«Lo de Susana Díaz hace mucho tiempo que fue inventado y
se llama caudillismo»
Extrañas concomitancias entre el discurso de Susana Díaz y el que sostenía Franco en tiempos de la Dictadura |
La caudilla
Si Susana Díaz fue arrogante con sus adversarios en el
debate electoral, ¿qué no será en privado? Se cree insuflada de una alta
misión, en posesión de la verdad, con derecho a juzgar quién miente aunque para
ello deba vulnerar las normas de juego, de cuyo cumplimiento se considera
exonerada, porque, en propias palabras, «su compromiso es con los andaluces». ¡Claro que no dice
cómo, cuándo y dónde ha establecido tan sagrada alianza y qué contenido tiene!
Lo de Susana Díaz hace mucho
tiempo que fue inventado y se llama caudillismo. El énfasis de la campaña en su
persona, más allá del equipo o del partido, es el típico mesianismo salvador de
los dictadores o aspirantes a serlo. No es la educación, no es el país, no son
las instituciones los encargados de velar por el pueblo, sino una persona
concreta sobre la que los turiferarios de turno van tejiendo todo tipo de
virtudes, cualidades, capacidades, milagros, como están haciendo estos días,
atribuyendo a una victoria pírrica la gloria de Lepanto.
Y es que, para mal de males, la
caudilla no ha arrastrado a las masas como esperaba y su posición es ahora más
débil que lo era antes de las elecciones, con un gobierno que estará a merced
de constantes tsunamis y que representará un desastre para Andalucía. Cuanto
más proceloso sea el mar político al que se enfrenta, más altisonantes llamadas
a la vida o a la muerte hará: «¡O luz conmigo o tinieblas sin mí!». Está en el
manual del caudillo. En lugar de ponerse a trabajar para realizar los pactos
que le proporcionen estabilidad, invoca la entrega sin condiciones. «¡Si no me
apoyáis, traeréis el caos!».
Para los iluminados, siempre
son malos los demás, siempre la responsabilidad está en el tejado ajeno, ¡ellos
son buenos y están libres de culpa y el que no los apoya es un felón! Como los
caudillos se erigen a costa del pueblo, Susana Díaz no dudará en poner a
Andalucía en un brete. Ya lo ha hecho con la convocatoria de unas elecciones
anticipadas por la seguridad que tenía de ser unánimemente aclamada, y que
extrañamente sigue teniendo, ya que la venda en los ojos es otra característica
mesiánica.
Vienen por tanto muchísimos
problemas para Andalucía, viene una dura etapa de “experimentos con los
andaluces”, en la que la presidenta pondrá como única razón sobre el tapete su
carisma y pedirá que todo le sea entregado a cambio. «¡Andalucía soy yo!», ha
emitido continuamente durante la campaña. Franco también era España, y quien se
oponía a él, antiespañol. También tenía un compromiso con los españoles, por lo
que abominaba de los partidos. También se creía ungido por el Destino para
salvarnos. También se daba baños de multitudes cuando surgían problemas. E igualmente
ponía la Verdad por encima de las normas.
Las últimas elecciones han
traído la derrota del PP más que la victoria de Susana Díaz, pero han traído
sobre todo la derrota de los andaluces, porque Susana se cree que ha ganado, se
cree los panegíricos de los gacetilleros, se cree los aplausos de su agradecida
e hipertrofiada Administración, y, más aún, se cree que «ha pactado con los
andaluces» y, por tanto, podrá saltarse cualquier mecanismo con esta pértiga.
La tragedia está servida. A costa del pueblo. ¿Hay algún caudillo que no sea
caníbal?
GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 31 de marzo, 2015