martes, 5 de mayo de 2015

LA GEOMETRÍA DE CRISTINO DE VERA

«La vida es una geometría con la función de mostrarnos lo invisible» 

Cristino de Vera, Halo de luz con 3 objetos, 1986. Óleo sobre lienzo, 81 x 54 cm.
Foto: Fundación Cristino de Vera 

La geometría de Cristino de Vera 

En 1996 vi una exposición de Cristino de Vera en el Centro Reina Sofía y me quedé impresionado por la paz, plenitud y dicha que rezumaban sus dibujos, hasta el punto de parecerme un ejemplo de artista que había logrado asir lo inmaterial, que conseguía, en una extraña conjunción, aliar lo invisible con lo visible, el mundo proteico y vacío de la nada con el limitado iceberg que contemplan nuestros ojos. Me impactó tanto que le dediqué unas páginas de “El cadáver de Balzac” (1998), obra que se considera manifiesto fundador de la estética cuántica.
Escribí de Cristino de Vera… y luego me olvidé, el recuerdo fue enterrado por las metamorfosis mediante las cuales morimos y renacemos una y otra vez. Así que en el álbum de mi vida había ya varias mariposas pinchadas y yo esgrimía un par de nuevas alas cuando en febrero pasado, paseando por La Laguna, en Tenerife, me sedujo una imagen surrealista del pintor canario Óscar Domínguez que anunciaba una exposición suya. Paula y yo entramos al pequeño museo y contemplamos la que a todas luces era la obra de un impostor, de alguien que había copiado el Surrealismo en lugar de encontrarlo, de un hombre problemático, abismado en los peores defectos del siglo XX, sin vuelo, un ciego en el mundo de la creación. No merecía la pena dedicarle tiempo. Salíamos desangelados cuando una chica tras el mostrador de entrada nos inquirió: «¿No ven la exposición de Cristino de Vera?». El nombre no me sonaba. Yo ya era otra persona, no quedaba rastro del que fui… «Nos basta con la que hemos visto», le respondí displicente poniendo un pie en la calle. Y, sin embargo, mi cuerpo reculó al tiempo que mi mente protestaba: «¡Eh, majadero, sube a ver la exposición!».
Así que ascendimos de mala gana hacia la planta alta… ¡y entonces se hizo la luz! Allí estaba la maravilla, estaban el presente, la totalidad, la iluminación. Si en la planta baja nos habíamos enfrentado a las míseras obras de Óscar Domínguez, a la desidia, al hartazgo, aquí estaban el sentido y la ubicuidad. En mí se abrió un agujero de gusano que conectó un universo con otro y penetré en el que había sido y recordé de pronto a Cristino de Vera y aquella exposición que había contemplado en el Reina Sofía y la pasión que entonces sentí… El círculo se cerraba, era como si Cristino de Vera me hubiese reclamado, como si retornase la onda abierta por la piedra que muchos años atrás yo había lanzado al estanque. Encima supe que aquel pequeño museo era la Fundación Cristino de Vera y que Santa Cruz de Tenerife era su ciudad natal. En el primer piso se exhibía su exposición permanente mientras la planta baja se dedicaba a las temporales, como la de Óscar Domínguez.
Impacta que las cosas vuelvan a nosotros. En el lugar que menos me esperaba, del que lo ignoraba todo, el pasado lamió las orillas del presente. El sentido del reencuentro era: «¡El tiempo no existe, todo es a la par, todo está en todo!». ¿Azar? No, sincronía. Casualidad significativa. La vida es una geometría con la función de mostrarnos lo invisible. En las formas de Cristino de Vera, está la Geometría, el trazo simétrico que revela la eternidad.

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 5 de mayo, 2015 

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