«El patio
de los leones cambia y crece junto a ti»
El patio encantado
El patio de los leones cambia y crece junto a ti. Lo he
visto metamorfosearse a la par que la ciudad, el país y yo mismo. ¿Cuántos
patios he conocido? El primero tenía fuente de dos niveles y piso de arena.
Luego sembraron un jardín y redujeron la fuente a una taza. Más tarde quitaron el
jardín y plantaron arbustos. Después los limitaron a uno en cada esquina y
sustituyeron la tierra por la grava. Ahora han cubierto el piso de impoluto
mármol. Sin duda éste es el patio más bello de cuantos he conocido, pero
tampoco es el que vieron los Reyes Católicos.
Curioso: cada
patio pretendía ser el original. Es como si los leones tuvieran la virtud de
producir espejismos. ¡Patio encantado que refleja las mentes de quienes miran!
No, los Reyes Católicos no vieron
este patio, ni fueron cegados por su prístina luz, sino por otra que era el
arco iris elevado a la enésima potencia. Las bóvedas, los arcos, los mocárabes,
los leones, estaban policromados. El patio era una sinfonía de dorados, rojos y
añiles. Isabel y Fernando ya conocían la arquitectura árabe, pero esta visión
debió de impactarles. ¡Era una película en tecnicolor, mientras nosotros vemos
una en blanco y negro! El tiempo se ha comido los pigmentos. Ahora todo es
blancura y umbría. A mí, si me dieran a elegir, elegiría este patio
contemporáneo, pues, con los colores, sorprende y subyuga, pero, sin ellos,
arrebata. Pedro Salmerón ha creado una obra maestra.
El patio de
los leones nos demuestra que el hombre no viaja en el tiempo, sino sólo hacia
sí mismo. Mientras cree defender la pureza original, la soslaya en aras de su
propia pureza. Todos los patios de los leones fueron puros porque todos
reflejaban la cosmovisión de su época. En cada patio, está la sociedad que lo
recreó.
Y volverá a
cambiar. ¿Acaso no es un patio encantado? Dentro de unas décadas, con otra
sociedad y otros hombres, alguien volverá a encontrar en un libro una cita en
la que nadie ha reparado, alguna descripción fantasiosa o real, y reconformará
el patio a la medida de su imaginación. Es como si nuestro subconsciente
residiera en el corazón del palacio de Mohamed V. ¿Por qué no devolverles, por
ejemplo, a leones y mocárabes sus pigmentos originales? ¿Y volver al tecnicolor
que vieron los conquistadores? Llegará el día en que esto ocurra, pero espero
que sea lejano.
Cuando el
patio de los leones cese de cambiar, es que el mundo se habrá detenido. Es que
ya no habrá vida. Entonces regresará a los verdaderos orígenes, una colina acariciada
por pinos y aulagas. Y será tan bello como ahora. De su máxima plenitud habrá
pasado a su máxima plenitud, demostrando que, en realidad, el tiempo es también
un espejismo, y que hay muchos patios, pero todos están en éste.
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 31 de julio, 2012
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