martes, 29 de julio de 2014

HOY MATARON A MI PADRE

«El dolor no se ha ido, sigue con nosotros como un fuego que achicharra bajo la piel» 

El poeta Carlos Álvarez en una imagen reciente 

Hoy mataron a mi padre 

Almorzamos en un restaurante madrileño un grupo de amigos entre los que se encuentra, inasequible al desaliento y con su sempiterno destello infantil, el pota Carlos Álvarez. “¿Qué día es hoy?”, indaga de pronto con el rostro ligeramente turbado. “24 de julio”, respondemos. Se queda en silencio, baja la mirada hacia algún impreciso lugar y comenta taciturno: “Hoy mataron a mi padre”. Se abisma en un nuevo silencio y, levantando una mirada opaca, añade: “Hace 78 años”. Y sin embargo, lo dice como si fuera ayer. “¿Llegaste a conocerlo?”, le pregunto. “No ‑responde-. Tenía tres años cuando lo mataron”. ¿Es posible que el dolor de aquel huérfano haya traspasado indemne casi ochenta años?
            El padre de Carlos era capitán en una comandancia de Sevilla cuando ocurrió el golpe militar del 36. Dado que se mantuvo fiel a la República y distribuyó algunas armas entre la población, fue inmediatamente detenido y, sin que siquiera se le incoara una de aquellos histriónicos “juicios sumarísimos”, fue fusilado el 24 de julio contra las tapias del cementerio sevillano. Dejaba viuda y cinco hijos, el menor de los cuales era Carlos.
            ¿Tan largas son las heridas, hasta tal punto atraviesan incólumes el tiempo? ¿O quizá no cicatrizan nunca? ¿O es que no hay nada más irreparable que la ausencia de un progenitor, al que después se está condenado a buscar toda la vida? Carlos lo ha buscado en la memoria de su madre, en la de sus hermanos, en la de los amigos, en la de la Historia… y  en su interior, que va más allá, porque la memoria de un poeta traspasa las limitaciones personales. “Yo quisiera olvidar; porque los muertos/ no deben decirle a los que viven…/ no deben proyectarse en los que viven”, escribió otro 24 de julio de 1965 cuando él mismo se encontraba tras los barrotes del penal de Cáceres. Resulta claro que no lo logró.
            Luego el dolor no se ha ido, sigue con nosotros como un fuego que achicharra bajo la piel. ¿Ha sido entonces Zapatero el que lo ha atizado con su ley de Memoria Histórica o es simplemente que se ha hecho justicia con personas como Carlos Álvarez, que la sociedad, con su Memoria reparadora, los libera de alguna forma del peso de la memoria personal, que, al aceptarse socialmente el Sufrimiento que nunca fue aceptado, se mitiga en cierto modo el sufrimiento íntimo? De ahí la razón de actos como el de mañana ante lo que queda de la prisión provincial granadina en homenaje a los presos republicanos y demócratas que fueron encerrados desde 1933, fecha de su apertura. Entre quienes tuvieron el triste honor de estrenarla, Alejandro Otero y mi propio tío, Gregorio Morales Linares.
            No, no hay nada gratuito. Cuando en un momento histórico se ha hurtado de una parte, en otro esa parte es compensada. La Historia siempre hace justicia. Lo triste es que lo haga a bandazos. La única forma de evitarlo es reparar sin odio y compasivamente. Estoy seguro de que, al expresar el pasado jueves la efeméride, Carlos Álvarez estaba dando voz a los cientos de miles que han ido muriendo con sus recuerdos reprimidos para no exponerse, encima, al escarnio público. “¡Hoy mataron a mi padre!”, clamo en alta voz junto a Carlos.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 29 de julio, 2014

4 comentarios:

  1. Es muy doloroso el recuerdo permanente del que fue asesinado... principalmente, porque no se ha hecho justicia.... en la mayoría de los casos no se han recuperado sus restos... el tiempo pasa.... y mas de lo mismo.... para tu familia el mes de julio fue también malo, aunque el peor agosto... fusilaron a tu abuelo tras juicio sumarísimo y días mas tarde a tu tío.... tu padre y tus tíos en la cárcel.... ¡animo para seguir tus relatos!

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    1. Querido Anónimo, veo que conoces muchísimo de sus vidas, y como creo que ya comentamos en una ocasión, estaría encantado de invitarte a tomar café y hablar un rato. Gracias por tus palabras que me llegan al corazón.

