«¿Llamamos
a los bomberos para que retiren las inmundicias y repartan los billetes?»
Bajo el colchón
Una ciudad puede haber tenido otros mundos, cientos, miles
de mundos, pero si estos no caben en la cabeza de sus ciudadanos, si viven con
anteojeras en el más limitado de los universos, entonces es como el que pide
limosna teniendo millones bajo el colchón. Granada tiene millones bajo el
colchón, pero los granadinos se sienten pobres y piden a manos llenas, aunque
sus requisitorias se suelen perder donde Cristo dio las tres voces. ¿Por qué no
echar entonces mano de los inmensos ahorros?
Circula por ejemplo el billete
Federico García Lorca, y sin duda que el peso del nombre en Granada vale un Potosí,
pero hay otras gemas de idéntica belleza y valor que no circulan, y lo que no
circula desaparece, o peor aún, se pudre. El dinero bajo los colchones siempre
tiene un olor a remanido, a vetusto, a saín, por lo que va parejo a la avaricia
y a la falta de higiene.
¡Que entre el aire! Visito el
estudio de Sorolla en Madrid y me encuentro que hay cuadros de la Alhambra
presidiéndolo, lo que no es casualidad, porque todo está milimetrado en esta
casa del otrora paseo del Obelisco donde el valenciano plasmó sus más íntimos
sueños. Cierto, en el 2012 hubo una magistral exposición suya en el Museo de
Bellas Artes, “Jardines de luz”, pero no dejó huella en la memoria colectiva como
no dejó aquella otra que mostraba la pasión de Matisse por la cerámica y
tapicerías granadinas. ¡Lo universal se mete bajo el colchón y deja de
circular!
Esta ciudad, que llegó a ser la
más populosa de Europa y a la que Carlos V paladeó como posible capital de
Occidente, se ve a sí misma con míseros y miopes ojos. También vivió aquí y
plasmó lo mejor de sus versos el carmelita Juan de la Cruz, uno de nuestros
poetas más conocidos universalmente aunque no se lea en España, pero casi
parece que estuvo de turismo y que se marchó sin dejar huella, hasta tal punto
está aplastado bajo la borra del voraz colchón que se lo traga todo. Y tiene
que venir gente de fuera a recordarnos el esplendor rateado, como esa ruta
turística que se acaba de inaugurar por los pasos de Teresa de Jesús, y que ha
querido contar con Granada, no porque aquella mujer que escribía un sabroso y
riquísimo castellano estuviera aquí, sino porque estuvo su lugarteniente, uno
de los mejores poetas de todos los tiempos.
¿Cuántos hechos, acaeceres,
figuras y movimientos no agonizan infectados bajo el pútrido colchón? Sólo les
han permitido zafarse a la Alhambra, la Sierra y García Lorca. Acogotado por la
lana hedionda del jergón queda lo más ilustre de nuestra historia. Y lo más
singular de la actualidad. Es como esas familias venidas a menos a las que les
duele recordar sus esplendores y se abisman en una herida soledad.
¿Maldición por haber rozado la
grandeza? ¡Hay que romperla de una vez! Mientras tanto deben venir de fuera
personas libres y generosas para que levantemos parte del catre bajo el que se
esconden la luz, el mérito y la gloria. El síndrome de Diógenes, ni más ni
menos. ¿Llamamos entonces a los bomberos para que retiren las inmundicias y repartan
a manos llenas los billetes?
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 1 de abril, 2014
Pues mira que hay caraduras en todos los sitios...
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