«El
futuro pertenece a quienes van a una velocidad superior a la de la belleza»
"Soledad", la ñoña escultura de Francisco López Burgos que desde el pasado 2 de agosto preside la plaza de Bibataubín en sustitución de su homenaje "A José Antonio" Foto: GranadaiMedia |
Ñoña
Ya está esa soledad niña, contrita y ofuscada, presidiendo
la plaza de Bibataubín. ¿Un homenaje a la infancia? ¡Pobre infancia! En
realidad, se trata de una maliciosa chulería, de esas que siempre han urdido
los infatuados y consentidos niños de papá. “¿Que hemos tenido que quitar la
escultura de López Burgos? ¡Pues toma López Burgos! ¡Y encima lo relacionamos
con la infancia y así se la metemos doblada, ja, ja, ja!”, ríe el señorito
andaluz, gallito de barrio, amartillando las esencias de sus probos ancestros.
Así de rancia es la escultura. Insustancial,
leve, anodina, de un trivial ensimismamiento, de una belleza lacia, ñoña hasta
los tuétanos, ese tipo de arte que gusta a los romos de sensibilidad, un arte
edulcorado, de tarjeta postal. Por eso se volcaron en él los jerarcas del
régimen franquista, porque era un arte amable, que no inquietaba, que no ponía
nada en suspenso, que agradaba a la pequeñoburguesía amante del orden, que les
hacía reconocer los dibujos infantiles de Ferrándiz o sus estampas de primera
comunión. Por eso la Diputación premió “Soledad” en 1960.
López Burgos fue el escultor
oficial del Régimen en Granada. La ciudad está llena de sus obras. Un
bajorrelieve con el niño Jesús flanqueado por la Virgen y San José preside la
iglesia de la Sagrada Familia, en la carretera de la Sierra. En el colegio José
Hurtado, en la calle Molinos, unos párvulos vuelan una cometa. En la que fue
sede de la General, en la plaza de Villamena, un ángel tutela a dos sumisas
criaturas. Las vírgenes espirituosas de López Burgos están diseminadas por
varias iglesias, además de presidir el Veleta. No es extraño que Sebastián
Pérez Linares, padre del ahora presidente de la Diputación y mandamás del
franquismo en Granada, le encargase el homenaje a José Antonio.
Hay voces escandalizadas, entre
ellas la de la hija del propio Burgos, que piensan que existe una razzia contra
el escultor, pero es el tiempo que pone las cosas en su sitio a quien estuvo al
servicio del poder político y religioso, lo que quizá es comprensible para
vivir, pero no lo es que rebajara su arte a algo condescendiente, bonito, de
pequeña sonrisa, y, por tanto, renunciara a la esencia del arte, que es romper,
contradecir, crear tensión, destruir obsoletos esquemas, hacer pensar o hacer
sentir con demoledora plenitud. Cierto que el resultado son las dificultades, la
penuria y la exclusión temporal. Pero el futuro sólo pertenece a quienes han
creado a una velocidad superior a la de la belleza.
La colocación de esta ñoña
escultura en Bibataubín indica la ñoña mentalidad de quienes nos gobiernan, su
ranciedad, la mordaza de ñoñez que han impuesto a Granada haciéndola retroceder
a lo más apolillado de la posguerra. Nunca una ciudad otrora cosmopolita y
brillantemente culta fue tan humillada. Claro que es eso de lo que gusta el típico
y majadero señorito andaluz. Los diez años del PP en Granada han sido una
historia de humillación: desde las multas brutales para hacer caja pasando por
dudosas y especulativas operaciones inmobiliarias, hasta el urbanismo obtuso,
como el lugar donde se quería emplazar la estación de tren o el reciente, torpe
y clasista sistema de autobuses, hasta llegar a este último y “gracioso” corte
de mangas. Deben de estar ufanos. ¡La ñoñez lo embarga todo!
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 5 de agosto, 2014
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