«Paganos,
agnósticos, budistas, musulmanes y ateos son rociados con agua bendita»
Como rabiosos ángeles caídos, los mosquitos descienden a las bautismales terrazas de verano |
Las terrazas de Pedro Botero
Ya
no queda terraza en Granada que no tenga hisopos bajo sus toldos. Si te sientas
a tomar una cerveza, eres santamente bautizado. Desde luego no hay sitio para
los infieles. Todos, paganos, agnósticos, budistas, ateos, musulmanes, son
rociados con agua bendita. ¿A qué se debe esta machacona Inquisición? Somos el
pueblo más ortodoxo de la Tierra, y si los dueños de una cafetería convierten
su terraza en pila bautismal, comienza a ser obligatorio para el resto de las
terrazas, y ya no puedes pasear sin que cada chiringuito se haya convertido en
una de esas piscinas colectivas donde los Testigos de Jehová se bautizan en
masa. ¡Tendrían que venir los Reyes Católicos a verlo y seguro que sería de su
agrado!
Imposible
tomarse un aperitivo al aire libre sin que la atmósfera se tiña de pegajosa
humedad que, lejos de disminuir el calor, lo dobla. ¡Pero si la maravilla de
Granada es su clima seco, que hace más llevadera la calígine! Ahora de pronto
parece que estamos en una de esas ciudades indias donde basta con abrir la boca
para humedecerte el gaznate. Nuestro aire puro y neto embebido por el delicuescente
y nocivo aire de los pantanos.
Aunque
no sólo los Reyes Católicos estarían contentos. También lo están los mosquitos,
antes localizados en el curso del Genil o Darro, pero que ahora concurren como
rabiosos ejércitos de ángeles caídos a la humedad de estas nuevas terrazas y,
mientras los parroquianos se toman sus gambas remojadas, el enjambre de
luzbeles se da un festín satánico en la húmeda piel de los parroquianos, y
todos tan contentos. En la plaza de la Mariana hay varios millones de diminutos
y punzantes diablillos, y ya no es sólo bajo las aspergentes lonas donde
devoran al personal, sino en los bancos colindantes, clara injusticia, porque quienes
toman algo reparan fuerzas, pero los inopes que no tienen más remedio que
sentarse en un banco están a palo seco.
Me
conmueve ver a los granadinos santificándose bajo el palio de estas terrazas jordánicas
como si así se salvaran del infierno, sin percatarse de que a veces la religión
es diabólica, ¿o no lo fue la que llevó a tanta gente a la hoguera? Esta
religión de los hisopos es también diabólica, puesto que te hace creer que te
libera del calor mientras en realidad te achicharra, y porque te hace pensar
que el aire es más puro, cuando en realidad lo cubre de virulentos tridentes
que se comen tu carne y beben tu sangre.
¡Pobre
Granada, siempre la engañan! La malafollá es una ecuación mediante la cual lo
falso pasa por real y lo real por falso. Por eso en las terrazas fluviales
tienes más calor y sales roncheado. Y por eso la proverbial potencia cultural
granadina es la cocinita de juguete con la que se distraen unos niños. Y por
eso el autobús de doña Telesfora es la catetez alfredolandiana y la destrucción
cainita de los caminos. Y el alcalde no es un condescendiente abuelito, sino el
godo que odia la ciudad que lo ha acogido. De ahí que las terrazas no sean
frescas catedrales, sino tórridas calderas infestadas de pedro boteros. ¡Qué
bien encajamos la incomodidad! Pueblo fácil para los impostores, pueblo que se deja
martirizar por cualquier delirio.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 22 de julio, 2014
La calderilla (porque esta moneda municipal es pura calderilla) tiene otra cara: las estufas invernales de las terrazas, que intentan escatimar el frío de la Sierra simulando un trópico soñado para fumadores compulsivos.
ResponderEliminarLa realidad nlocal deformada siempte por los espejos del Callejón del Gato. ¿Le suena, don Gregorio?.
Un saludo,
AG
A menudo, querido Alberto, me paseo por el callejón de Álvarez Gato (donde hace mucho tiempo que no hay espejos o queda sólo uno, pero donde las terrazas no tienen aspersores) para consolarme de la pesadilla y decirme: "¡Pero si bastaría quitar los espejos que nos deforman y España sería un país más de la civilización occidental!". El problema es cómo. ¿Dónde están? ¿En nuestras mentes? De nada sirve entonces que el tiempo los haya quitado de las paredes. ¡En la mente de gran parte de los españoles hay un callejón del Gato con espejos convexos o cóncavos que lo trastocan todo!
EliminarQuedan dos espejos en el exterior del bar "Las Bravas" y otros dos dentro, furiosamente destruidos por descerebrados en 2008. No sé si las deformaciones las llevamos nosotros (suelo sosechar que por ahí van los tiros) o las ofrecen los espejos, pero den Ramón se quedó corto: somos puro esperpento.
ResponderEliminarAG
Afortunadamente hay gente en el mundo que no es esperpéntica y que no podría ser caricaturizada sin faltar a la verdad, caso de Nelson Mandela. En las antípodas está Pablo Iglesias, al que sólo cariacaturizándolo obedecemos a la verdad. Azaña, parte de la civilización occidental, ante Zapatero, deformación grotesca de la civilización occidental. ¿Dónde hay hoy diez justos en España que no estén deformados por la caricatura?
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