Arqueológicos
Los
trabajadores del Museo Arqueológico de Granada, uno de los mejores de España e
imprescindible para conocer la Historia del sur de Europa, claman porque lleva
años cerrado, justo en el momento en que se reinagura remozado y espléndido el
Museo Arqueológico Nacional. ¡Que amarga y simbólica contraposición! Un museo,
enterrado; otro, renacido y más bello que nunca. Es la diferencia entre una
tierra dejada de la mano de los dioses y otra que, pese a las amargas
vicisitudes del presente, sigue siendo uno de los ejes dinámicos del país.
Con
el recuerdo de cómo me impactó otrora el museo de Granada, con el bagaje de lo
que me enseñó, me planto en el arqueológico de Madrid. La entrada es gratis
hasta el 20, por lo que las galerías están abarrotadas de público, pero
curiosamente son entendidos, profesores, estudiosos, que lo llenan todo de una
alentadora atmósfera que parecía perdida. ¡Es como si hubiera vuelto la pasión
por el conocimiento! O tal vez no estuvo nunca, pero sí es cierto que en los
museos y exposiciones te embargaba un aire de respeto, admiración y búsqueda
luego perdido por el turismo de masas. Así que no hay desdeñosos nómadas en el
Museo Arqueológico y, por tanto, tampoco escuchas observaciones triviales. Por
el contrario, aprendes de lo que se comenta.
Granada
está omnipresente: desde las maravillas de Galera, pasando por la Dama de Baza
hasta los jarrones alhambreños. Eso sí, ¡qué oprobio que la telúrica Dama de
Baza se encuentre junto a la narcisista Dama de Elche! Aunque hay un par de
estudios científicos que avalan su autenticidad (los dirigidos en 2005 y 2011 por
María Pilar Luxan), para mí resulta claro que se trata de una falsificación del
siglo XIX, y que los referidos estudios serán posiblemente rebatidos antes o
después. Es palmario que la Dama de Elche
representa el tipo de belleza con que los decimonónicos veían la
Antigüedad, a lo prerrafaelista, con esos labios de pitiminí por los que se
pirraban nuestros bisabuelos y sus estentóreos rodetes de fallera. ¡Y no es la
única pieza posiblemente falsa!
En
cualquier caso, ¡qué vértigo abismal el de viajar por la Historia! Los museos
son máquinas del tiempo. Entras en uno y marchas directamente a la edad que
decidas. Conforme asciendo de una planta a otra, paso por la prehistoria, la edad
del bronce, el mundo ibérico, Grecia, Roma… ¡Qué cerca me siento! El hombre es
el mismo desde la noche de los tiempos, y seguirá siendo el mismo hasta el fin
de los tiempos. El progreso, los inventos, los cambios, son espejismos,
pequeñas variaciones de la forma, pero en el fondo ya éramos lo que somos, ya
somos lo que seremos dentro de un millón de años.
En
mi acelerado viaje, comulgo con la humanidad entera, la pasada, la presente y
la futura, y me lleno de asombro y admiración. Cuando los cimientos de España
chirrían, en los museos se encuentran las columnas que pueden sostenernos. Es
como si al divisar la gran avenida de la Historia, el espíritu de campanario se
hiciera trizas. ¡Por eso son necesarios los museos arqueológicos! Así que no
puede extrañarnos que Granada, que lleva un lustro con el suyo cerrado y aún
seguirá así un par de años, encoja paulatinamente hacia el mezquino villorrio.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 8 de abril, 2014
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