«Para
comprender España no hay que ir a Castilla, sino a Cataluña»
Nacionalizar el seny
Están Albert Boadella y el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, en la presentación madrileña del libro de Begoña Marín “Nos duele Cataluña” (Galland Books), un serie de entrevistas a quince sobresalientes catalanes, entre ellos el escultor Augusto Ferrer-Dalmau, también presente, Félix de Azúa, Javier Nart, Carmen Rigalt, Arcadi Espada, Aleix Vidal-Quadras, Albert Rivera…
Una
reflexión oportuna en un momento clave de nuestra Historia. Los pensamientos de
quince ciudadanos universales que saben que Cataluña comienza en los Pirineos y
acaba en Tarifa, porque España y Cataluña son metonímicas, y porque la segunda,
como nos recuerda Fernández Díaz, fue miembro fundador de la primera. Y porque
el ochenta por ciento de cuanto pasa por nuestra vida está ligado a Cataluña.
La titularidad privada del agua de Granada pertenece a Aguas de Barcelona; son
catalanes la mayoría de los libros que leemos; sucede lo mismo con las
medicinas con que nos tratamos; o con los cosméticos y cremas de belleza; o con
los espumosos; no digamos con la ropa; ¡hasta el lavabo y la bañera son
catalanes!
¿Podría ser de otra manera
cuando Cataluña ha sido la región más dinámica de España y ha modelado el país
a su imagen y semejanza? Para comprender España no hay que ir a Castilla, sino
a Barcelona. O a San Sebastián. Está todo tan inextricablemente unido, que la
amputación de una parte traería nefastas consecuencias para esa parte… y para
el todo.
Albert
Boadella afirma que a él “no le duele Cataluña” porque una vez que diagnosticó
hace mucho tiempo la “epidemia nacionalista”, ha superado el dolor. ¡Pero
cuánto sufrimiento recóndito en sus palabras! Debe de ser tan intenso que lo
niega. Conoce las falacias que han dividido a un pueblo, no puede sino oponerse,
pero padece por el enajenamiento de muchos catalanes, hacia los que se
vislumbra un amor desmedido. El peso y el agobio de lo que acontece lastran su
mordacidad y le hacen esgrimir un pesimismo subliminal. Esperábamos tal vez más
de él… pero posiblemente lo ha dicho ya tantas veces que hasta le duele hablar.
Da la sensación de que el genial actor y director desfallece porque cree que ha
predicado en el desierto.
El
ministro del Interior, sin embargo, suple con creces su comprensible parquedad.
Quizá somos víctimas de los prejuicios y nos sentimos reticentes hacia él por
representar “la represión del Estado”, pero el estereotipo queda hecho añicos
en unos segundos. Ameno y con una profundidad inesperada, nos bosqueja en
trazos maestros la historia de Cataluña, neutraliza las interpretaciones
arbitrarias, plasma los dos extremos del péndulo, los períodos de seny y de
rauxa, se expresa serenamente, con conocimiento, y, junto a su español clásico, sorprende también un catalán clásico de
perfecta pronunciación. Es el acontecimiento de la noche, tanto que incluso es
él mismo quien nos recuerda la labor premonitoria de Albert Boadella con los
espectáculos de Els Joglars, y concretamente con su “Ubú President”.
En el
aire queda el seny del ministro que, precisamente por ser el jefe del
ministerio de peor prensa, descuella más, y uno piensa que si hubiera otros políticos
con esta lucidez, serena y sin desdén, entonces quedaría aún una chispa de
esperanza. ¡Ahora más que nunca hay que nacionalizar el seny! El libro de
Begoña Marín es una valiosa contribución a ello.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 30 de septiembre, 2014