«¡Que
contraten a Margarita Lozano para cribar las listas de las próximas europeas!»
Margarita Lozano (centro), catando un buen vino. Foto: Facebook |
Catas
Para
Margarita Lozano, empresaria y enóloga granadina que entiende de vinos como
Einstein de espacio y tiempo, hay formas nuevas y divertidas de catar un caldo,
como hacerlo a oscuras, o aliando vinos con ideas filosóficas, o describiendo
las cualidades vinícolas con escenas de películas, e incluso catando el mismo
vino en diferentes copas, pues dime con quien te juntas y te diré cómo sabes. A
mí no me cabe duda de la originalidad de sus propuestas, que seguramente
traerán intensidad y riqueza expresiva al zumo de uva, y por ello y dada la
híper actividad de esta mujer que ha creado también una editorial y una revista
y que escribe excelentes artículos vitivinícolas, no dudaría en contratarla
para calibrar a la clase política, sobre todo ahora que se acercan las europeas.
¡Donde
se ponga una experta como ella que se quiten dedos autocráticos estilo Rajoy o
Griñán, o primarias, estilo UPyD e IU, y se instalen los sorbos degustadores! Tenemos
por ejemplo la cata de la “pasta perdida”, consistente en dejar un dinerillo
como traspapelado en algún lugar por donde pase el candidato, pongamos por caso
10 o 20 euros. Si el interfecto los rebaña sin decir ni pío, entonces es de los
que van directos a afanar el erario, es decir, que tiene cuerpo cleptómano con
fragancias a bolsas de basura donde esconder billetes y un delicioso regusto a
vaca de banco suizo.
Famosa
es la cata de las “lisonjas”, para la que hay que coger al político más
estólido, más lerdo, más inculto, y halagarlo diciéndole lo maravilloso que es,
la privilegiada mente que tiene, su pericia para organizar la vida pública, de
modo que, si acaba creyéndoselo y actúa como si fuera verdad, ya sabemos que
será pasto de la megalomanía, que cometerá errores descomunales con ciega
confianza, y que será el más sectario de los sectarios, dado que tendrá mono
del halago de sus secuaces. Semejante personajillo sabe a fangoso vinagre con
ínfulas de Château Lafite y suele beber en copa de plástico semejando cristal
de Bohemia.
Otra
sobresaliente cata es la conocida como “revolución”, y se practica haciéndole
escuchar al político grandilocuentes y pomposas palabras y frases, como “igualdad”,
“solidaridad”, “avanzadilla”, “nueva humanidad”, “cambio radical”, “futuro
halagüeño”… Si luego las repite sin ton ni son, como una muletilla que le da
venia para todo, incluso en opíparos agasajos o mientras sus subordinados le
rinden pleitesía, es que se trata de un tipo gaseoso que estalla ruidosamente
en la boca dejando un sabor incoloro, inodoro e insípido, por lo que puede
beberse en vaso de Coca-Cola.
En
la denominada “cata chula”, se lleva al político a una empresa u organismo que
funcione modélicamente y se le nombra
jefe del cotarro; si se obstina en dejar huella, si hace cambios caprichosos
para demostrar su poder, si siente celos de los mejores y pone ineptos en su
lugar, se trata de un tipo remontado, de mezclas varietales desequilibradas, con
exceso de sulfitos y capaz de trasegar arruinándolas cuantas cosechas pongan a
su lado.
Si
hubiera un solo político que diera negativo en todas estas catas, podríamos
seguirle con los ojos cerrados y España llegaría a ser la primera potencia
mundial. ¡Que contraten por tanto a la enóloga granadina para cribar las listas
de las próximas elecciones!
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 25 de febrero, 2014
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