«Este
joven centenario nos contempla desde las montañas y nos indica el camino que
nunca debimos abandonar»
José Fernández Castro |
El guía
¡Vio tantas cosas en su vida! José Fernández Castro supo de
la valentía y el miedo, de la amistad y la traición, de la grandeza y la
ignominia. Lo vio todo como hay que verlo: con sus máximos contrastes. Vio lo
más alto y lo más bajo. Y en estas cimas y en estos abismos, se forjó un hombre
que era generoso y tolerante, y, al mismo tiempo, irreductible. Tan
irreductible que fue excomulgado por tirios y troyanos. ¡Que también lo amaban
secretamente!
Allí iba aquel hombre, andando con
una ligereza que desmentía sus casi 90 años, camino del Albaicín, paseando su
bastón, que era un mero adorno en su figura de quijote, saludando a unos y
otros por su nombre, y dando ágiles pasos de equilibrista, porque eso era lo
que había hecho en su vida: equilibrios para subsistir y no caer al vacío. Aunque
se jugó el tipo un centenar de veces, y estuvo a punto de ser fusilado, y las
amenazas de expedientes de los gobernadores civiles le rondaron como insectos,
a pesar de que padeció acoso y humillaciones laborales, siempre salió a flote y
publicó sus hermosos y apasionados libros, los libros de un hombre que podía
decir que había vivido.
José Fernández Castro se adentró
en la vida como quien se adentra con audacia en un maremoto. Podía haber
perecido y, sin embargo, ni las más fieras tempestades pudieron con él. El
homenaje que le tributa la Diputación de Granada no es sólo justo sino
perentoriamente necesario, porque ilumina la figura de un hombre que se
enfrentó al conformismo y que lo venció a pesar de que el precio fue la soledad.
Un hombre inusual en estos amargos tiempos de gregarismo e incultura.
Durante el reinado de Alfonso
XIII, fue republicano. En la posguerra, socialista, el único socialista de
Granada. Durante la Transición, se opuso al espíritu del amiguismo y el pelotazo.
Hoy, cuando el fruto de aquellas lluvias son estos lodos, su figura queda
nimbada en la cúspide de la montaña con el aura del guía: mientras una sociedad
alegre y descomprometida brindaba con champagne, él vio que España caminaba
hacia el precipicio. ¡Y se mantuvo firme en la senda difícil, estrecha y oscura,
que era la correcta!
La biografía de José Fernández
Castro ofrece el ejemplo que anhelamos. Es uno de los justos que necesita esta sociedad para no quedarse
anclada en la barbarie. Su obra da fe de esa biografía, de los atormentados
tiempos en que se forjó, de sus contradicciones, grandezas y miserias. Los cien
años que José Fernández Castro debió cumplir el 16 de junio de 2012 nos embargan
con el ejemplo de quien fue fiel a sí mismo y por ello nunca dejó de ser joven.
Y es este joven centenario quien nos contempla desde las montañas y nos indica
el camino que nunca debimos abandonar.
GREGORIO MORALES
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