«¡Que
emerja el río perdido!»
El río Darro a su paso por la acera de su mismo nombre, a espaldas de la Virgen de las Angustias. Foto: Granadapedia) |
Sortilegio
El gran alcalde que Granada tendrá en el siglo XXI hará
emerger su río. Ese río que fue estólidamente cubierto entre la segunda mitad
del siglo XIX y la primera del XX. ¡Era entonces tan bello el centro de Granada!
El Darro fluía a espaldas de la Carrera, ganaba audazmente Puerta Real, corría
confiado por Reyes Católicos y se perdía por unos instantes en Plaza Nueva para
reaparecer alegre a los pies de Santa Ana. ¡Ese río tiene que volver a
respirar, rompiendo así con la maldición de quienes quisieron convertir a
Granada en un cateto remedo de la capital de España!
Desgraciadamente no podemos
rehacer la Manigua, no podemos devolverle a la Gran Vía las casas bárbaramente
arrasadas, pero sí es posible desmontar el Embovedado, sanear el curso del
Darro y hacer que el centro de Granada sea tan bello como lo fue en su tiempo y
aún lo sigue siendo a los pies de la Alhambra. Será una operación urbanística
de altos vuelos, un replanteamiento total de Granada, pero por eso lo llevará a
cabo un gran alcalde, alguien a quien no le tiemble el pulso, una personalidad
cuyo carisma logrará la aquiescencia de la mayoría de los granadinos.
Habrá que restituir a la ciudad
los puentes que fueron cruelmente demolidos y, sin duda, otros nuevos. Habrá que
desviar al sentido general del tráfico, haciendo del centro un lugar casi
exclusivamente peatonal, una suerte de Venecia en la ciudad de la Alhambra. En
justa correspondencia, habrá que levantar el cemento que pesa sobre el Genil,
ocurrencia de otro de nuestros “geniales” alcaldes, que tiene entre sus señeros
haberes haber logrado que el curso del río parezca un sumidero. No, Granada no
ha tenido suerte, ni siquiera con Gallego Burín, al que ahora mitifican tanto, hombre
de ilustración rancia y uniformadora.
La emersión del Darro será el
símbolo del despertar de Granada, dormida por una maldición que ha durado dos
siglos, cada vez más achaparrada, más lacia, más magra, pues si Gallego Burín
conocía al menos profundamente el arte y la Historia, este Torres Hurtado que
nos gobierna, además de destructor, tiene el pensamiento pequeño, lo ignora
todo de Granada, y su idea de progreso emula la ajada miopía de los años 70.
Así que un no tan lejano día del
siglo XXI la ciudad se despertará, comprenderá que se ha enterrado a sí misma,
y un ejército de granadinos clamará por la apertura de su río de oro, por que
las aguas que circulan gangrenadas vean la luz y se llenen de aire y vegetación.
Y nacerá entonces otra Granada, la verdadera Granada, la realmente progresista,
pues la belleza de una ciudad es la belleza de sus habitantes, y quien crece en
la belleza no puede sino ser veraz, no puede sino ser solidario y entregado.
Tapar un río delata miseria moral, avaricia y estrechez de miras. Hacerlo
aparecer, por el contrario, es indicio de valentía, audacia, cosmopolismo y
movilización ciudadana.
¡Que emerja el río perdido! Será
también la emersión de los espíritus, su apertura, su avance, el descubrimiento
de nuevos horizontes. Granada necesita al gran alcalde que tenga el valor de hacerlo
y que será como un mago que conjure el mísero sortilegio, logrando que se
revelen en todo su esplendor los tesoros tanto tiempo mancillados.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 11 de febrero, 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta este texto