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  2. FRANCISCO MORALES MORALES1 de agosto de 2014, 18:31

    Memoria a la fuerza

    Estimado Director de IDEAL: Otra vez, en muy breve tiempo, vuelvo a acogerme a su benevolencia. En esta ocasión lo hago forzado y de muy mala gana, pero he de cumplir con un sagrado e ineludible deber filial. Me ha llevado a ello el artículo que publicó IDEAL el 29 de julio titulado “Hoy mataron a mi padre” (los del bando nacional) y firmado por Gregorio Morales. Mucho le agradecería, Sr. Director, que la publicación de esta carta, si la autoriza, tuviera lugar el mismo día 1 de agosto, pues ese fatídico día, de hace 78 años, los del bando republicano “mataron a mi padre”, el mío, no el de un conocido, como se narra innecesariamente en el mencionado artículo.
    Digo “innecesariamente”, porque creo que ya debería haber terminado el deporte nacional de “tirarnos los muertos a la cara”, máxime cuando, en el caso de autos, el autor es un “extraño que pasaba por allí”. Yo tenía ocho años cuando, en dicho día, supimos mi madre y mis hermanos (menores que yo) que a los “presos”, unas veintinueve o treinta personas (que habían sido llevados a la cárcel, con su consentimiento, por consejo del teniente de la Guardia Civil, por razones de seguridad, les dijo), les habían abierto las puertas (la principal y la de los corrales) y les habían dicho que ya podían irse a sus casas, como pudieran.
    A medida que iban saliendo y huían despavoridos, los fueron matando a lo largo de las tres o cuatro calles limítrofes con la cárcel, en donde dejaron tirados sus cadáveres durante todo el día. Al atardecer de ese día, hacinados todos los cadáveres en un carro agrícola, fueron transportados al cementerio (tres kilómetros distante) y arrojados en una fosa común, ya abierta “ad hoc”.
    Entre dichas personas (un abogado, dos procuradores, tres sacerdotes, cuatro jóvenes de Acción Católica, de 18 a 20 años, un maestro de escuela, bastante labradores y comerciantes), se hallaba mi padre, Eduardo Morales Larios (38 años), un tío mío sacerdote (60 años) y otro tío mío (40 años). Esta masacre tuvo lugar en Alhama de Granada, a 50 kilómetros de la capital de la provincia.
    Termino con la expresión de mi ferviente deseo de que acabemos de una vez de echarnos en cara lo acontecido en aquellas fratricidas fechas, y cada uno de nosotros se reserve sus sentimientos al respecto, para su intimidad.

    Francisco Morales Morales
    Cartas al Director
    Diario IDEAL, viernes, 1 de agosto, 2014

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    1. La fuerza de la memoria

      Estimado Director de IDEAL: ¡Así que es silencio lo que pide el sr. Francisco Morales, magistrado jubilado del Tribunal Supremo, o sea, que quienes fueron víctimas del franquismo “se reserven sus sentimientos para su intimidad”! Lo lograron durante 40 años, pero se ve que llevan mal que ya no sea así. El asesinato del padre y familiares de este señor es tan horrendo y condenable como el del padre del poeta Carlos Álvarez, pero ambos presentan una sutil diferencia: las víctimas de los asesinatos “republicanos” fueron reconocidas por el franquismo, recibieron todo tipo de alabanzas, conmemoraciones, monumentos, homenajes y ayudas, y no tuvieron que callar la infamia ni disfrazarla por vergonzante. Justo lo contrario de lo que ocurrió con los asesinados franquistas. El oprobio llegó al punto de que la madre de Carlos Álvarez, ya viuda, debió pagar una multa como castigo por la militancia masónica de su marido.
      Aunque yo fuese un “extraño que pasaba por allí”, tengo derecho a inmiscuirme en la Historia, a identificarme con sus víctimas y a opinar. ¿O este señor quiere secuestrar también la libertad de expresión? Pero desgraciadamente no soy “un extraño que pasaba por ahí”. Mi propio abuelo fue fusilado por los insurrectos el 28 de julio de 1936. El 21 de agosto le siguió mi tío. Había entrado yo ampliamente en la treintena cuando me enteré de la tragedia. La familia la había celado con miedo y hasta con una larvada censura hacia las nefastas consecuencias de la política (¡hasta este punto habían ganado los vencedores su batalla posterior de lavado de cerebro!).
      La actual recuperación de la Memoria Histórica no es sino la salida natural de cuanto fue represado y vilipendiado. Unos muertos fueron llorados con dignidad. A los otros se les está confiriendo ahora la misma dignidad. Una dignidad no le quita un ápice a la otra. Pero algunos de los que impusieron durante ocho lustros su victoria echan chispas ante esta justa equiparación. Sólo se me ocurre pensar que, puesto que la simple y respetuosa memoria irrita hasta tal punto, es que se va por el camino correcto. Se puede olvidar o perdonar lo que sale a la luz, pero no lo que se reprime, lo que se aplasta, que siempre estalla como un pantano rebosante que no diera salida a sus aguas. Es decir, la Historia siempre hace justicia. Conforta saber que la libertad es de más largo aliento que la impostura y, aunque a veces se la oscurezca o se la torpedee, no puede hacer otra cosa que ganar la partida.

      Gregorio Morales
      Cartas al Director
      Diario IDEAL, domingo, 3 de agosto, 2014

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