda vivir sin una de las dos, de forma que, cuando llevo tiempo sin ir a una, me voy quedando inane, hambriento, lleno de añoranza. Es que la segunda geometría las tiene indisolublemente uncidas a mí, y cuando creo que me he desprendido de tan pecaminosa bigamia, se revelan de pronto fantásticos poliedros en cuyo interior sigo habitando.
Dos nombres que en mi ignorancia no tenían relación, acaban de manifestar la última de estas conexiones. ¿Cuántas veces no he paseado por la calle San Juan de Dios en Granada? Hubo un tiempo en que trabajaba a diez metros de su modélico sanatorio. ¿Cuántas veces no he transitado por la plaza de Antón Martín en Madrid? Hubo otro tiempo en que trabajaba a unos metros del Monumental. Sin embargo, nunca había sabido la ilación entre ambos hasta descubrírmela hace unos días un hermoso librito: Antón Martín coadyuvó junto a Juan de Dios en la creación de su hospital; y a su muerte, fundó el sanatorio que se alzaba junto a la plaza del mismo nombre, que llegó a convertirse en el más importante de Madrid.
Así que mi geometría seguía ahora los surcos de otra geometría más antigua, cargada de historias y emociones y también de épicos gestos que, en esta época miserable, me llenan de asombro, como el de Antón Martín perdonando en Granada al asesino de su hermano y pidiendo públicamente que no se le ajusticiara; o la pétrea honradez de Juan de Dios, que no podrían siquiera arañar los astutos pillos que sibilinamente han desangrado España. Un polígono más en la inextricable geometría que compone mi vida, una geometría tan fabulosa, tan extraña, tan vasta, que sólo podría representarla uno de esos grabados de Piranesi donde los caminos no tienen comienzo ni final y vuelven a confluir siempre sobre sí mismos; en los que lo sublime se une a lo siniestro en turbia alianza.
Estudié la carrera en Granada. Viví en primera línea de combate la Movida madrileña. Me casé en Granada. Trabajé en Madrid. Volví a Granada y viví hasta las heces su vida intelectual. He vuelto a Madrid y recuperado mi tertulia con Antonio Gómez Rufo, Ana García D’Atri y otras relevantes figuras de las letras, la televisión y el espectáculo.
Voy y vuelvo por tanto, aunque no sabría decir de dónde parto ni hacia dónde regreso. ¿Comienzo? ¿Final? Sólo tengo claro que no quiero límites. Que si granadino, que si andaluz, que si madrileño, que si español… No pertenezco a la geometría racional, sino a la subjetiva, soy yo quien nombra, aúna y compone. Y en mi geometría, no hay fronteras ni hay lenguas ni espacio ni tiempo porque todo es un aleph, un único punto que contiene todos los puntos, de cuya realidad profunda intenta dar testimonio el humilde agrimensor en que me he convertido, esa realidad inasible que late bajo la aparente y sólida geometría de diseñadores e ingenieros.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 4 de febrero, 2014

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